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Vender la casa para tener cuidados: Peppa Pig no entiende la tristeza del jubilado inglés
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Celia Maza (La Isla)

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Vender la casa para tener cuidados: Peppa Pig no entiende la tristeza del jubilado inglés

El manifiesto conservador prometía que "nadie que necesitara atención debería ser obligado a vender su hogar para pagarla". Ahora, el Gobierno solo promete que habrá "menos personas vendiendo sus casas"

Foto: Una anciana pasea por las calles de Londres. (EFE/Neil Hall)
Una anciana pasea por las calles de Londres. (EFE/Neil Hall)

“Primer ministro, ¿está todo bien?”. No es la típica pregunta que un periodista de la BBC realizaría al inquilino de Downing Street. Pero este lunes tenía todo el sentido porque se vivió el episodio más rocambolesco, de lejos, desde que Boris Johnson llegó a la política británica. Al perder sus notas ante un importante discurso para empresarios, decidió contar su visita al parque temático de Peppa Pig —“una cerda que tiene forma de secador de pelo”—, se comparó con la figura bíblica de Moisés y mostró a la atónita audiencia sus habilidades para reproducir el sonido de los coches al hacer referencia a la vitalidad del sector del motor. ¿Alguien da más?

En otras circunstancias, la anécdota habría jugado a su favor. Las bromas, meteduras de pata, informalidad y una camisa que nunca está del todo remetida son marca registrada de la casa. Pero el lapsus coincide con un momento especialmente delicado para el líder 'tory'.

Tras varias semanas enlazando distintas polémicas por su gestión ante los casos de corrupción en Westminster y sus constantes volantazos en diferentes políticas, sus propias filas le vienen advirtiendo de que no debe dar por hecho su apoyo.

Y prueba de ello ha sido la gran rebelión protagonizada este lunes en la Cámara de los Comunes ante los cambios repentinos del Gobierno para reformar el sistema de asistencia social a los más mayores. Muchos de ellos tendrán que vender sus casas para poder tener acceso a las ayudas, algo que el 'premier' prometió en su manifiesto electoral que jamás ocurriría.

Así que, Boris, por mucho que digas lo contrario, las cosas no van bien. Cuando tus bromas dejan de tener gracia, rompes tus promesas, pierdes el apoyo de tus filas y decepcionas a empresarios y pensionistas —los dos pilares de tu electorado—, las cosas van todo menos bien.

La reforma del sistema de asistencia social es especialmente preocupante. Y políticamente puede salirle a Johnson muy cara, porque afecta de lleno a los distritos menos pudientes del norte de Inglaterra, claves para que los conservadores consiguieran en las últimas elecciones mayoría absoluta.

Foto: Boris Johnson, el primer ministro británico, frente a un gigante muñeco hinchable que lo representa. (Reuters)

La situación a la que se enfrentan muchos jubilados en el Reino Unido, con uno de los costes de vida más caros de Europa, es sumamente compleja. El modelo anglosajón cuenta con un sistema de ayudas sociales enfocado a cubrir prestaciones muy básicas. Y la solución cuando se llega a determinadas edades pasa por vender la casa familiar. Algunos se mudan a pisos más pequeños para abaratar gastos. Otros directamente se quedan sin vivienda para poder costearse los cuidados. Alrededor de dos millones de jubilados viven por debajo del umbral oficial de pobreza.

En su primer discurso como inquilino de Downing Street, Johnson aseguró que tenía “un plan claro” para “solucionar la crisis de la asistencia social de una vez por todas”, eliminando los “costes catastróficos”. Así que cuando en septiembre presentó su hoja de ruta, había gran expectación.

Foto: Johnson en una escuela de Londres. (Reuters)

Lo que propone el primer ministro es que, a partir de octubre de 2023, el dinero que los pensionistas tengan que pagar por los cuidados personales durante toda su vida no exceda las 86.000 libras (102.000 euros). Una vez se alcance esta cantidad, será el Gobierno quien asuma los costes. Aunque solo se refieren a las ayudas para lavarse o vestirse. Es decir, no se incluyen las tarifas de residencias de mayores.

Vender la casa a los 80 años

Aquellos con activos inferiores a las 100.000 libras tendrán desde el primer momento ayudas económicas especiales para hacer frente a algunos gastos. Antes, solo se daban determinas prestaciones a los que tuvieran activos por debajo de las 23.250 libras, por lo tanto, cuando Boris asegura que el nuevo sistema es más generoso no le falta aquí razón.

El problema viene con la letra pequeña. La clave es que estas ayudas estatales se iban a contabilizar hasta llegar a la factura de las 86.000 libras. Pero la semana pasada, a última hora, el Ejecutivo presentó una enmienda para que solo se contabilice el dinero que los pensionistas pongan de su propio bolsillo, incluso si reciben apoyo estatal. Esto significa que, en lugar de que los más pobres paguen menos que los más ricos, simplemente estarán contribuyendo más lentamente.

