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Las dos Españas son un cuento. Y la tercera España, algo peor
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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Las dos Españas son un cuento. Y la tercera España, algo peor

Armando Zerolo habla en su nuevo libro sobre el clásico mito de las dos España e investiga acerca de esa 'tercera España' que para él no es una solución viable, sino una posición que rehuye de la verdadera política

Foto: 'Contra la tercera España. Una defensa de la polaridad' de Armando Zerolo.
'Contra la tercera España. Una defensa de la polaridad' de Armando Zerolo.

"Aquí yace media España, murió de la otra media" (Larra). "Los hunos y los hotros" (Unamuno). “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón” (Machado). “Ahí las tienen ustedes: son dos Españas, contrarias, antagónicas, colocadas frente a frente” (Maeztu). “Dos Españas, señores, están trabadas en una lucha incesante” (Ortega).

Las “dos Españas” son el mito más influyente de nuestra historia moderna. Como todos los mitos, tiene raíces en la realidad. Pero es, básicamente, una ficción. Por supuesto, no todos los países han sufrido guerras civiles como el nuestro, pero todos han estado divididos por brechas ideológicas —la Francia de Dreyfuss frente a la nacionalista, la Italia fascista frente a los milicianos, la Europa Oriental del Partido Comunista frente a la democrática— que en muchas ocasiones los han puesto al borde de la ruptura. España no está más dividida que los demás países. España no es tan rara.

No todos los países han sufrido guerras civiles como el nuestro, pero todos han estado dividido por brechas ideológicas

Pero el mito, instigado por intelectuales, políticos, poetas y periodistas, ha sido tan poderoso que no solo ha articulado la visión que tenemos de nuestra historia, sino que ha dado pie a un vástago inevitable: la “Tercera España”. Se trata de un concepto difícil de definir, pero que describe a quienes creen que se puede trascender esa división secular con medidas basadas en el pacto, una política más tecnocrática, la confianza en la libertad sin dogmas ideológicos, un riguroso Estado de derecho y una mezcla de elitismo —“que gobiernen los mejores”— y de populismo —“que se haga realmente la realidad del pueblo”—. Ante todo, esa “tercera España” —que ha adoptado los nombres de “regeneracionismo”, “centro”, “reformismo”, “nueva política” y otros— cree que es posible una cierta fraternidad por encima de la disputa constante. Armando Zerolo, profesor de filosofía política y del derecho de la Universidad San Pablo-CEU, tiene una respuesta a quienes creen que esa Tercera España es mejor, una solución viable, una salida política: en realidad, se trata de una posición arrogante y que rehúye la verdadera política. “El regeneracionista —dice— es un resentido vestido con piel de cordero”.

placeholder El escritor y periodista Ernest Hemingway (1899-1961, de espaldas a la cámara, centro, derecha) conversa con soldados republicanos. (Getty Images/'Daily Express'/Hulton Archive)
El escritor y periodista Ernest Hemingway (1899-1961, de espaldas a la cámara, centro, derecha) conversa con soldados republicanos. (Getty Images/'Daily Express'/Hulton Archive)

Es una afirmación de su nuevo ensayo, Contra la tercera España. Una defensa de la polaridad (Deusto), que es especialmente atractivo para quienes, aunque no nos creamos el mito de las Dos Españas, ni la Tercera, siempre hemos pensado que las soluciones centristas podrían ayudarnos a solventar algunos de nuestros problemas políticos. Porque a Zerolo, al menos intelectualmente, no le gustamos demasiado. “Al problema de la polarización [la Tercera España] responde con algo mucho peor: un angelicalismo político que se postula como la única solución al conflicto […] Es la negación más cruda de la actividad política, y su elevación a categorías dogmáticas de pureza y neutralidad”. Para Zerolo, la política es polaridad constante, puro conflicto, y la democracia liberal es la mejor manera de encauzarla. Pero también está repleta de elementos irracionales que, en cierta medida, debemos abrazar. Y también debemos reconocer nuestra pertenencia, por incómoda que sea, a uno de los dos bandos. La política, de hecho, tiene algo de juego binario: “Pienso que hay algo en la política que sofocamos bajo esa pretensión de someterlo todo a una racionalidad positivista. La política también tiene un componente lúdico, deportivo. Es como en el fútbol, uno es de su equipo, aunque pierda.” A nadie se le ocurriría cambiar de equipo en función de cuál juega mejor o gana más. Somos de unos colores. De lo contrario, “sería mejor ir con el árbitro y no tomar partido”.

Zerolo, que en el libro se reconoce de derechas, no concibe que unos pocos vamos con el árbitro

Zerolo, que en el libro se reconoce de derechas y explica muy bien la compleja relación que uno puede tener con su propio bando, no concibe que, en realidad, unos pocos vamos con el árbitro. No porque creamos que deba existir un nuevo partido de centro bisagra que volvería a fracasar, sino porque nuestra principal preocupación política es que el sistema liberal funcione bien, y somos relativamente indiferentes a quien gobierne. Pero para Zerolo el centro no tiene valor político: “Si en la sociedad hay diferencias, o en la arena política disputas, la mejor solución no vendrá de un partido político que se sitúe en el centro, con la intención de neutralizar a la derecha y a la izquierda”. Aunque sí tiene un valor social: “La mejor propuesta será la que fomente un centro sociológico grande, comprensivo y plural, desde el que se vote a uno u otro lado”.

El libro de Zerolo tiene una ambición admirable: acabar con el mito de las dos Españas —“no hay dos Españas porque solo hay una que, a veces y dependiendo de la época y el lugar, discute”—, lo cual debemos agradecerle quienes siempre hemos creído que, al dar tanta importancia a esa idea, los Unamuno, Ortega o Maeztu nos metieron en un lío irresoluble. Pero tiene más ganas aún de liquidar la Tercera, lo cual es particularmente útil para quienes, aunque detestemos esa expresión, nos hemos sentido superiores por el mero hecho de ser de centro o poco partidistas. Ahora bien: el hecho es que, aunque la polaridad sea intrínseca a la democracia, y de hecho positiva, algunos realmente vamos con el árbitro.

"Aquí yace media España, murió de la otra media" (Larra). "Los hunos y los hotros" (Unamuno). “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón” (Machado). “Ahí las tienen ustedes: son dos Españas, contrarias, antagónicas, colocadas frente a frente” (Maeztu). “Dos Españas, señores, están trabadas en una lucha incesante” (Ortega).

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