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El erizo y el zorro
Por
Las dos Españas son un cuento. Y la tercera España, algo peor
Armando Zerolo habla en su nuevo libro sobre el clásico mito de las dos España e investiga acerca de esa 'tercera España' que para él no es una solución viable, sino una posición que rehuye de la verdadera política
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"Aquí yace media España, murió de la otra media" (Larra). "Los hunos y los hotros" (Unamuno). “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón” (Machado). “Ahí las tienen ustedes: son dos Españas, contrarias, antagónicas, colocadas frente a frente” (Maeztu). “Dos Españas, señores, están trabadas en una lucha incesante” (Ortega).
Las “dos Españas” son el mito más influyente de nuestra historia moderna. Como todos los mitos, tiene raíces en la realidad. Pero es, básicamente, una ficción. Por supuesto, no todos los países han sufrido guerras civiles como el nuestro, pero todos han estado divididos por brechas ideológicas —la Francia de Dreyfuss frente a la nacionalista, la Italia fascista frente a los milicianos, la Europa Oriental del Partido Comunista frente a la democrática— que en muchas ocasiones los han puesto al borde de la ruptura. España no está más dividida que los demás países. España no es tan rara.
No todos los países han sufrido guerras civiles como el nuestro, pero todos han estado dividido por brechas ideológicas
Pero el mito, instigado por intelectuales, políticos, poetas y periodistas, ha sido tan poderoso que no solo ha articulado la visión que tenemos de nuestra historia, sino que ha dado pie a un vástago inevitable: la “Tercera España”. Se trata de un concepto difícil de definir, pero que describe a quienes creen que se puede trascender esa división secular con medidas basadas en el pacto, una política más tecnocrática, la confianza en la libertad sin dogmas ideológicos, un riguroso Estado de derecho y una mezcla de elitismo —“que gobiernen los mejores”— y de populismo —“que se haga realmente la realidad del pueblo”—. Ante todo, esa “tercera España” —que ha adoptado los nombres de “regeneracionismo”, “centro”, “reformismo”, “nueva política” y otros— cree que es posible una cierta fraternidad por encima de la disputa constante. Armando Zerolo, profesor de filosofía política y del derecho de la Universidad San Pablo-CEU, tiene una respuesta a quienes creen que esa Tercera España es mejor, una solución viable, una salida política: en realidad, se trata de una posición arrogante y que rehúye la verdadera política. “El regeneracionista —dice— es un resentido vestido con piel de cordero”.
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Es una afirmación de su nuevo ensayo,
Zerolo, que en el libro se reconoce de derechas, no concibe que unos pocos vamos con el árbitro
Zerolo, que en el libro se reconoce de derechas y explica muy bien la compleja relación que uno puede tener con su propio bando, no concibe que, en realidad, unos pocos vamos con el árbitro. No porque creamos que deba existir un nuevo partido de centro bisagra que volvería a fracasar, sino porque nuestra principal preocupación política es que el sistema liberal funcione bien, y somos relativamente indiferentes a quien gobierne. Pero para Zerolo el centro no tiene valor político: “Si en la sociedad hay diferencias, o en la arena política disputas, la mejor solución no vendrá de un partido político que se sitúe en el centro, con la intención de neutralizar a la derecha y a la izquierda”. Aunque sí tiene un valor social: “La mejor propuesta será la que fomente un centro sociológico grande, comprensivo y plural, desde el que se vote a uno u otro lado”.
El libro de Zerolo tiene una ambición admirable: acabar con el mito de las dos Españas —“no hay dos Españas porque solo hay una que, a veces y dependiendo de la época y el lugar, discute”—, lo cual debemos agradecerle quienes siempre hemos creído que, al dar tanta importancia a esa idea, los Unamuno, Ortega o Maeztu nos metieron en un lío irresoluble. Pero tiene más ganas aún de liquidar la Tercera, lo cual es particularmente útil para quienes, aunque detestemos esa expresión, nos hemos sentido superiores por el mero hecho de ser de centro o poco partidistas. Ahora bien: el hecho es que, aunque la polaridad sea intrínseca a la democracia, y de hecho positiva, algunos realmente vamos con el árbitro.
"Aquí yace media España, murió de la otra media" (Larra). "Los hunos y los hotros" (Unamuno). “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón” (Machado). “Ahí las tienen ustedes: son dos Españas, contrarias, antagónicas, colocadas frente a frente” (Maeztu). “Dos Españas, señores, están trabadas en una lucha incesante” (Ortega).