España is not Spain
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"La derecha no va a gobernar nunca". ¿Y si Pablo Iglesias tenía razón?
Para una victoria del PP, la abstención de los votantes del PSOE tendría que ser inmensa, y ahí tenemos la polarización
"La derecha del berrinche y de la cacerolada no gobernará en España porque nunca sumará mayoría en el Congreso para hacerlo", dijo Pablo Iglesias en junio de 2020. Todavía llevaba coleta y chaqueta y cartera de ministro. Fue lapidario. Se le acusó de chavista y totalitario. Luego Ayuso lo destrozó en la Comunidad de Madrid y se le acusó además de chulo prepotente, pero ¿y si llevaba algo de razón? España no es Madrid y España tampoco es Galicia.
España es un Estado autonómico cuya gobernabilidad depende de quienes no se consideran parte de España pero se benefician de cuotas de poder envidiables gracias a esa Constitución y esa ley electoral que pintan como opresoras. Véase el ejemplo del 23-J: un tío que huyó de la Justicia mientras encarcelaban a sus compañeros y desde entonces vive escondido en Waterloo y solo ha peleado por su propia inmunidad es el dueño de la suerte de los españoles.
Ahora se apunta a Feijóo y se dice que esto con Ayuso no habría pasado. Lo dudo. Me parece más importante pensar que, después del proceso independentista, las cosas ya no son como cuando gobernaron Aznar o Rajoy. Ahora las derechas nacionalistas no pueden apoyar al PP sin poner en riesgo su continuidad en las instituciones autonómicas. Las reglas han cambiado, de modo que la derecha central sale a competir con zonas del terreno de juego vetadas.
Hay escaños en Cataluña y País Vasco que estarán contra una investidura del PP por defecto, casi desde antes de votar, y no son pocos: terminan siendo los escaños clave para el PSOE. ¿Cómo se ganan unas elecciones generales así, con una parte del futuro Congreso en el no, en el sí a cualquier otra cosa?
Desde 2015, hemos visto nacer y morir partidos, muchos cambios de colorines, pero los mapas electorales de las generales se han movido poco si miramos los bloques. Regidos por la pauta de la polarización izquierda-derecha alimentada por los partidos minoritarios, la tensión frena el crecimiento de un bloque a costa de la abstención masiva en el otro, y además está el bloqueo de los partidos regionales a cualquier posible Gobierno del PP. Rajoy pudo comprobarlo con la moción de censura.
He aquí un dato que habla mal de las posibilidades de Isabel Díaz Ayuso liderando un PP triunfal: el bloque de la derecha ha logrado en estas elecciones decepcionantes su tercer mejor resultado histórico. Son muchos millones de votos y no son nada. PP y Vox se quedaron a seis escaños de la mayoría absoluta con unos resultados, repito, muy grandes en términos históricos. Para gobernar en un Congreso plural, se necesitan los pactos. ¿Lograría Ayuso pactar mejor que Feijóo?
Ahora el PNV dice que no tocará a Vox ni con un palo y por este motivo escribe González Ferriz que mientras Vox exista el PP no gobernará, pero tengo mis dudas de que el PNV tocase con un palo a un partido más moderado, estilo Ciudadanos, dada su postura recentralizadora, o a un PP de Ayuso, tan identificada con Madrid.
El llamado derecho a decidir se ha convertido en una suerte de sentido común para los nacionalistas y un horizonte de su electorado. El rival del PNV en Euskadi es Bildu y los abertzales no paran de crecer. Si en estas circunstancias el PNV apoyase al PP, aun sin Vox en el panorama, se los comían en las autonómicas. El procés fracasó, pero triunfó: movió el leitmotiv de los partidos nacionalistas. Y al mismo tiempo, como subraya Félix Ovejero, el tabú de los pactos con quienes niegan la Constitución ha caído. Lo que en 2019 era negado por Sánchez, ahora se considera lo normal.
Así que, volviendo al vaticinio de Iglesias, ¿cómo demonios alcanzará una mayoría suficiente el PP? Es como jugar un partido de fútbol en el que prohíben a tu equipo tocar la pelota en el área contraria. Ignacio Varela contaba en lo de Alsina que ha habido trasvase de voto útil de los nacionalistas al PSOE, pero el único caladero del PP parece ser Vox, es decir, su propia suma. Para una victoria del PP, entonces, la abstención de los votantes del PSOE tendría que ser inmensa, y ahí tenemos la polarización, que a la hora de votar con la nariz tapada funciona como un Red Bull para los decepcionados.
Si Feijóo no era un buen candidato para el PP, ¿acaso lo era Sánchez para el PSOE? ¿De pronto es mentira que Sánchez traicionó sus promesas electorales? ¿Sánchez es el mejor candidato posible para un partido lleno de socialistas aragoneses o manchegos poco amigos del independentismo? La gente traga los sapos que tenga que tragar si se emiten las consignas apocalípticas adecuadas.
Aquí va mi apuesta: dado que con Puigdemont no se puede ir ni a por el pan, apuesto a que ahora vamos a un proceso de negociaciones teatralizado para anticipar una repetición electoral y, en el futuro, tras las próximas elecciones, a un nuevo Gobierno de coalición liderado por el PSOE o a otra repetición electoral.
Con Ayuso en lugar de Feijóo en un futuro, quizás el PP podría lograr unos cuantos miles de votos más, pero lo haría a costa de Vox. ¿Seis escaños netos más? No es imposible, pero sí muy complicado si la participación en la izquierda es alta, y esto es fácil si se encienden las alertas de opereta, el viene el lobo, cosa asegurada con Ayuso. Ella provoca en mucha gente de izquierdas tanta inquina como Abascal.
Con este panorama, o Pablo Iglesias tenía razón o yo estoy muy equivocado, que también puede ser.
"La derecha del berrinche y de la cacerolada no gobernará en España porque nunca sumará mayoría en el Congreso para hacerlo", dijo Pablo Iglesias en junio de 2020. Todavía llevaba coleta y chaqueta y cartera de ministro. Fue lapidario. Se le acusó de chavista y totalitario. Luego Ayuso lo destrozó en la Comunidad de Madrid y se le acusó además de chulo prepotente, pero ¿y si llevaba algo de razón? España no es Madrid y España tampoco es Galicia.
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