España is not Spain
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¡Suerte que no gobierna la derecha!
Tenemos la fortuna de que el Gobierno más progresista de la historia nos protege con su escudo social, levantado con valor y arrojo por servidores públicos libres de toda sombra de nepotismo, sin el cual habríamos regresado ya a la Edad Media
Cuando venga el jefe a decirte que cierra la empresa o te baje el sueldo porque hay que arrimar el hombro en este momento difícil; cuando recorten en sanidad hasta nuevo aviso; cuando el oligopolio de los bancos se intensifique con nuevas fusiones y te pongan comisiones hasta por tocar el timbre de la oficina; cuando te llegue la próxima factura de la luz y descubras —aterrorizado— que pusiste la lavadora a la hora de ver el 'Sálvame'; cuando el casero te diga que te sube el alquiler o que te largas; cuando te multen por poner un tuit; cuando te receten diazepam por la depresión que te ha dado con tanta incertidumbre y tanta precariedad, recuerda: ¡suerte que no gobierna la derecha!
Porque si gobernase la derecha, a estos males inevitables, culpa todos ellos de la herencia recibida y de la deslealtad de la oposición, habría que sumar muchos otros peores todavía, más inhumanos, menos resilientes y sin la debida perspectiva de género. Pero tenemos la fortuna de que el Gobierno más progresista de la historia nos protege con su escudo social, levantado con valor y arrojo por servidores públicos libres de toda sombra de nepotismo, sin el cual habríamos regresado ya a la Edad Media, por un túnel de oscuridad y de caspa, entre agresiones callejeras y asesinatos que, por fortuna, ya no son posibles en España.
¡Ay, si no fuera por el Gobierno más progresista de la historia! Habría, por ejemplo, devoluciones en caliente en la frontera de Ceuta, migrantes encerrados en centros de internamiento herméticos e inhumanos, como en los tiempos en que gobernaba la derecha insolidaria. Habría también puertas giratorias entre los cargos públicos y las grandes empresas, y gente como Pepe Blanco (pero del PP) haría una fortuna con empresas creadas 'ad hoc' para repartir los fondos europeos. Además, habría leyes de educación cada vez más mediocres, y ministerios absolutamente prescindibles repletos de enchufados chupando del bote, sin dar un palo al agua.
Si gobernase la derecha, a los políticos les iría mucho mejor que a los ciudadanos. La casta se colocaría en puestazos a dedo, en vez de buscar a los mejores, y para colmo, en estos momentos duros para el país, podéis estar seguros de que en Cataluña empezaría otra vez a subir poco a poco el tono, con buenas palabras al principio, y se pondrían de nuevo a hablar de autodeterminación y referéndum, pidiendo lo imposible y amenazando con volver a la unilateralidad a la mínima ocasión en que se les contradijera, como cuando Rajoy gobernaba. Habría más tensiones territoriales, menos coordinación entre las comunidades autónomas y el Gobierno central, y mucha menos mano izquierda con las órdenes ejecutivas y los decretazos.
Lo contrario de lo que prometieron en la campaña electoral, diseñada para cazar incautos y vender motos del todo inexistentes, eso es lo que harían si gobernase la derecha. Donde dijeron que bajarían los impuestos, los subirían. Donde dijeron que habría más dotación para las becas, habría la misma o menor. Donde prometieron que volveríamos a buenas subvenciones por dependencia, seguiríamos en las mismas. Donde prometieron más guarderías, más residencias de ancianos, menos paro juvenil, las cifras irían en dirección contraria. Y no derogarían la ley mordaza, si gobernase la derecha. Y seguirías viendo anuncios de casinos online en cualquier vídeo de Youtube. No como ahora.
Para colmo —ya sabemos cómo es la derecha—, tendríamos que escucharles moralizar desde sus poltronas, metiéndose en la vida privada de los ciudadanos, condenando sus gustos y sus aficiones, sermoneando día y noche por tierra, mar y aire, desde medios afines e incluso en la tele más chabacana, promoviendo una idea del mundo divisoria, de buenos y malos, y alertando de peligros intangibles y amenazas fantasma, como ha hecho siempre la derecha.
Viviríamos en la doctrina del 'shock', amarrados a la precariedad por la precariedad, incapaces de unirnos para luchar por la justicia laboral, sin manifestarnos, sin hacer huelgas, sin un solo piquete. Nos enzarzaríamos en peleas miserables por la parte de abajo de la gráfica económica, reducidos en los cuarteles de invierno, sin poder alguno, separados por completo de la capacidad democrática de decisión. ¡Joder, menos mal que no gobierna la derecha!
Qué gran fortuna para las clases trabajadoras y precarias, para las mujeres y las minorías, para los enfermos dependientes es tener un Gobierno de izquierdas. Qué gran fortuna para los de abajo, para los humildes, para quien se las ve y se las desea a la hora de pagar el alquiler y la factura de la luz, y a la de conservar el empleo, y a la de prosperar, y a la de fundar una familia, y a la de trabajar de lo tuyo con un sueldo digno. ¡Qué gran fortuna, digo, que no gobierne la derecha!
Cuando venga el jefe a decirte que cierra la empresa o te baje el sueldo porque hay que arrimar el hombro en este momento difícil; cuando recorten en sanidad hasta nuevo aviso; cuando el oligopolio de los bancos se intensifique con nuevas fusiones y te pongan comisiones hasta por tocar el timbre de la oficina; cuando te llegue la próxima factura de la luz y descubras —aterrorizado— que pusiste la lavadora a la hora de ver el 'Sálvame'; cuando el casero te diga que te sube el alquiler o que te largas; cuando te multen por poner un tuit; cuando te receten diazepam por la depresión que te ha dado con tanta incertidumbre y tanta precariedad, recuerda: ¡suerte que no gobierna la derecha!
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