Foto: Boris Johnson, durante su visita a Escocia. (Reuters) Opinión

Pongamos el ejemplo de Peter, de 67 años. Sus activos están valorados en 90.000 libras. Es candidato a recibir desde el principio ayudas estatales para sus cuidados personales. Cada mes, se gasta 500 libras y recibe otras 200 del Gobierno. Con el plan inicial de Boris, su factura total de gastos mensuales eran 700 libras porque se tenía en cuenta tanto la aportación personal como la estatal. Por lo tanto, a los 78 años aproximadamente, Peter debía dejar de preocuparse porque, al alcanzar el tope de las 86.000 libras, el Gobierno se hacía ya cargo de todos los gastos.

Pero con el cambio de última hora, Peter va a tener que estar pagando durante más tiempo. Él va a seguir recibiendo las 200 libras mensuales de ayuda estatal. Sin embargo, para su factura total se contabilizarán ya únicamente las 500 libras que pone de su bolsillo. Así que no llegará al tope de las 86.000 libras hasta aproximadamente los 91 años. Y en esos 24 años quizá llegue un momento en que no tenga más ahorros para seguir pagando las 500 libras mensuales, por lo que podría verse obligado a vender su casa.

Foto: Johnson en una escuela de Londres. (Reuters)

El manifiesto conservador de 2019 con el que Johnson ganó la mayoría absoluta prometió que “nadie que necesitara atención debería ser obligado a vender su vivienda para pagarla”. Sin embargo, con los nuevos planes que el Gobierno quiere ejecutar en Inglaterra (el resto de naciones que componen el Reino Unido tiene sus propias competencias en la materia), Paul Scully, secretario de Estado de Negocios, dice ahora que solo puede prometer que habrá “menos personas vendiendo sus casas”.

Francamente, la frase no tranquiliza, sobre todo en el Muro Rojo del norte de Inglaterra, que abandonó en las últimas generales el laborismo por los conservadores, por primera vez desde la II Guerra Mundial. Johnson era el único que les aseguraba ejecutar el Brexit. Pero es en lo único en que ha cumplido su palabra, porque el resto de compromisos los está rompiendo cada día.

El pasado mes de agosto ya reconoció que no podrá subir las pensiones tanto como había dicho porque es insostenible mantener el 'triple candado'. Las pagas estatales para los jubilados consisten en 173,15 libras semanales (alrededor de 900 euros mensuales), lo que equivale aproximadamente al 24,4% del salario medio nacional. Una situación que contrasta drásticamente con España, donde la paga promedio representa el 70% del salario medio nacional (unos 1.540 euros mensuales).

Lo de no subir las pensiones en un momento en que la deuda acumulada del Reino Unido llegó a 2,27 billones de libras a finales de octubre, lo que equivale al 95,1% del PIB, se puede llegar a entender.

Pero dar un volantazo con el sistema de ayudas es otra cosa. Sobre todo si se hace en el último momento. Tanto el fondo como la forma han irritado sobremanera a los 'tories'. Pese a que el Gobierno cuenta con una mayoría absoluta de 80 escaños, en la votación que tuvo lugar este lunes por la noche, la enmienda salió adelante tan solo por 26 votos a favor. El proyecto de ley pasará ahora a la Cámara de los Lores, donde se sugerirán cambios.

Foto: Johnson, al volante de un vehículo acorazado. (Reuters)

Se da por hecho que la reforma será aprobada. En cualquier caso, en Downing Street se respira gran nerviosismo porque últimamente tan solo se ve tropiezo tras tropiezo. La sensación generalizada es que el Boris ha perdido el control. Sus continuos balbuceos en sus intervenciones parlamentarias o al responder preguntas de la prensa no hacen más que irritar a las filas.

Cierto es que su estilo no se basa en que todo siempre vaya bien. La idea de que los enormes compromisos que ha asumido este Gobierno se llevarían a cabo sin inquietud política no tiene sentido. Pero la lista de problemas no hace más que crecer y la fe del partido en Boris para arreglar las cosas parece ir en sentido contrario. Francamente, Peppa Pig no va a salir al rescate. “Primer ministro, ¿está todo bien?”. Conteste como quiera, pero no haga esta pregunta a los pensionistas.

“Primer ministro, ¿está todo bien?”. No es la típica pregunta que un periodista de la BBC realizaría al inquilino de Downing Street. Pero este lunes tenía todo el sentido porque se vivió el episodio más rocambolesco, de lejos, desde que Boris Johnson llegó a la política británica. Al perder sus notas ante un importante discurso para empresarios, decidió contar su visita al parque temático de Peppa Pig —“una cerda que tiene forma de secador de pelo”—, se comparó con la figura bíblica de Moisés y mostró a la atónita audiencia sus habilidades para reproducir el sonido de los coches al hacer referencia a la vitalidad del sector del motor. ¿Alguien da más?

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