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EEUU-China: La suerte está echada
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Víctor Alvargonzález

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EEUU-China: La suerte está echada

Lo que al principio de este conflicto eran sólo amenazas en forma de tarifas sobre un conjunto reducido de productos, se ha ido convirtiendo en un completo sistema de tarifas a las importaciones chinas

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“Alea jacta est” o “la suerte está echada”. Es lo que dijo Julio César en el momento de cruzar el Rubicón, sabiendo que, o se hacía con el poder absoluto o acabaría en el patíbulo. Así se sienten muchos inversores ante las nuevas negociaciones que se inician el jueves entre China y EEUU.

Estas conversaciones podrían suponer un principio de acuerdo o una nueva espantada. Pero las espantadas son cada vez más peligrosas. Lo que al principio de este conflicto eran sólo amenazas en forma de tarifas sobre un conjunto reducido de productos, se ha ido convirtiendo en un completo sistema de tarifas a las importaciones chinas. Y no solo hace daño a los chinos. También a los norteamericanos que tienen que pagar mucho más caros muchos productos y componentes. Y a la economía mundial, pues, de seguir así, esto acabará en una auténtica guerra de tarifas de esas que al final pierden todos.

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Ya no hay término medio. Si hay acuerdo, aunque sea parcial o incluso para establecer nuevas fechas de negociación, el mercado se irá hacia arriba y podría hacerlo de forma significativa. En caso contrario, no creo que vayamos a vivir el Armagedón financiero que llevan años esperando los agoreros, pero desde luego no sería nada bueno para las bolsas.

La bolsa tiene ya de su lado a la Reserva Federal, que hace tiempo que se olvidó de aquello de que el 3% es el tipo de interés “neutral”. Alguien les recordó que eso era en los años 60, no en plena revolución digital y globalización. Ahora la Fed está en la realidad y en modo acomodaticio. Si a la actitud favorable de la Fed se uniera algún tipo de acuerdo con China la subida sería muy llamativa.

Si se relajara la tensión caería el precio de los bonos. Si se aleja el fantasma de la recesión no tendría mucho sentido que la curva de tipos USA esté invertida, es decir, que sean más altos los tipos de corto plazo que los de largo. Es más: un repunte de los tipos de interés de los bonos de largo plazo en Estados Unidos tendría efecto sobre los bonos europeos. Miles de millones de euros en bonos que ofrecen un cupón negativo —el inversor paga intereses por prestar dinero— se encontrarían sin cupón y sin posibilidad de seguir dando “el pase al bono” con plusvalía. Muchos de sus propietarios mirarían a la renta variable como alternativa.

Y luego está la liquidez. Un estudio reciente de la consultora Cap Gémini muestra que, a nivel global, la gente que asesora o gestiona carteras de terceros tiene la friolera de un 30 % del dinero de sus clientes en “cash”, cuando lo normal sería como mucho un 10 %. Hay mucho dinero que está buscando rentabilidad y que tiene que decidir si apuesta por el miedo –los bonos- o por la vuelta a cierta normalidad económica, en cuyo caso iría hacia la renta variable.

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¿Qué posibilidades hay de que esto ocurra? Estando Trump en la ecuación parece difícil establecer una predicción, pero personalmente lo que me preocupa no es Trump. Lo que me preocupa son los chinos. Hace tiempo que no me sorprende la forma de negociar de Trump. Sigue siempre el mismo esquema: empieza como la selección de rugby de Nueva Zelanda, con esos bailes que tratan de asustar al contrario, luego negocia de forma errática y agresiva, muchas veces incomprensible y, finalmente, cuando tiene al contrario totalmente confundido y sin saber muy bien a qué atenerse, es cuando dice estar dispuesto a llegar a un acuerdo. Es lo que ha hecho con Corea, México, Canadá o incluso podría ocurrir con Irán. Pero con China tengo mis dudas de que le salga bien la jugada, pero no por él, sino porque los chinos podrían estar viendo la oportunidad de quitárselo de encima.

Si Trump tiene dos dedos de frente —y no se llega a millonario y encima presidente de los Estados Unidos si no los tienes— lo que mejor le vendría ahora es un acuerdo que desviara la atención del público de sus problemas legales. Que se hablara de aquello de lo que puede presumir, es decir, de la economía, del empleo y de haber mejorado las condiciones de muchos acuerdos comerciales internacionales. Además, si se sigue disparando en el pie con las tarifas, Estados Unidos podría entrar en recesión y poner así en riesgo su reelección. Las recesiones se cocinan lentamente y para cuando empezara la campaña electoral el plato estaría preparado. Y de plato de acompañamiento llevaría el “impeachment”. Nadie con dos dedos de frente quiere llegar así a unas elecciones.

Los chinos no tienen que rendirle cuentas a nadie. El único motivo por el que querrían un acuerdo es por evitar una desaceleración excesiva de su economía, que ya está teniendo problemas. Y tampoco les vendría mal que “alguien” dejara de apoyar los movimientos estudiantiles de Hong Kong que tanto daño hacen a su imagen internacional y recuerdan la dictadura que son.

También son conscientes de que si dejan tirado a Trump, la respuesta norteamericana sería muy agresiva y duradera. Y saben que un burócrata comunista chino que no cumple sus planes económicos quinquenales es un burócrata destinado al campo de reeducación. Así que si pongo en la balanza que Trump no es tonto y que el presidente chino quiere seguir siéndolo muchos años apostaría por algún tipo de acuerdo o, como mínimo, con seguir empujando la lata hacia delante.

“Alea jacta est” o “la suerte está echada”. Es lo que dijo Julio César en el momento de cruzar el Rubicón, sabiendo que, o se hacía con el poder absoluto o acabaría en el patíbulo. Así se sienten muchos inversores ante las nuevas negociaciones que se inician el jueves entre China y EEUU.

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