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Latinos sí, musulmanes no. Las leyes raciales de Vox
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Ángel Villarino

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Latinos sí, musulmanes no. Las leyes raciales de Vox

Alrededor del 80% de los irregulares que viven en España procede de América Latina. Vox, que propone expulsar a los 'sin papeles', tendría que establecer excepciones si quiere protegerlos

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal. (Reuters/Violeta Santos Moura)
El líder de Vox, Santiago Abascal. (Reuters/Violeta Santos Moura)
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Vox es el último partido en lanzarse a por el llamado voto latino. Lo ha hecho copiando descaradamente la exitosa estrategia del Partido Republicano estadounidense, incluso versionando un tema y una canción (“Latinos por Donald Trump”), que aquí es “Latinos por Abascal”. Resulta curioso cómo los enemigos declarados del globalismo se dejan influenciar con tanta frecuencia y tanto entusiasmo por las ideas que llegan del Imperio global. Hasta tal punto, que parecen haber claudicado en su pelea por imponer términos como hispanos o iberosfera, renunciando a etiquetas que encajan mejor con su visión del mundo, pero que tienen muy poco recorrido entre la comunidad a la que apelan.

Sobre eso que llamamos voto latino se están importando también algunos lugares comunes que merece la pena revisar. El más tosco de todos es pensar que tienen una preferencia ideológica innata en su ADN cultural. Se repite que el votante latino es conservador por naturaleza, una idea que encaja mal con el mapa político actual de su continente, pintado de rojo casi en su totalidad. Es cierto que la asociación se adapta como un guante a los anhelos de la comunidad venezolana instalada en Madrid, especialmente entre aquellos que huyeron del chavismo y viven con el miedo a que se repita la pesadilla en su país de acogida. Como contamos en su día en El Confidencial, ahí sí que hay un nicho jugoso para las opciones conservadoras, una oportunidad que vio Isabel Díaz Ayuso antes que sus rivales y que su equipo ha sabido movilizar con destreza. Vox también se ha movido en ese terreno, pero desde una óptica más geopolítica, fortaleciendo lazos con la nueva derecha latinoamericana en auge, con la que tiene más en común que el Partido Popular.

Foto: William Cárdenas, abogado de la diáspora venezolana. (EC)

La comunidad venezolana instalada en España es numerosa y políticamente muy activa, pero ni siquiera es la más grande. Ese primer puesto lo ocupan los colombianos, con bastante diferencia. Hace 20 años, no había más de 50.000 y ahora se estima que superan los 700.000, según cálculos del propio consulado. La mitad de ellos (unos 350.000) ya pueden votar en unas elecciones generales. Conscientes de la magnitud, hay varios partidos que llevan tiempo trabajando para atraer su voto. El Gobierno de Pedro Sánchez, por ejemplo, ha permitido que los estudiantes que se matriculan en las universidades públicas españolas puedan trabajar 30 horas a la semana para ganar algo de dinero, además de haber agilizado los trámites para la homologación de los títulos académicos. Aunque fue Mariano Rajoy el que más hizo por los colombianos, retirando el requisito de obtener un visado para entrar en España, y disparando las cifras de irregulares.

“Es imposible saberlo con certeza, pero diría que el voto colombiano está muy repartido. La mayoría trabaja en sectores como la hostelería, y muchos tienen simpatía por el PSOE. Luego hay un porcentaje alto que vota por el PP, sobre todo en niveles socioeconómicos medios y altos. En Madrid, Ayuso despierta grandes simpatías. Y seguro que hay alguno que vota a Vox porque le convencen sus políticas o por lo que sea, pero en general siguen desconfiando cuando escuchan mensajes como que España es para los españoles”, comenta Juan Carlos Iragorri, un veterano periodista colombiano afincado en España, actual corresponsal de RCN Radio. Algo parecido ocurre con otras tres comunidades latinoamericanas muy numerosas: peruanos, ecuatorianos y centroamericanos, que no tienen una identidad ideológica marcada y suelen acudir a las urnas tan divididos como pueden estarlo los propios españoles.

Foto: Ilustración: Lyubov Ivanova
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En términos más amplios, la estrategia de Vox está fundamentada sobre una lógica que se ha venido planteando desde la propia fundación del partido. Sus dirigentes sitúan a menudo el rechazo a la inmigración en un plano cultural, en el que los latinos serían hermanos y, por lo tanto, inmigrantes aceptables. Se trata de distinguirlos del resto, sobre todo de los provenientes de África u Oriente Medio, y con más motivo si son musulmanes.

Esta idea tiene una debilidad práctica de base, ya que se estima que el 80% de los inmigrantes irregulares que viven ahora mismo en España proviene de Latinoamérica, mientras que los africanos, incluidos los magrebíes, apenas suman el 10%. Los colombianos, por cierto, son los más numerosos, como explicábamos en este reportaje. En consecuencia, si Vox pretende deportar a todos los extranjeros que no tengan los papeles en regla, castigará principalmente a las comunidades latinas que dice apoyar. Y, si para evitar que algo así ocurra, decidiese establecer excepciones por países de origen y confesiones religiosas, estaríamos entrando en un terreno que ya empieza a recordar mucho a las leyes raciales.

Vox es el último partido en lanzarse a por el llamado voto latino. Lo ha hecho copiando descaradamente la exitosa estrategia del Partido Republicano estadounidense, incluso versionando un tema y una canción (“Latinos por Donald Trump”), que aquí es “Latinos por Abascal”. Resulta curioso cómo los enemigos declarados del globalismo se dejan influenciar con tanta frecuencia y tanto entusiasmo por las ideas que llegan del Imperio global. Hasta tal punto, que parecen haber claudicado en su pelea por imponer términos como hispanos o iberosfera, renunciando a etiquetas que encajan mejor con su visión del mundo, pero que tienen muy poco recorrido entre la comunidad a la que apelan.

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