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¿Kamala en Madrid? La agenda fantasma de la mujer que venía a arreglar la inmigración
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Ángel Villarino

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¿Kamala en Madrid? La agenda fantasma de la mujer que venía a arreglar la inmigración

El expediente de la mujer llamada a vigorizar la candidatura de 'Joe Gabilondo' se limita a seis meses en la Asamblea de Madrid y un año oculta en la Secretaría de Migraciones

Foto: La secretaria de Estado de Migraciones, Hana Jalloul. (EFE)
La secretaria de Estado de Migraciones, Hana Jalloul. (EFE)
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El taller de ilusionismo de Moncloa ha presentado en sociedad a su Kamala Harris para el ‘ticket’ de Madrid. Alguien capaz de aportar energía, juventud y modernidad a Joe Gabilondo. Una turbina para electrizar a un candidato “soso, serio y formal”, la pieza que faltaba para una estrategia importada, basada en desactivar el torbellino populista mediante la técnica de la vaporización: llevando el debate a una sauna finlandesa. Así al menos se proyectó ayer el artefacto en los medios de comunicación que se prestaron a las comparaciones. “A mí me encanta ser Kamala Harris. Esa analogía me parece bien, me parece acertada”, dijo ella misma frente a las cámaras de 'Al Rojo Vivo'.

Foto: Jalloul: una candidata de la factoría Moncloa. (EFE)

Kamala Harris nació en Oakland en 1964, estudió en las mejores universidades y se abrió camino en la carrera judicial hasta convertirse en fiscal general de California (2011-2017) antes de ser elegida senadora. En el Capitolio cobró protagonismo participando en algunas de las grandes batallas demócratas: la reforma del sistema sanitario, la legalización federal del cannabis, la reforma fiscal, la Ley DREAM, la prohibición de las armas de asalto y la reforma migratoria para regularizar a 11 millones de sin papeles. También logró fama de perro de presa en las audiencias del Senado enfrentándose a la Administración Trump.

La llegada de Jalloul fue celebrada por profesionales de la Extranjería y por ONG

Hana Jalloul comparte dos cosas con la vicepresidenta de los Estados Unidos: es una mujer y tiene un nombre extranjero. A partir de ahí, todo es experimento, una página en blanco. Siendo generosos, el paso de Jalloul por la Secretaría de Estado ha sido discreto. Estuvo seis meses como diputada en la Asamblea de Madrid antes de asumir el cargo en el ministerio de José Luis Escrivá el 30 de enero de 2020. 14 días después moría en Valencia un hombre de 69 años que había estado de vacaciones en Nepal: la primera víctima por coronavirus identificada en España.

La llegada de Jalloul fue celebrada por muchos profesionales de la Extranjería y por muchas ONG, que lo interpretaron como una ruptura respecto a la etapa anterior, la de Consuelo Rumí. “Nos presentó un proyecto ilusionante, aire fresco para los que nos dedicamos a esto. Parecía dispuesta a emprender reformas sobre un sistema muy anticuado”, recuerdan.

Foto: Un grupo de inmigrantes en el exterior del albergue que la Cruz Roja gestiona en la Casa del Marino de Las Palmas de Gran Canaria. (EFE) Opinión

Había cosas urgentes que hacer, incluso desde el punto de vista más técnico. Cosas como las normas de arraigo, que seguían funcionando con el contrato tipo de 2011 sin tener en cuenta la reforma laboral de 2012. “Además de las razones técnicas, aportaba una cierta filosofía de cambio, digamos ideológica, como hacer una política migratoria moderna, presentar el fenómeno en positivo, combatir la desintegración social y el racismo que da pábulo a la extrema derecha”. Su proyecto incluía reformas integrales del reglamento y prometía afrontar problemas acuciantes como el de los menores extranjeros no acompañados (mena).

