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Cataluña: Sánchez sigue sin exigir lo importante
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Ramón González Férriz

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Cataluña: Sánchez sigue sin exigir lo importante

La fórmula negociadora del presidente español recuerda a la dinámica de los rendimientos decrecientes. Negociando con los independentistas, primero consiguió su apoyo a la investidura; luego, un canje con los presupuestos; ahora, nada en absoluto

Foto: Sánchez y Aragonès se reúnen por primera tras la investidura. (Europa Press/David Zorrakino)
Sánchez y Aragonès se reúnen por primera tras la investidura. (Europa Press/David Zorrakino)
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Esta semana se celebró una nueva reunión entre el presidente del Gobierno y el de la Generalitat. Entre otras cuestiones, Sánchez le prometió a Aragonès una Ley Orgánica de garantía del plurilingüismo para asegurar "el derecho de la ciudadanía a dirigirse a la Administración del Estado en las lenguas cooficiales" y así "protegerlas y fomentarlas".

Es una forma de reconocer el pluralismo del país. Está muy bien. Pero la fórmula negociadora del presidente español es una versión extrema de la dinámica de los rendimientos decrecientes. Negociando con los independentistas, primero consiguió su apoyo a la investidura; luego, un canje con los presupuestos; ahora, nada en absoluto.

No existe ninguna razón para fiarse de Sánchez cuando afirma, como hizo antes de la reunión, que no se celebrará un referéndum. Ha incumplido promesas anteriores y podría incumplir también esta. Pero tampoco la hay para oponerse a algunos de los puntos que pactó con Aragonès: no es nada intrínsecamente negativo que, en un modelo como el autonómico, sea el poder regional el que gestione el Ingreso Mínimo Vital, se ocupe los trenes de cercanías o participe en el impulso de un centro tecnológico de preproducción de chips.

Sin embargo, es llamativo que, a cambio, Sánchez nunca pida a los independentistas nada que no esté vinculado a su propia supervivencia en el poder. Y eso afecta directamente a la que, en estos momentos, cuando parece que los propios independentistas se han dado cuenta del fracaso del procés, es la mayor prioridad política en Cataluña: asegurarse de que, tras años de un atroz uso partidista de las instituciones catalanas, estas reconozcan la pluralidad interior de Cataluña y se comprometan a respetarla.

Una Cataluña homogénea

El mayor problema del nacionalismo catalán, al menos cuando los partidos que gestionan el autogobierno no violentan las leyes, es su plan para homogeneizar las preferencias lingüísticas, identitarias y hasta sentimentales de los catalanes. Han puesto a todas las instituciones catalanas a trabajar en ello. Lo hace, en buena parte, la escuela, y lo hacen, sin tasa, la televisión y la radio públicas. Lo hicieron durante un tiempo los responsables de edificios públicos que los adornaron con lazos y carteles partidistas. Lo hace buena parte del aparato cultural que se financia con dinero de los contribuyentes.

El tan preciado lema "un sol poble", con el que los nacionalistas hacen referencia a su deseo de que la sociedad catalana esté cohesionada independientemente de los orígenes familiares de sus miembros, es en realidad un mandato para que la mitad de ellos (en general, los más pobres) asuman las señas de identidad de la otra mitad (en general, la más rica). Es un plan que lleva décadas en marcha, es sistemático y se implanta de manera explícita: el nacionalismo catalán quiere una España plural, pero una Cataluña monolítica.

Foto: Vista general del interior del Parlamento Europeo. (Belga/Europa Press)

De modo que Sánchez lo tendría relativamente fácil para, tras obtener el apoyo de los independentistas a su investidura, y de canjear luego el apoyo del PSC a los presupuestos catalanes por el de ERC al de los españoles, utilizar esas concesiones para extraer otras a la Generalitat. Parece un pacto lógico: España reconocerá su pluralidad interior y la protegerá, pero Cataluña debe hacer lo mismo con la suya.

Pero ya los términos en que Sánchez pactó la amnistía con Carles Puigdemont eran un anuncio de que no iba a hacer algo así. Lo dijo ayer en su artículo de El País Javier Cercas, un declarado antiindependentista y votante de Pedro Sánchez: "en el acuerdo firmado por el PSOE y JxCAT, Cataluña se identifica solo con los secesionistas, lo que quiere decir que los no secesionistas, que ya sobrábamos en Cataluña, sobramos ahora en España".

Cercas se siente traicionado porque no solo daba por hecho que no habría amnistía, sino que pensaba que las cesiones de Pedro Sánchez al independentismo requerirían que este hiciera algo más que darle sus votos para poder seguirle extrayendo concesiones. Pero no ha sido así y no será así. Cercas lo decía perfectamente: "He oído asegurar que, con la amnistía, los secesionistas han renunciado a la llamada unilateralidad y vuelto a la Constitución, y he visto que a quien lo decía no se le caía la cara de vergüenza".

La renuencia de la izquierda

Es bueno que España reconozca su pluralidad lingüística. No tiene nada de malo adoptar una interpretación más descentralizada del Estado de las autonomías, aunque uno en ocasiones se pregunte dónde están los límites de esa descentralización. Pero todo ello tiene que ir acompañado del compromiso del presidente de la Generalitat de que esta representará y protegerá a todos los catalanes y sus preferencias lingüísticas, identitarias y hasta sentimentales.

Para ello, es imprescindible que Sánchez y el resto de la izquierda española, que parecen haber convertido el pacto con los independentistas no solo en la consecuencia de una coyuntura electoral, sino en la manera de plasmar a largo plazo una determinada idea de España, hagan un movimiento doble: está bien que catalanicemos un poco las instituciones españolas, pero eso requiere que también españolicemos las catalanas.

No es un proyecto que la izquierda vaya a asumir. Quizá el presidente piense que, tras su investidura, y un intercambio de apoyos en ambos presupuestos, no hay nada que pueda o deba hacer por la mitad de los catalanes no independentistas, muchos de los cuales le han votado a él. Pero es probable que se deba a algo peor: la profunda renuencia de la izquierda a admitir que en Cataluña hay un problema real con el pluralismo.

Esta semana se celebró una nueva reunión entre el presidente del Gobierno y el de la Generalitat. Entre otras cuestiones, Sánchez le prometió a Aragonès una Ley Orgánica de garantía del plurilingüismo para asegurar "el derecho de la ciudadanía a dirigirse a la Administración del Estado en las lenguas cooficiales" y así "protegerlas y fomentarlas".

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