Rumbo Inversor
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¿Cuánto dinero tienes que perder para cambiarte de entidad?
La confianza de los clientes en sus entidades y en las personas que tratan con ellas es tal que la mayoría hace caso a pies juntillas de las recomendaciones que les dan
Hace unos días comentaba con un profesional del sector el caso de una entidad especializada en banca privada que no deja de crecer a pesar de que las rentabilidades que obtienen sus clientes son muy bajas. Ambos conocíamos a varios inversores que habían salido de esa entidad hartos de perder dinero. Sin embargo, la capacidad de aquella entidad para atraer nuevos clientes es enorme. Su crecimiento se basa en que los clientes que entran son más que los que se marchan.
Esta circunstancia me recuerda hasta qué punto la gran mayoría de inversores particulares con patrimonios elevados no son capaces de diferenciar si están obteniendo en el largo plazo unos resultados mejores o peores de los que habrían obtenido en otras alternativas de inversión similares.
La confianza de los clientes en sus entidades y en las personas que tratan con ellas es tal que la mayoría hace caso a pies juntillas de las recomendaciones que les dan. Después, cuando llega el momento de analizar los resultados, aceptan todo tipo de explicaciones y excusas sin capacidad para rebatirlos.
Para colmo, habitualmente los clientes son personas con elevada formación en otros ámbitos distintos al financiero que critican de manera inteligente y con humor el servicio que reciben. Dejo un par de comentarios como ejemplo: «No me puedo jubilar porque tengo que mantener a los fondos. Si no hago aportaciones nuevas, decrecen»; «Todos los años me dan dos o tres motivos nuevos para explicar por qué las inversiones no han ido bien, en eso son muy constantes».
¿Qué pueden hacer los inversores?
A mí me gustaría ir a cualquier taller, dentista o abogado, contarles mi problema, aceptar lo que me recomienden hacer y pagar lo que me quieran facturar. Sin embargo, sé que no puedo hacer eso si quiero un buen servicio, no pagar importes desorbitados, cantidades que no me compensen o por servicios que no necesito.
La solución en el ámbito de las inversiones también pasa por dedicar tiempo a informarse, comparar y estar encima de los profesionales que te dan servicio. Creo que no hay otro remedio.
Es cierto que para obtener rentabilidades consistentes debemos esperar el tiempo necesario dada la naturaleza de cada inversión y no pecar de impacientes. Pero, por otro lado, transcurrido un tiempo razonable, el horizonte temporal recomendado de cada inversión, debemos exigir resultados. Si la rentabilidad es insatisfactoria deberíamos poder decir a quien nos atiende: «muchas gracias por la dedicación, pero vuestro tiempo ha terminado».
Hace unos días comentaba con un profesional del sector el caso de una entidad especializada en banca privada que no deja de crecer a pesar de que las rentabilidades que obtienen sus clientes son muy bajas. Ambos conocíamos a varios inversores que habían salido de esa entidad hartos de perder dinero. Sin embargo, la capacidad de aquella entidad para atraer nuevos clientes es enorme. Su crecimiento se basa en que los clientes que entran son más que los que se marchan.
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