Es noticia
Las cuatro semanas que convirtieron a Meloni en la voz que tranquiliza a la Unión Europea
  1. España
  2. Takoma
Ángel Villarino

Takoma

Por

Las cuatro semanas que convirtieron a Meloni en la voz que tranquiliza a la Unión Europea

En menos de un mes, Meloni ha pasado de amenaza a garante de la OTAN y la estabilidad europea. El relato de estas cuatro semanas es un curso acelerado de 'turbopolítica'

Foto: Matteo Salvini, Silvio Berlusconi y Giorgia Meloni. (Reuters/Archivo/Yara Nardi)
Matteo Salvini, Silvio Berlusconi y Giorgia Meloni. (Reuters/Archivo/Yara Nardi)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Es posible que a estas alturas usted se sienta confuso. Es lógico. Hay que tener mucha paciencia, o mucho tiempo libre, para seguir la política italiana. Hagamos un repaso rápido antes de entrar en harina.

El lunes 26 de septiembre, hace menos de un mes, Europa amanece con la victoria de Giorgia Meloni en las elecciones. Aunque los resultados estaban más o menos claros desde hacía meses, esa mañana suenan los tambores de la alerta antifascista. Hasta en los análisis más agoreros se introduce un matiz: Fratelli d’Italia tiene que formar Gobierno con Forza Italia (Berlusconi) y con la Liga (Salvini). Se argumenta que son partidos ya establecidos, acostumbrados a ejercer el poder y a lidiar en la Unión Europea: un contrapeso para evitar que el país se arroje al precipicio. El equilibrio de poderes para gobernar se destaca como único alivio en una jornada aciaga. Quédense con esa imagen.

Foto: La bandera italiana, junto a la de la Unión, en la antigua residencia de Mario Draghi (EFE/G.Basilietti)

Pasan los días y Meloni redobla sus mensajes tranquilizadores para calmar las aguas dentro y fuera de Italia. Flirtea con Mario Draghi, lanza una sonora condena contra la “furia del nazifascismo”, abraza la causa ucraniana y repite una y mil veces que ella nunca ha defendido ciertas cosas (aunque sí lo ha hecho).

Pronto empieza el reparto de carteras. Meloni lleva a la presidencia del Senado y del Congreso a dos políticos con pedigrí ultra (Ignazio LaRussa, de Fratelli, y Lorenzo Fontana, de la Liga). Ambos con una larguísima trayectoria en la política profesional italiana, ambos exministros en gobiernos anteriores (uno con Il Cavaliere —cuando aún lo era— y otro con Giuseppe Conte, del Movimiento 5 Estrellas). Berlusconi, a quien han dejado fuera del primer reparto, se cabrea y amenaza con romper la baraja, pero le roban la cartera, sumando casi 20 votos anónimos entre los partidos de la oposición. Paréntesis: hay quinielas sobre las identidades de los 'traditori', pero lo normal es que tardemos aún unos meses en entender quiénes son y a cambio de qué ofrecieron su apoyo.

A la mañana siguiente se filtran las exigencias de Berlusconi para no abortar la formación de Gobierno: quería un ministerio para la senadora Licia Ronzulli (célebre por organizar sus fiestas en la Villa de San Martino), el Ministerio de Justicia (para controlar de cerca sus múltiples líos en los tribunales) y el control de las telecomunicaciones (para favorecer su conglomerado mediático). Meloni se niega en una negociación que acaba con la publicación de una foto. En la imagen se puede ver un papel en el que Berlusconi ha anotado, con excelente caligrafía, una ristra de insultos contra su socia ("sabionda", "prepotente", "ridícula"...). Se enfadan mucho los dos. Mueven las manos ante las cámaras. Se acusan. Luego se sacan una foto sonriendo. Aquí no ha pasado nada.

Foto: Giorgia Meloni. (Reuters/Guglielmo Mangiapane) Opinión

Continúa el reparto de poltronas y alguien filtra el audio de una conversación privada en la que Berlusconi confiesa ante un grupo de parlamentarios de su partido lo que realmente piensa de la guerra de Ucrania. Dice que Putin le mandó 20 botellas de vodka para su cumpleaños, que él le respondió con 20 botellas de lambrusco, que han intercambiado cartas muy ‘dulces’ y que son mejores amigos. Después expone una reconstrucción escalofriante de lo ocurrido en Ucrania desde 2014, una versión de los hechos que no firmarían con su nombre muchos propagandistas rusos a sueldo. Escándalo en Bruselas. Y a las pocas horas, Meloni envía el siguiente mensaje, que merece la pena transcribir entero: “Pretendo liderar un Gobierno con una línea de política exterior clara y sin ambigüedades. Italia es, con derecho pleno y la frente alta, parte de Europa y de la OTAN. Quien no esté de acuerdo con estos pilares no podrá formar parte del Gobierno, aunque eso signifique no formar Gobierno. Italia, con nosotros en el Gobierno, nunca será el eslabón débil de Occidente, ni una nación de la que desconfiar, como quieren muchos de nuestros detractores. Revivirá su credibilidad y así defenderá sus intereses. Y sobre esto exigiré claridad a todos los ministros de un posible Gobierno”.

