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Ramón González Férriz

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¿Puede el PSOE dar con un nuevo relato ganador?

Lo que era un relato cambiante, robusto y relativamente sofisticado se ha acabado convirtiendo en un hilillo argumental

Foto: El presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, interviene en la sesión de control al Gobierno. (EFE/Mariscal)
El presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, interviene en la sesión de control al Gobierno. (EFE/Mariscal)
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Desde que llegó al poder en junio de 2018, el relato de Pedro Sánchez sobre sus sucesivos gobiernos ha cambiado mucho. Pero ha sido muy robusto en todas sus encarnaciones. Y siempre ha resultado convincente para el votante de izquierdas, que ha creído que ese mudable argumentario era obra de un líder astuto y flexible. Hagamos memoria.

De la tecnocracia a la lucha contra el fascismo

Sánchez llegó al poder afirmando que era necesario expulsar al PP del Gobierno por su corrupción y sus ineficaces políticas de austeridad. Formó un gabinete paritario, centrista y tecnocrático. El ministro de Ciencia era un astronauta. La de Economía, una alta funcionaria del Estado que trabajó en la Comisión Europea como guardiana de la ortodoxia fiscal. El de interior, un juez implacable con ETA.

Cuando Ciudadanos, PP y Vox se manifestaron en Colón para protestar contra sus pactos con el independentismo, Sánchez convirtió su Gobierno en el de la negociación territorial. Hasta sacó a Franco de su tumba. Pero seguía siendo un hombre de orden que señalizaba su aversión al radicalismo. Sin embargo, después de las elecciones de noviembre de 2019, pactó con Podemos y con los independentistas. Porque lo importante, dijo, era disponer de un Gobierno de izquierdas que impulsara políticas de progreso.

Con la pandemia, regresó el mensaje de que el Gobierno era tecnocrático y basaba sus políticas en los datos y la ciencia. Con los fondos Next Generation, que era europeísta y keynesiano. Tras la invasión de Ucrania, Sánchez dejo claro que España era, pese al pacto con Podemos, partidaria de la OTAN. El Gobierno había convertido la paridad y el feminismo en una de sus principales señas de identidad, pero de repente no estaba de acuerdo con los excesos promovidos por el socio menor de la coalición. Tras las elecciones de julio de 2023, la amnistía dejó de ser una propuesta inconstitucional y pasó a ser justo lo que necesitaba España. La independencia judicial era importante, pero los jueces estaban discrepando demasiado de los planes del Ejecutivo, en lo que por fuerza debía ser una estrategia de la derecha. El Gobierno que formó Sánchez tras la investidura ya no era tecnocrático, sino de políticos de partido, porque eso era lo idóneo para enfrentarse al fascismo.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mariscal) Opinión
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Quizás a muchos les parezca que este relato no tiene pies ni cabeza y que Sánchez es un oportunista sin ideas propias. Pero para muchos votantes, esta narrativa, aunque no resulte plenamente satisfactoria, es lo mejor a lo que puede aspirar la izquierda. Una mezcla de ideales y adaptación. Una historia de supervivencia. Un muro frente a la derecha.

Cada vez más difícil

Sin embargo, en los tres meses transcurridos desde la última investidura, Sánchez ha tenido que hacer frente a tantos reveses que, por primera vez, no ha sido capaz de actualizar con éxito su relato. La amnistía supuestamente necesaria para la concordia fue rechazada por los propios independentistas. Aunque los resultados de las elecciones en Galicia no respondieran a cuestiones de política nacional, fueron la demostración de que dos hechos que el relato presidencial consideraba incompatibles —la victoria del PP y la derrota de Vox— pueden convivir perfectamente. No solo ha estallado un caso de corrupción en el seno del Gobierno, sino que en su respuesta Sánchez ha incurrido en una incoherencia demasiado evidente: ha exigido que José Luis Ábalos, que no está imputado, renuncie a su escaño al mismo tiempo que pretende perdonar delitos de malversación a otros políticos acusados o condenados. Todas las penalidades que pudieran surgirle al Gobierno, o todas las incongruencias en las que pudiera incurrir, decía el relato de los últimos años, tenían sentido porque este iba a hacer más políticas sociales que beneficiaran a los más humildes. Sin embargo, el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, ya ha deslizado que tal vez no haya presupuestos para 2024. Quizá, pues, no haya nuevas políticas sociales.

El relato del Gobierno, en consecuencia, ha quedado reducido a unas pocas ideas. En realidad, a una sola. Vox sigue ahí, por lo que un Gobierno de izquierdas siempre será preferible. Como se encarga de recordar Patxi López en todas las ruedas de prensa en el Congreso, puede haber corrupción en todas partes, pero al menos Sánchez ha reaccionado rápido y no ha permitido, como hizo el PP, que un caso aislado se convierta en una trama delictiva. Como dicen una y otra vez los medios de comunicación de izquierdas y los activistas progresistas, ¿acaso no debemos recordar lo del hermano de Ayuso? Lo que era un relato cambiante, robusto y relativamente sofisticado se ha acabado convirtiendo en un hilillo argumental según el cual el PSOE será lo que sea, de acuerdo, pero peor es el PP.

Esto no significa que el Gobierno de Sánchez pierda el apoyo de sus votantes y aliados, cuya idea central siempre ha sido y será que peor es el PP, y no digamos ya si viene acompañado de Vox. No significa que el Gobierno vaya a caer antes de que termine la legislatura. Pero sí significa que, al menos por el momento, el PSOE ha perdido lo que en sus últimos seis años ha sido su mayor activo: una capacidad extraordinaria para adaptar su relato a las necesidades del momento y para convertir los problemas en oportunidades narrativas. Ahora mismo, tras la amnistía, Galicia, Koldo y la posible postergación de los presupuestos, es muchísimo más difícil actualizar el relato. Prepárense, pues, para oír un solo argumento: peor es el PP. No habrá más.

Desde que llegó al poder en junio de 2018, el relato de Pedro Sánchez sobre sus sucesivos gobiernos ha cambiado mucho. Pero ha sido muy robusto en todas sus encarnaciones. Y siempre ha resultado convincente para el votante de izquierdas, que ha creído que ese mudable argumentario era obra de un líder astuto y flexible. Hagamos memoria.

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