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No es el carácter de Sánchez: el cambio en la política española es estructural
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Ramón González Férriz

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No es el carácter de Sánchez: el cambio en la política española es estructural

Nada de esto son buenas noticias. En realidad, son bastante malas, tanto para la gobernabilidad del país como para su estabilidad y para el avance de las políticas centristas y moderadas

Foto: Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados. (Reuters/Violeta Santos Moura)
Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados. (Reuters/Violeta Santos Moura)
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Estos últimos días ha circulado un meme en el que un supuesto votante extremeño del PSOE se queda perplejo al darse cuenta de que su voto va a contribuir a que el partido de Carles Puigdemont, Junts, disponga de grupo parlamentario en el Congreso. Eso es más o menos lo que va a suceder mañana, después de que los socialistas le hayan cedido cuatro de sus diputados para que llegue al mínimo exigido y pueda así obtener importantes contraprestaciones económicas y más autonomía parlamentaria. Era una de las exigencias de los independentistas para apoyar una eventual investidura de Pedro Sánchez. El meme con la cara del socialista extremeño confundido era muy gracioso. Pero, por desgracia, también inverosímil.

Porque, a diferencia de lo que sucedió en las dos elecciones de 2019, el votante del PSOE en las del pasado 23 de julio sabía perfectamente cuáles eran los planes de Pedro Sánchez. Sabía que, en caso de que la derecha no sumara una mayoría suficiente, Sánchez buscaría el apoyo de Sumar, el PNV y los independentistas para ser investido y luego legislar. Quizá los más optimistas pensaran que para ello no sería necesario cortejar a Junts, pero obviamente, en caso de serlo, el PSOE lo iba a hacer. De hecho, el votante del PSOE —y quizá también cualquier votante— sabía que Pedro Sánchez no iba a ser particularmente remirado a la hora de buscar apoyos: intentaría conseguir todos los que necesitara. Los que fueran.

Foto: Gabriel Rufián y Yolanda Díaz. (EFE/Mariscal)

Porque esa es la nueva realidad estructural de la política española: que la izquierda solo va a poder gobernar con el apoyo del independentismo. El PSOE, que es la máquina de generar relatos políticos más efectiva de España, dirá que se trata de una apuesta por la concordia, o una oportunidad para solventar los conflictos territoriales, o cualquier otra cosa que le parezca que a sus votantes les parecerá aceptable. Pero es otra cosa. Dado que los dos grandes partidos han decidido que no van a apoyarse parlamentariamente en ningún caso, ni mucho menos formar una gran coalición, se ha convertido en un destino. Y, en contra de lo que muchos quieren pensar, lo será durante mucho tiempo.

No solo el carácter

Una parte relevante de la opinión pública se ha aficionado a atribuir mucho de lo que pasa en la política española, y en particular en la izquierda, al carácter de Sánchez. Es capaz de todo por mantenerse en el poder —se repite—, no tiene ningún reparo en mentir, ha traicionado la ideología de su partido para sobrevivir. Todo esto tiene mucho de cierto. Pero esos rasgos son aplicables en mayor o menor medida a todos los políticos que gobiernan sin mayorías suficientes. Y, en los últimos tiempos, se ha convertido en la excusa perfecta para quienes no quieren ver que en nuestro sistema político se ha producido un cambio que será duradero. La etapa surgida con la Constitución de 1978 puede durar, y es deseable que lo haga. Pero se ha transformado profundamente. Se ha acabado el tiempo de las mayorías absolutas (en las nueve legislaturas, entre 1982 y 2015, hubo cinco). Se ha acabado el tiempo en que los dos grandes partidos podían apoyarse de manera puntual en los partidos nacionalistas moderados (es lo que sucedió en las otras cuatro). Se ha acabado la posibilidad de acuerdos transversales más o menos duraderos (seguramente el último caso fue la aprobación del artículo 155 en 2017). El sistema no estaba pensado para funcionar con dos bloques permanentes e incapaces de cooperar, pero tendrá que aprender a operar así porque ese es ahora su rasgo central.

A diferencia de Sánchez, sin embargo, Alberto Núñez Feijóo parece no haberse dado cuenta de esa transformación estructural. O, más bien, no se ha resignado a ella. Feijóo actúa como si ese terremoto solo afectara a la izquierda y él pudiera seguir actuando como en los buenos viejos tiempos. De ahí su intempestivo intento de negociar con el PNV, o incluso con Junts, el apoyo a su investidura de finales de septiembre. Tal vez se trate de una simple muestra de cortesía parlamentaria. En ese caso, es de agradecer. Pero si alguien en el PP cree que este puede conseguir el apoyo de quienes son ya miembros del otro bloque estructural, o que en el futuro tendrá alguna otra opción que no sea gobernar con el apoyo de Vox, es que vive atrapado en una mentalidad pasada.

Foto: Reunión de Feijóo con varios barones del PP. (EFE/David Mudarra)

Que mañana la mesa del Congreso apruebe que el PSOE le preste diputados a Junts para que disponga de un grupo parlamentario propio es casi lo de menos. Y el carácter del actual presidente es un elemento muy influyente, pero solo coyuntural, de nuestra democracia. Lo realmente relevante es que esta se ha transformado de una manera estructural y que, mientras los dos grandes partidos se nieguen a cooperar, cualquier líder del PSOE del futuro tendrá que actuar de manera muy parecida a la de Sánchez. Del mismo modo, llegará un momento en que Feijóo o quien le sustituya al frente del PP se dará cuenta de que no hay un camino que evite hacerlo todo o casi todo con Vox. Y así como el votante del PSOE le perdona a este sus alianzas, el del PP se lo perdonará a él. Por mucho que los rivales se rían de ellos en memes.

Por supuesto, nada de esto son buenas noticias. En realidad, son bastante malas, tanto para la gobernabilidad del país como para su estabilidad y para el avance de las políticas centristas y moderadas. Pero es lo que los españoles nos hemos dado y no deberíamos culpar de ello a nadie más. Aunque en ocasiones sea realmente tentador atribuirlo al exasperante y muchas veces nocivo carácter del presidente.

Estos últimos días ha circulado un meme en el que un supuesto votante extremeño del PSOE se queda perplejo al darse cuenta de que su voto va a contribuir a que el partido de Carles Puigdemont, Junts, disponga de grupo parlamentario en el Congreso. Eso es más o menos lo que va a suceder mañana, después de que los socialistas le hayan cedido cuatro de sus diputados para que llegue al mínimo exigido y pueda así obtener importantes contraprestaciones económicas y más autonomía parlamentaria. Era una de las exigencias de los independentistas para apoyar una eventual investidura de Pedro Sánchez. El meme con la cara del socialista extremeño confundido era muy gracioso. Pero, por desgracia, también inverosímil.

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