La pandemia volatilizó todos los planes antes de empezar y el Gobierno decidió que no tenía nada que ganar hablando de inmigración en plena crisis sanitaria, con los hospitales llenos y las colas del hambre. Metieron a Jalloul en una piña debajo del mar y nadie más supo de ella. Ha sido invisible incluso durante la crisis migratoria de Canarias, una de las más graves en los últimos años, una ausencia que su equipo achaca a que no tuvo campo de actuación. “Más allá de poner cuatro carpas…, no había mucho que hacer, porque Interior tomó el control desde el primer momento e impuso mano de hierro”.

"Más allá de poner cuatro carpas…, no teníamos mucho que hacer en Canarias"

En junio, la Dirección General de Migraciones envió tres órdenes con instrucciones a las Oficinas de Extranjería de toda España para facilitar el arraigo, la reagrupación familiar y las renovaciones de permisos en una situación de crisis sanitaria. Un asunto relevante que se puso en marcha en silencio, sin notas de prensa, sin declaraciones, sin anuncios. Sin molestar. “El mensaje que nos llegaba es que habían llegado a la conclusión de que hablar de inmigración en plena pandemia era mala idea, era un jardín a evitar”.

Un par de directrices generales y tres de integración ha sido el saldo de un año de trabajo. “Aprobó una directiva que da una solución razonable a los hijos de migrantes irregulares nacidos en España, eso sí se le puede atribuir”. La única reforma de calado, un cambio normativo para solucionar el problema de los mena cuando dejan de ser menores de edad y se quedan sin camino hacia la integración, le va a pillar fuera del ministerio o en plena campaña. “Está ya en marcha, ya está lista, pero tiene que pasar aún por el Consejo de Ministros, no parece que vaya a salir con su firma, no”.

Foto: Ilustración: Lyubov Ivanova
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La Secretaría ha estado además marcada por cambios constantes. “Tiene mala relación con Escrivá y su equipo ha sido un caos, un baile de altas y bajas. Algunos salieron espantados”, explican. Le duró menos de tres meses su primera directora general de migraciones, Irune Aguirrezabal, exasesora de María Teresa Fernández de la Vega. Algo más, no mucho, duró el director general de Inclusión y Atención Humanitaria, Francisco Miguel Dorado.

Según datos del INE, en España hay casi cinco millones de extranjeros y cerca de dos millones y medio de ciudadanos con nacionalidad española nacidos fuera del país. A ellos habría que añadir alrededor de 400.000 migrantes en situación irregular. Un porcentaje sustancial de la población, y del electorado, destinado a ir en aumento. A excepción quizá de ERC, que tiene un proyecto a largo plazo y juega activamente esa baza para ampliar la base soberanista en la medida de lo posible, ningún partido está haciendo esfuerzos reales —presentando iniciativas, candidatos y campañas— por seducir al votante extranjero.

Pese a todo lo anterior, su entrada en el ‘ticket’ de Madrid podría ser buena noticia en un país que presenta una de las tasas más bajas de la OCDE en cuanto a representación de las personas de origen extranjero. Jalloul es hija de un ginecólogo libanés afincado en Zaragoza —Tallal Jallul—, un hombre muy implicado en política de su país en tiempos de la Guerra Civil que apoyó a los palestinos frente a las milicias cristianas e Israel. Es una pena que el salto de perfiles así a la primera línea se haga como todo lo demás: copiando una estrategia electoral estadounidense para sincronizar la vida política española con los relatos y las imágenes de Netflix y HBO.

El taller de ilusionismo de Moncloa ha presentado en sociedad a su Kamala Harris para el ‘ticket’ de Madrid. Alguien capaz de aportar energía, juventud y modernidad a Joe Gabilondo. Una turbina para electrizar a un candidato “soso, serio y formal”, la pieza que faltaba para una estrategia importada, basada en desactivar el torbellino populista mediante la técnica de la vaporización: llevando el debate a una sauna finlandesa. Así al menos se proyectó ayer el artefacto en los medios de comunicación que se prestaron a las comparaciones. “A mí me encanta ser Kamala Harris. Esa analogía me parece bien, me parece acertada”, dijo ella misma frente a las cámaras de 'Al Rojo Vivo'.

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