Una Cierta Mirada
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La segunda edición del 'ayusazo'
En bastantes aspectos, su discurso, su estilo y su lenguaje son mucho más frescos y contemporáneos que los de otros dirigentes del PP y que los de la mayoría de sus adversarios de la retroizquierda
Muchos interpretaron la victoria espectacular de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones anticipadas del 4-M de 2021 como un fenómeno paranormal, relacionado con el especialísimo ambiente que se creó en torno a la gestión de la pandemia en Madrid —donde Ayuso desafió las políticas confinatorias y restrictivas del Gobierno central y de la mayoría de los autonómicos, apostando por sostener a toda costa la actividad económica y el tono social—. "Madrid no se cierra" fue el lema de aquella apuesta de alto riesgo.
La estrategia resultó ser sanitariamente acertada y, sobre todo, socialmente triunfal. La pifia de Ciudadanos en Murcia ayudó a completar el éxito de la maniobra. Ayuso duplicó los votos que ella misma había obtenido dos años antes. Muchas personas que jamás antes habían votado al PP lo hicieron entonces arrastradas por el clima euforizante que se creó en torno a la nueva lideresa.
Había nacido un icono social; y lo más sorprendente para los oficiantes del dogma es que lo hizo arrasando la izquierda en sus feudos históricos y enarbolando sacrílegamente la palabra libertad. La persecución estúpida que Casado emprendió contra ella terminó de componer la leyenda, añadiéndole el atributo de víctima matagigantes. Además, consiguió emerger como la réplica más dañina para Sánchez en el territorio más antisanchista de España. Línea y bingo para ella.
Los administradores de las categorías políticas se protegieron del revolcón parapetándose tras dos estereotipos que confunden más que aclaran a la hora de explicar el fenómeno: que la chica tiene poco dentro de la cabeza (como si el jefe actual de la retroizquierda gobernante fuera un gigante del pensamiento político) y que no era otra cosa que un rebrote de la derechona reaccionaria de toda la vida, una recreación posmoderna de Esperanza Aguirre impregnada de aznarismo, fronteriza con Vox y enlazada remotamente con los curas trabucaires del siglo XIX. Demasiado cómodo y radicalmente insuficiente para explicar cómo alguien de esas características le propinó semejante paliza a la izquierda en Vallecas y Fuenlabrada y se llevó de calle el voto de la clase obrera.
La caricatura habitual de Ayuso no explica cómo alguien de esas características le propinó semejante paliza a la izquierda
Propongo un juego para un curso de comunicación política: imaginen tres carteles electorales con los rostros de Felipe González, Zapatero y Sánchez, todos ellos con la palabra libertad: uno de los tres no funciona en absoluto. A continuación, imaginen otros tres carteles con las caras de Aznar, Rajoy y Ayuso con la palabra libertad: solo uno funciona (funcionó, de hecho). Se acabó el monopolio de los conceptos y las causas. Mientras la izquierda onanista y acomodaticia no asimile la naturaleza del proceso que ha conducido a ese resultado subversivo para sus esquemas, estará inerme para lo que viene.
De momento, la encuesta de IMOP-Insights que hoy publica El Confidencial demuestra que lo de mayo del 21 no fue un espejismo ni un efecto transitorio de la fiebre pandémica. Muchos presidentes autonómicos quisieran para sí la fortaleza demoscópica que presenta Isabel Díaz Ayuso en la línea de salida de esta campaña.
Quienes eligieron su papeleta hace dos años parecen albergar pocas dudas sobre lo que harán el 28-M. El 82% de ellos considera que la situación actual de la Comunidad de Madrid es buena, el 78% cree que Madrid está mejor que el resto del país y el 84% valora positivamente la gestión del Gobierno regional. Sus votantes del 21 otorgan a Ayuso una puntuación media de 8,1 sobre 10. La gran mayoría declara que su voto ya está decidido y se inclina masivamente por revalidar su apoyo. El PP apenas sufre pérdidas hacia otros partidos y su porcentaje de indecisos es tan solo de un 14%. Además, el 40% de quienes votaron a Ciudadanos y el 21% de quienes apoyaron a Vox anuncian ahora su propósito de pasarse al campo de Ayuso. Ello la conduciría a mejorar su porcentaje de 2021, pasando del 44,8% al 46,4%. Hasta se ha permitido rejuvenecer su base electoral, que ha pasado de 52,8 a 51,1 años de edad media, dejando al PSOE como el partido más envejecido del arco político.
