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Las sorpresas que pueden deparar las bolsas en 2025
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Víctor Alvargonzález

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Las sorpresas que pueden deparar las bolsas en 2025

Hay que estar preparado y saber cómo reaccionar ante las sorpresas. Y según, la historia, las que más probabilidades tienen de ocurrir son precisamente aquellas a las que menos probabilidades de ocurrencia otorga el consenso de gestores y analistas

Foto: Interior del Palacio de la Bolsa de Madrid. ( EFE/Altea Tejido)
Interior del Palacio de la Bolsa de Madrid. ( EFE/Altea Tejido)

Las estadísticas no mienten. Y dicen que el consenso tiende a equivocarse más que a acertar. Se ha vuelto a demostrar en 2024, donde la inmensa mayoría de analistas y gestores pensaba que sería un año más bien flojo y ha resultado espectacular. Pueden comprobarlo en la encuesta que hizo este mismo medio en diciembre de 2023. Esto no significa que haya que hacer siempre lo contrario de lo que diga el consenso. Significa que hay que tener la mente abierta. Hay que estar preparado y saber cómo reaccionar ante las sorpresas. Y según, la historia, las que más probabilidades tienen de ocurrir son precisamente aquellas a las que menos probabilidades de ocurrencia otorga el consenso de gestores y analistas.

En lo primero en lo que hay un acuerdo absolutamente mayoritario para 2025 es que será un gran año bursátil. También pueden comprobarlo en la encuesta realizada recientemente por este medio. Y con la información que tenemos actualmente, no hay motivos para pensar lo contrario. Ahora bien, hay motivos para pensar que no sea una evolución alcista tan lineal como opina el consenso. En 2023 y 2024 todo el mundo hablaba de la volatilidad y no fue para tanto. Ahora nadie la menciona, pero hay motivos sobrados para que la haya. Empezando por quién gobierna ahora EEUU. Puede que Trump haya cambiado, pero hay cosas que se llevan en el código genético. En nuestra opinión, volatilidad y Trump son conceptos que van unidos.

Un ejemplo muy claro de evento inesperado sería que la inflación no solo se mantenga “pegajosa”, sino que pueda repuntar. Si la inflación norteamericana no baja - y no les quiero decir si repunta - se acabó cualquier posibilidad de que bajen los tipos de interés y se abre la peligrosa puerta de posibles subidas. Un evento así, incluso, aunque al final no se concrete, generaría una corrección importante. Y, aunque fuera temporal, sería dolorosa. Al menos para quien no se hubiera preparado para ella. Porque frente a las correcciones hay dos opciones: sufrirlas o aprovecharlas. Quien haya rentabilizado las subidas, pero haya sabido realizar beneficios para generar liquidez y poder comprar de rebajas, las aprovechará. Quien se haya limitado a sentarse en un índice se limitará a sufrirlas. 2023 y 2024 fueron años de “comprar y mantener”, en 2025 habrá que saber navegar en aguas algo más turbulentas.

En nuestra opinión, el riesgo de un repunte de la inflación no está tanto en las tarifas que pretende instaurar Trump. Frente a las tarifas existen las devaluaciones competitivas. Llama la atención que haya tan pocos economistas que no tengan en cuenta esta medida, un. “clásico” desde que existe la economía moderna. No, el problema inflacionista en Norteamérica puede venir más porque el plan económico de Donald Trump equivale a inyectar esteroides en un cuerpo sano. La economía norteamericana va bien y ahora Trump quiere “bajar impuestos, eliminar regulaciones y que salarios e ingresos aumenten como nunca antes”. Eso está muy bien, pero podría recalentar la economía norteamericana y crear un problema inflacionistas que obligaría a actuar a la Reserva Federal. Y ya lo dice el refrán (que nunca ha fallado): “no te enfrentes a la Fed”.

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Otro riesgo sería que fallara el plan de Trump mediante el cual la aplicación de tarifas y el adelgazamiento de la administración compensen la reducción de impuestos. Pero si no se pudiera reducir suficientemente la grasa del Estado o no se obtuvieran los ingresos esperados por la vía tarifaria y, en paralelo, se bajaran los impuestos, el desequilibrio presupuestario iría a más, no a menos. Precisamente cuando la administración anterior ha dejado un récord histórico de deuda. Si no funciona el plan de Trump, los inversores podrían decidir “recalificar” el valor de la deuda norteamericana en los mercados. Y no sería bonito.

Otra cuestión sobre la que hay absoluta unanimidad es que el SP 500 volverá a ser el índice ganador. Qué duda cabe que esta visión de consenso tiene mucha lógica, pero conviene recordar que, en términos bursátiles, sería algo excepcional. Si nos fijamos en la estadística, desde que se inició este siglo, solo en una ocasión el SP 500 ha empalmado tres años seguidos como el más rentable entre los grandes índices (menos si consideramos índices sectoriales o países concretos). Tres años seguidos de “número uno” estarían desafiando la estadística.

Tengamos en cuenta que los mercados son también cuestión de precio. Y nunca ha sido tan grande el descuento del resto de bolsas internacionales con respecto al de EEUU. En términos estadísticos, ahora mismo estaría tres desviaciones típicas por encima de la media, algo nunca visto. Y, respecto a Europa, hay un descuento del 40 % en términos de PER. El mayor de la historia. Evidentemente a la larga Estados Unidos va a seguir comiéndose al mundo y eso se va a seguir reflejándose en las cotizaciones bursátiles, pero también es cierto que existen las llamadas “reacciones técnicas” ante precios excepcionalmente bajos o situaciones excepcionales en cuanto a valoración. No es que vaya a ocurrir, pero hay que mantener la mente abierta

Las estadísticas no mienten. Y dicen que el consenso tiende a equivocarse más que a acertar. Se ha vuelto a demostrar en 2024, donde la inmensa mayoría de analistas y gestores pensaba que sería un año más bien flojo y ha resultado espectacular. Pueden comprobarlo en la encuesta que hizo este mismo medio en diciembre de 2023. Esto no significa que haya que hacer siempre lo contrario de lo que diga el consenso. Significa que hay que tener la mente abierta. Hay que estar preparado y saber cómo reaccionar ante las sorpresas. Y según, la historia, las que más probabilidades tienen de ocurrir son precisamente aquellas a las que menos probabilidades de ocurrencia otorga el consenso de gestores y analistas.

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