Laissez faire
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El mundo no se está desdolarizando
Hoy por hoy, el dólar no tiene rival como moneda mundial
Desde hace algunas semanas, estamos escuchando con creciente insistencia que el mundo se está desdolarizando: que cada vez menos economías usan la divisa estadounidense en sus relaciones comerciales y, al contrario, se están decantando por otras alternativas emergentes, como el yuan o, en un futuro no muy lejano, las nuevas monedas regionales que puedan crearse entre los BRICS o entre países iberoamericanos.
Sin embargo, y hasta el momento, los datos están lejos de avalar tales diagnósticos o pronósticos. Ayer mismo conocimos qué porcentaje de las transacciones globales se habían ejecutado en dólares durante abril de 2023: el 42,7%, once puntos más que las transacciones efectuadas en euros (la segunda divisa más popular). Se trata de una brecha que no se abría con tanta amplitud desde el primer semestre de 2020, cuando durante la pandemia hubo una fuga masiva hacia la superior calidad que representaba el dólar. No solo eso, sino que el uso del resto de divisas internacionales se halla muy por detrás de estos porcentajes: la libra apenas supera el 6%, el yen el 3%, y el yuan y el dólar canadiense, el 2%.
Ahora bien, en realidad, ni siquiera deberíamos prestar esencialmente atención al porcentaje de pagos globales que se ejecutan en dólares. No es que la cifra sea irrelevante, pero lo es bastante menos que el porcentaje de las reservas extranjeras que se mantiene en dólares. A la postre, aunque China le pague a Brasil en yuanes por sus exportaciones, nada impide que Brasil, nada más cobrar los yuanes, los revenda para atesorar dólares. Lo que pone de manifiesto la demanda global de una moneda no es tanto el flujo de pagos transfronterizos, sino el stock que estas economías mantienen en sus balances.
Y en su uso global como moneda de reserva, el dólar tiene menos rivales, incluso, que en su uso como medio de pagos. Así, a cierre del cuarto trimestre de 2022, el 59% de todas las reservas internacionales de los bancos centrales del planeta se mantenían en dólares. Frente a él, el euro apenas acaparaba el 20% y el yuan (tercera divisa en el ranking), el 2,9%. Es verdad que a lo largo de los últimos 25 años, el peso del dólar en este rubro ha caído desde el 72% al 59%, pero solo porque los bancos centrales han diversificado su cartera entre varias divisas, no porque haya surgido ninguna que haya absorbido mayoritariamente todo lo que el dólar ha perdido. Concretamente, esos 12-13 puntos de presencia en las reservas de los bancos centrales se los han repartido a partes casi iguales el euro, la libra, el yuan, el dólar canadiense y el dólar australiano.
De momento, por tanto, no se atisba ninguna debilidad seria en el uso del dólar tanto como medio internacional de pago cuanto, sobre todo, como reserva de valor. La razón es que ninguna economía dentro del panorama global es capaz ahora mismo de combinar los siguientes tres elementos, tan importantes para emitir divisas, tanto como lo hace EEUU: 1) tamaño, 2) solvencia, 3) libertad financiera. Hay economías muy solventes y libres (Suiza, paradigmáticamente) pero no grandes, de modo que no pueden abastecer al mundo con la enorme cantidad de pasivos monetarios líquidos que se demanda; hay economías muy grandes y solventes, pero no libres (como China), de modo que no pueden proporcionarle al mundo un pasivo monetario irrestrictamente transferible entre fronteras; y hay economías grandes y libres, pero con dudas estructurales sobre su solvencia (por ejemplo, la Eurozona y su eterna amenaza existencial), de modo que no pueden proporcionarle al mundo un pasivo monetario confiable.
Hoy por hoy, el dólar no tiene rival como moneda mundial. Quizás en el futuro, si se producen cambios de calado en algunas economías (liberalización del control de cambios en China o unificación fiscal en la UE), sí lo tenga: pero, hoy por hoy, no. Los muertos que vos matáis gozan de buena salud.
Desde hace algunas semanas, estamos escuchando con creciente insistencia que el mundo se está desdolarizando: que cada vez menos economías usan la divisa estadounidense en sus relaciones comerciales y, al contrario, se están decantando por otras alternativas emergentes, como el yuan o, en un futuro no muy lejano, las nuevas monedas regionales que puedan crearse entre los BRICS o entre países iberoamericanos.
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