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Aumento del empleo y caída de salarios reales
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Juan Ramón Rallo

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Aumento del empleo y caída de salarios reales

Los salarios reales se han reducido más de un 6% durante los últimos dos años en España, lo que impulsa al alza la demanda de mano de obra

Foto: José Luis Escrivá, ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. (EFE/Javier Lizón)
José Luis Escrivá, ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. (EFE/Javier Lizón)
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La curva de Philips refleja una relación empírica positiva entre inflación y empleo: a mayor subida de precios, mayor creación de empleo o menor nivel de desempleo. Como (controvertida) regularidad empírica, necesita de una explicación teórica que dé cuenta de las relaciones de causalidad implicadas. Y, al respecto, caben al menos dos posibilidades.

Por un lado, si una economía está experimentando un exceso de gasto agregado en relación con la capacidad de la oferta para satisfacerlo, ese fenómeno se manifestará no solo en un incremento de la ocupación de los factores productivos (incluido el empleo), sino también en una elevación de los precios. Desde esta perspectiva, la inflación sería un síntoma de la misma economía sobrecalentada responsable de reducir el desempleo.

Foto: Fábrica de Seat en Martorell. (Barcelona)

Por otro, si los precios se incrementan por factores monetarios (depreciación del valor de la moneda) mientras que los salarios nominales de los trabajadores se mantienen constantes (o, en todo caso, aumentan menos que los precios), lo que estará sucediendo es que los salarios reales estarán cayendo y, si los salarios reales caen, la demanda de mano de obra se incrementará. O visto desde una perspectiva complementaria: si el coste salarial de las empresas no está aumentando en términos nominales, pero, en cambio, los precios de los bienes y servicios de esas empresas sí se están acrecentando, entonces los márgenes de un beneficio de las empresas nacionales tenderán a incrementarse (aunque puede haber factores contrarrestantes, como el aumento del precio de inputs importados) y, al incrementarse, su demanda de mano de obra también lo hará.

España ahora mismo experimenta una situación de alta inflación (cuán alta puede ser objeto de debate, pero desde luego más alta de lo habitual) y de notable crecimiento del empleo, es decir, está reflejando parte de las dinámicas ilustradas por la curva de Philips. Y en buena medida lo está haciendo por la caída de salarios reales que hemos experimentado durante los últimos años. Concretamente, la Encuesta Trimestral de Coste Laboral cerró 2020 con un coste salarial por hora trabajada de 16,97 euros, mientras que concluyó 2022 con un salario de 17,83 euros por hora: es decir, que durante los últimos dos años los salarios han aumentado en un 5%. Sin embargo, entre finales de 2020 y de 2022, los precios se incrementaron un 12,6%, lo que implica que los salarios reales han bajado alrededor de un 6,7%. O dicho de otro modo: es como si, manteniendo los precios constantes, el salario por hora de finales de 2020 (16,97 euros) hubiese caído a 15,82 euros.

Foto: Un empleado de una fábrica de casas prefabricadas. (EFE/Ismael Herrero)

Se entenderá así, pues, el relativo abaratamiento de la mano de obra en España y, en consecuencia, la mayor demanda de este factor productivo en España. Obviamente, no es el único factor que explica la pujanza del mercado laboral —si la actividad se estuviera desmoronando, por ejemplo, difícilmente se estaría creando empleo—, pero sí es un elemento que nos ayuda a comprender por qué, en momentos de incertidumbre como el actual, el mercado laboral todavía mantiene un buen pulso (está por ver, claro, cómo será capaz de manejar los próximos meses en caso de que la temida recesión terminara llegando a EEUU y si en Europa se endurecen las condiciones de acceso al crédito). Es decir, los buenos datos de empleo de los que el Gobierno saca pecho son datos que, en parte, se explican por el empobrecimiento salarial de los trabajadores.

En caso de revertirse este empobrecimiento mediante fuertes aumentos salariales —tal como reclaman desde ciertos sectores del Gobierno: y en parte, de manera comprensible, habida cuenta de la fuerte erosión del poder adquisitivo que han experimentado los trabajadores durante estos dos años— es improbable que la creación de empleo resultara tan intensa como en estos momentos. Será difícil que puedan llegar a colgarse las dos medallas a la vez.

La curva de Philips refleja una relación empírica positiva entre inflación y empleo: a mayor subida de precios, mayor creación de empleo o menor nivel de desempleo. Como (controvertida) regularidad empírica, necesita de una explicación teórica que dé cuenta de las relaciones de causalidad implicadas. Y, al respecto, caben al menos dos posibilidades.

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