Las previsiones son irrelevantes: el expolio automático, no

Durante los últimos 20 años, la economía española ha crecido a una media anual del 1,4%, la tasa de empleo ha sido del 65% y la productividad se ha expandido apenas el 0,6% anual. Y para que la contrarreforma del sistema de pensiones perpetrada por este Gobierno sea viable, el propio Ministerio de Seguridad Social estima que, durante los próximos 35 años, será necesario un crecimiento promedio del PIB del 1,8%, una tasa de empleo del 76,3% y un aumento anual de la productividad del 1,5%. No solo eso: el fuerte incremento de la tasa de empleo (en más de 10 puntos) se explica en gran medida por la expectativa de que la tasa de empleo entre los 65 y 74 años se incremente desde el actual 7% hasta aproximadamente el 30%.

Parece bastante claro que la previsión de ingresos y gastos de la Seguridad Social no se ha estimado a partir del cuadro macroeconómico 2023-2060, sino que el cuadro macroeconómico 2023-2060 se ha confeccionado a partir de los ingresos y gastos que se deseaban plasmar sobre el papel para poder concluir que la contrarreforma pensional del Ejecutivo es sostenible en el tiempo.

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A la postre, confiar la viabilidad del sistema de pensiones a que la economía española lo haga mejor en el futuro de lo que lo ha venido haciendo durante las últimas dos décadas no parece la decisión más prudente para el estadista responsable, pero sí lo es para el propagandista irresponsable. No es que sea imposible de lograr, pero no deberíamos jugárnoslo a la lotería. Aunque, precisamente sobre esta cuestión, el ministro Escrivá ha mostrado su disgusto: sí, claro que “especular sobre estimaciones a 30 o 50 años es verdaderamente muy complicado”, pero lo importante de su contrarreforma es el automatismo que rodea al Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI). En sus propias palabras:

"Lo más importante del marco español es que, para que no tengamos que estar discutiendo sobre quién es más optimista o menos optimista porque es bastante secundario y muy difícil, lo que existe en la norma española es un mecanismo por el cual cada tres años se revalúan todas las proyecciones y se establecerán los mecanismos para asegurar la sostenibilidad".

Llama la atención que, para Escrivá, lo más relevante de su contrarreforma no sea lo que ya se ha hecho para cuadrar las cuentas de la Seguridad Social, sino lo que acabaremos teniendo que hacer en el futuro para cuadrarlas. Cada tres años, si los gastos suben más de lo previsto y los ingresos menos de lo anticipado, el Gobierno tendrá que aprobar nuevas subidas de cotizaciones o recortes en las pensiones: y si esas medidas no pasan el corte del Congreso, entonces el MEI elevará progresiva y automáticamente las cotizaciones hasta que el déficit desaparezca.

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Por tanto, sí, aunque las previsiones que ha presentado el Gobierno fallen estrepitosamente, la sostenibilidad del sistema no corre peligro… porque esa sostenibilidad se hará recaer por entero sobre los hombros de los trabajadores cotizantes. Y esa es la parte más importante de la reforma: que se consagra el expolio al trabajador para que nuestros gobernantes eviten enemistarse con su creciente caladero de votantes, a saber, los pensionistas.

Resulta curioso, eso sí, que el ministro saque ahora pecho por el automatismo del MEI cuando él mismo lo rechazaba hace apenas un año. Esto es lo que Escrivá nos decía en septiembre de 2022 acerca de lo que ahora denomina la parte más importante del marco español: “La Comisión lo que nos dice es que debe ser un mecanismo automático y nosotros le hemos explicado que es mejor que sea semiautomático. Es una discusión puramente técnica”.

Lo puramente técnico se ha convertido en puramente esencial. Tan esencial como lo será seguir subiendo las cotizaciones para subsanar la explosión de los gastos que está perpetrando temerariamente este Gobierno.