En la Comunidad de Madrid, la política está completamente dominada por la figura de Isabel Díaz Ayuso, convertida en protagonista estelar y objeto referencial único de la conversación colectiva. A su vez, su figura está doblemente impregnada de polarización: la que han creado sus adversarios políticos y la que ella misma cultiva y alimenta cotidianamente, como dicen que hacen los buenos yudocas: aprovechar el impulso del rival para derribarlo. Nadie como ella ha mostrado una maestría tan consumada en esa técnica.
En la CAM, la política está completamente dominada por la figura de Ayuso, convertida en protagonista estelar y objeto referencial único
En Madrid, el corte político es tajante. En la famosa escala ideológica del 1 al 10, menos de la mitad de la población se ubica en la zona templada (entre el 4 y el 6) donde, a nivel nacional, suele agruparse cerca del 70%. Todas las preguntas valorativas sobre la situación de la región y la gestión del Gobierno regional obtienen respuestas drásticamente antagónicas en función de la posición política del entrevistado. Y la valoración que recibe Ayuso es brutalmente bipolar: un notable muy alto, superior al 8 de nota media, en el espacio de la derecha, y un suspenso categórico, inferior al 2, en el de la izquierda.
La encuesta arroja, pues, la imagen de una comunidad con una clara prevalencia de la derecha sobre la izquierda (16 puntos de diferencia entre uno y otro bloque), con un altísimo grado de polarización binaria que deja el espacio de la centralidad prácticamente desierto y bastante orgullosa de su propio progreso en comparación con el resto de España. Ciertamente, la preocupación por la sanidad ha prendido en la población; esa es la única baza que puede jugar la izquierda en la campaña y será el talón de Aquiles de Ayuso. Pero no será el PSOE de Lobato quien se beneficie de ello, sino Mónica García, verosímilmente confirmada como lideresa de la oposición en la CAM, como Rita Maestre en el ayuntamiento, para mayor satisfacción de Yolanda Díaz.
Se equivocan quienes catalogan pertinazmente a Isabel Díaz Ayuso como una heredera de la derecha tradicional, confesional y conservadora a ultranza. Nadie la verá jamás manifestándose del brazo de los obispos ni recitando el corpus ideológico del nacionalcatolicismo integrista. En bastantes aspectos, su discurso, su estilo y su lenguaje son mucho más frescos y contemporáneos que los de otros dirigentes del PP y que los de la mayoría de sus adversarios de la retroizquierda (esta sí, neopuritana y ceniza). Estamos más bien ante un modelo próximo a la derecha laica y libertaria, de tintes ácratas y desacomplejada en el terreno ideológico, una fórmula que prospera velozmente en Estados Unidos y en varios países europeos. Nuestra izquierda arcaizante está muy lejos de encontrar el antídoto para un producto que ni siquiera ha hecho el esfuerzo de interpretar.
Con todo, se da la paradoja aritmética de que la mayor esperanza de Ayuso de conseguir la mayoría absoluta radica en que Podemos desaparezca de la Asamblea regional por no alcanzar el 5% (lo que también puede ocurrir en el ayuntamiento de la capital, como se verá en la encuesta que publicaremos mañana). Así pues, sin regatear sus méritos propios como competidora formidable, Isabel Díaz Ayuso tendrá una deuda eterna con Pablo Iglesias: su ríspida irrupción en la campaña de 2021 la catapultó hacia la victoria y el naufragio del partido podemita (nacido y criado en Madrid) puede dispensarle la mayoría absoluta en 2023.
Muchos interpretaron la victoria espectacular de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones anticipadas del 4-M de 2021 como un fenómeno paranormal, relacionado con el especialísimo ambiente que se creó en torno a la gestión de la pandemia en Madrid —donde Ayuso desafió las políticas confinatorias y restrictivas del Gobierno central y de la mayoría de los autonómicos, apostando por sostener a toda costa la actividad económica y el tono social—. "Madrid no se cierra" fue el lema de aquella apuesta de alto riesgo.
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