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Fascistada contra la gestación subrogada
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Juan Ramón Rallo

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Fascistada contra la gestación subrogada

Es Meloni quien oprime a centenares de italianos y destruye sus vínculos familiares: pero en este caso ni a la izquierda ni a la derecha les preocupan realmente la opresión ni las familias

Foto: La primera ministra italiana, Giorgia Melon. (Reuters/Jonathan Ernst)
La primera ministra italiana, Giorgia Melon. (Reuters/Jonathan Ernst)
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Giorgia Meloni, la que hasta hace dos tardes representaba el mal de la ultraderecha en Europa, acaba de conseguir que se apruebe una ley en Italia que la extrema izquierda española (y, por desgracia, también nuestra izquierda no tan extrema, así como nuestra derecha) aplaude con las orejas: a saber, la persecución universal de aquellos padres que inicien en el extranjero un procedimiento de gestación subrogada. No es que en Italia no estuviese ya prohibida la gestación subrogada: es que, cuando la ley esté en vigor, aquellas familias italianas que recurran a la gestación subrogada en un país extranjero donde esté legalizada serán igualmente perseguidas y sancionados por el Estado italiano.

En esta materia, tanto la izquierda liberticida como la derecha liberticida están hermanadas en cercenar las libertades individuales tanto de los padres comitentes como de las mujeres gestantes. Los argumentos que emplean unos y otros son ligeramente distintos, pero, en última instancia, terminan convergiendo: mientras que la izquierda está preocupada por la opresión a la que acaso estén sometidas las gestantes subrogadas, la derecha se escandaliza por la subversión de los vínculos afectivos tradicionales y la consecuente degradación de la institución familiar. Pero tanto izquierda como derecha especulan que el vicio fundamental de la gestación subrogada, el causante de esas relaciones ora opresivas ora subversivas y degradadas, es la mercantilización de los menores. La gestación subrogada, nos dicen, equivale a la trata de bebés: a la compraventa de niños y, por eso, debe ser globalmente perseguida.

Foto: Mujer embarazada. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni) Opinión
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Pero en su diagnóstico común también reside su error compartido. En la gestación subrogada no se compra ni se vende ningún niño: los padres comitentes compran o, mejor dicho, alquilan la capacidad de gestar de una mujer para que desarrolle un embrión que ha sido previamente concebido por los propios padres comitentes. Obviamente, si los padres comitentes adquieren (temporalmente) la capacidad de gestar de una mujer es porque aspiran a que el embrión se desarrolle en un bebé, pero eso no equivale a comprar bebés y no lo equivale en dos sentidos fundamentales.

Por un lado, el objeto del contrato no es la causa del contrato. Aunque la función económico-social de un contrato de gestación subrogada puede ser la de desarrollar en bebé el embrión de los padres comitentes, el objeto es la obligación de gestarlo. Del mismo modo, la causa del contrato por el que adquirimos los servicios de un abogado puede ser obtener una sentencia absolutoria (o condenatoria), pero el objeto de ese contrato son los servicios de representación y defensa del abogado, no el contenido la sentencia: al igual que sería descabellado afirmar que, cuando contratamos a un abogado, estamos comprando la sentencia, también lo es decir que en una gestación subrogada se compran bebés (de hecho, la gestante subrogada cobra de los padres comitentes aun cuando tenga un aborto natural y, por tanto, el bebé no exista: cobra por gestar, no por entregar un bebé).

Foto: Imagen de archivo de un hospital.  (Reuters) Opinión

Por otro, si el bebé fuera el objeto de un contrato de compraventa, entonces el bebé no sería un sujeto de derecho, sino una cosa sometida al tráfico mercantil. El equivalente a un esclavo moderno. Pero los bebés fruto de un contrato de gestación subrogada son sujetos de derecho: no son propiedad de sus padres, sino que estos meramente poseen la patria potestad sobre ellos. Cualquier abuso o negligencia de los padres comitentes sobre sus hijos (como sucede en cualquier otra relación paterno-filial, fruto de la gestación subrogada o no) está sancionado por el ordenamiento jurídico precisamente porque los padres no son soberanos sobre sus hijos (como tampoco lo son sobre cualquier otra persona).

Foto: Ana Obregón, en una de sus visitas a 'El hormiguero', en 2019. (Getty Images)

En el fondo, las críticas de izquierda y derecha contra la gestación subrogada son meras racionalizaciones de sus emociones: rechazan instintivamente esta técnica de reproducción asistida y buscan desesperadamente argumentos que les permitan justificar su pulsión prohibicionista. A la postre, si la izquierda estuviera genuinamente preocupada por la opresión de las gestantes, trataría de evitar que personas en una situación financiera desesperada se sientan económicamente presionadas a convertirse en gestantes subrogadas, pero no prohibiría a todas las mujeres ser gestantes subrogadas por cuanto reconocería que muchas gestantes subrogadas viven actualmente en familias acomodadas y no tienen como principal motivación el dinero; y si la derecha estuviera preocupada por cómo la gestación subrogada afecta a las relaciones familiares, buscaría en primer lugar estudiar la evidencia que tenemos al respecto y cómo esta no halla ningún efecto negativo ni para las gestantes subrogadas, ni para los niños, ni para los padres comitentes. Es decir, que tanto los unos como los otros recurren al escándalo moral y moralizante para intentar imponer coactivamente sus prejuicios sobre los demás: hacen como si les preocuparan los demás para ningunear su autonomía y someterlos a sus caprichos.

Es más bien la fascistada de Meloni la que oprime a centenares de italianos y destruye sus vínculos familiares: pero en este caso ni a la izquierda ni a la derecha les preocupan realmente la opresión ni las familias. Solo aplastar por la fuerza lo que juzgan injusto o impuro.

Giorgia Meloni, la que hasta hace dos tardes representaba el mal de la ultraderecha en Europa, acaba de conseguir que se apruebe una ley en Italia que la extrema izquierda española (y, por desgracia, también nuestra izquierda no tan extrema, así como nuestra derecha) aplaude con las orejas: a saber, la persecución universal de aquellos padres que inicien en el extranjero un procedimiento de gestación subrogada. No es que en Italia no estuviese ya prohibida la gestación subrogada: es que, cuando la ley esté en vigor, aquellas familias italianas que recurran a la gestación subrogada en un país extranjero donde esté legalizada serán igualmente perseguidas y sancionados por el Estado italiano.

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