En la siguiente escena, aparece la mano derecha de Berlusconi y candidato a ocupar el Ministerio de Exteriores, Antonio Tajani, presunta garantía de estabilidad tras haber sido vicepresidente de la Eurocámara y de la Comisión Europea. Tajani se pone a tuitear compulsivamente cosas 'otanistas' y cosas europeístas. Luego coge un avión a Bruselas, donde hay una reunión del Partido Popular Europeo, y se entrega a la tarea de quitarle importancia a las amistades peligrosas de su jefe. Algunos empiezan a decir en voz alta que el garante del orden institucional en Roma ya no es Forza Italia. De pronto, ese papel lo está interpretando Fratelli d'Italia. La puntilla llega desde Kiev: "Berlusconi bebe vodka, mientras que Meloni defiende los verdaderos valores".

Permítanme una pausa antes de continuar para disfrutar de los tuits de Tajani:

Todo en menos de cuatro semanas. Un curso acelerado de 'turbopolítica' del que se pueden sacar algunas lecciones:

- El fenómeno Meloni es mucho más complejo de lo que muestra la caricatura. Fratelli d'Italia es un partido nacido de los restos del naufragio de Alianza Nacional, la formación posfascista de Gianfranco Fini. Conviene recordar que el perfil de Fini se fue suavizando en los sucesivos gobiernos de Berlusconi en los que participó, hasta el punto de acabar siendo percibido como el más moderado de una coalición en la que ya estaban todos los actores: Forza Italia y la Liga Norte. Fini trató de crear una 'derecha italiana de la gente seria', una alternativa conservadora, un poco beata, que en diferentes fases trató de reinventar el modelo democristiano y que, por ejemplo, cultivaba buenas relaciones con el Partido Popular de José María Aznar. Fini, un señor culto y muy estricto, sabía que con Berlusconi y Umberto Bossi no se podía competir en el campo del populismo y las excentricidades.

- Si los políticos son transformistas en todo el mundo, en Italia cambian de disfraz a la velocidad de Mortadelo. En una entrevista con El Confidencial publicada días antes de las elecciones, el sociólogo Raffaele Ventura aventuraba una hipótesis que sonaba arriesgada: que Meloni no solo no iba a ser una rabieta pasajera, sino que podría acabar estabilizando la derecha italiana con un proyecto duro, pero sostenible, aceptable en Europa y capaz de integrar a los últimos votantes de Forza Italia (un partido que presumiblemente morirá con Berlusconi) y de quedarse con las conquistas de la Liga Norte desde Roma hasta Sicilia. El hueco existe y el electorado al que apela convive con la llama tricolor sin grandes escándalos desde hace muchas décadas. Recordemos, de nuevo, que Alianza Nacional lo llevaba también en su escudo.

Foto: Giorgia Meloni, ganadora de las elecciones en Italia.

- La UE tiene muchas más tragaderas de las que queremos imaginarnos. Empezando por el Partido Popular Europeo. Recuerda nuestro corresponsal en Bruselas, Nacho Alarcón, que en los años de Helmut Kohl se decidió relajar estratégicamente el código de conducta de la gran familia de la derecha europea para poder competir con los socialistas. En aquellos tiempos, admitieron a Forza Italia y admitieron al Partido Popular (que también era visto con reticencias por algunos socios por sus orígenes posfranquistas) provocando, por cierto, la salida del PNV. También toleraron (y defendieron) durante años a Viktor Orbán, una relación que solo se rompió por la presión de los partidos liberales nórdicos y por los ataques viscerales de Hungría contra Juncker. En diferentes momentos hubo también negociaciones para integrar a Alianza Nacional, e incluso a la Liga (en aquel breve lapso en el que Salvini se puso literalmente unas gafas para parecer un estadista).

- Forza Italia y la Liga no han sido nunca derecha ortodoxa, por decirlo de alguna manera. De todos los jefes de Gobierno que han pasado por las grandes democracias de la UE, ninguno ha tenido un comportamiento tan parecido al de Orbán como Berlusconi: control de la Justicia, guerras sucias contra sus rivales, campañas electorales plagadas de trampas, monopolio informativo, relaciones con el crimen organizado, cercanía con Putin, chantajes y caprichos en política exterior… La Liga, a su vez, tiene una larga tradición xenófoba y varios de sus exponentes, como Mario Borghezio, coquetearon abiertamente con la extrema derecha. Si no levantaron tanto revuelo es porque eran otros tiempos y porque Italia se ha percibido siempre desde el folclore y la risa, como una jaimitada mediterránea. Cuando Il Cavaliere llegó al poder, el relato de la derecha populista que amenaza la democracia no había calado aún en el mundo anglosajón. Fue, sin embargo, una obsesión enraizada entre la élite intelectual italiana.

Indro Montanelli se equivocaba poco, pero se equivocó con aquello de que Berlusconi vacunaría al país contra el populismo. Sucedió al revés: inoculó un virus que se ha extendido por el mundo y ante el que el país transalpino ya reacciona como un paciente asintomático.

Coda de desdramatización: el novio de Meloni, Andrea Giambruno, es un periodista de centro izquierda y trabaja en una de las televisiones de Berlusconi.

Es posible que a estas alturas usted se sienta confuso. Es lógico. Hay que tener mucha paciencia, o mucho tiempo libre, para seguir la política italiana. Hagamos un repaso rápido antes de entrar en harina.

Silvio Berlusconi
El redactor recomienda