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El alarmante y revelador aumento de la pobreza en España
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Juan Ramón Rallo

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El alarmante y revelador aumento de la pobreza en España

¿Cómo resulta posible que, multiplicando los recursos estatales que estamos destinando a luchar contra la pobreza, haya ahora más pobres que nunca?

Foto: Foto: EC Diseño/Sofía Sisqués
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Hubo un tiempo, allá por 2014 o 2015, cuando España apenas empezaba a levantar cabeza después de bordear la bancarrota estatal, en la que los titulares de prensa nos bombardeaban sobre las alarmantes cifras de la pobreza en España. Por ejemplo, en 2013, La Sexta nos informaba de que "Cerca de dos millones de niños pasan hambre en España"; Eldiario.es nos decía, entrevistando a José Esquinas, que "España vive un retroceso brutal en términos de hambre, sobre todo infantil"; El Mundo que "La pobreza infantil en España es una emergencia de salud"; 20 Minutos, "La pobreza energética, una tragedia invisible que causa 7.000 muertes al año en España"; Público nos radiografiaba como "Pobreza y precariedad: España, líder en las estadísticas", y un largo etcétera que, imagino, muchos todavía tendremos bastante presente en nuestras cabezas.

Fue precisamente durante aquellos años cuando surgió con fuerza Podemos, hasta el punto de convertirse, según algunas encuestas, en primera fuerza política del país. No es de extrañar: si la situación del país era tan sumamente crítica y, además, estábamos infestados de corrupción (fueron los años de la Gürtel y del resto de escándalos del PP), entonces es que necesitábamos un cambio radical en el liderazgo político y en el rumbo de la política económica.

Foto: Ilustración: Marina G. Ortega Opinión
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Hasta cierto punto, de hecho, cabe decir que ese volantazo político y económico llegó en 2018: con la recuperación económica ya encarrilada y con las cifras de pobreza y desigualdad cayendo, se fraguó la célebre moción de censura de Pedro Sánchez que, poco después, condujo al Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos y, ahora mismo, PSOE-Sumar. Desde que se abriera tan gloriosa página en la historia de España, el salario mínimo ha aumentado de manera sustancial en términos reales, se ha mantenido el poder adquisitivo de las pensiones, se ha implantado el ingreso mínimo vital, se han paralizado los desahucios, se ha extendido la duración de los contratos de arrendamiento y se ha congelado de facto su revalorización al IPC, se han intervenido los precios de la electricidad y se ha regulado la cadena de valor de la distribución de alimentos. No solo eso, el gasto público ha crecido como nunca antes y los impuestos contra rentas altas, elevados patrimonios y grandes empresas se han acrecentado.

Y, aparentemente, todo este cúmulo de medidas han dado el resultado deseado: la desigualdad de ingresos en España ha caído a su nivel más bajo de toda la serie histórica comparable (que se inicia en 2008). El índice Gini en 2023 fue de 0,315 (frente a los 0,332 de 2018) y el ingreso del 20% más acaudalado de la sociedad solo es 5,5 veces superior al del 20% más pobre (frente a las 6 veces de 2018). A su vez, la población en riesgo de pobreza (quienes no alcanzan el 60% de la renta mediana por unidad de consumo) asciende solo al 20,2% (frente al 21,5% de 2018) y los hogares con baja densidad en el empleo apenas son el 8,4% (frente al 10,8% de 2018).

Foto: El alto representante de la UE, Josep Borrell. (Europa Press/Mateo Lanzuela)

Tan solo hay un problema con esta benevolente mirada a las condiciones de vida de los españoles: que, en 2023, el porcentaje de hogares en situación de carencia material severa alcanzó su nivel más elevado de toda la serie histórica comparable que arranca en 2004. Concretamente, el 8,9% de las familias españolas no puede permitirse al menos cuatro de los siguientes nueve conceptos (y el 19,2%, al menos tres de ellos): irse de vacaciones al menos una semana al año; una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días; mantener la vivienda con una temperatura adecuada; afrontar gastos imprevistos; estar al corriente del pago de gastos relacionados con la vivienda principal (hipoteca o alquiler, recibos de gas, comunidad…) o en compras a plazos en los últimos 12 meses; disponer de un automóvil; disponer de teléfono; disponer de un televisor; disponer de una lavadora. En 2018, ese porcentaje era el 5,4%.

Todavía peor: si echamos un vistazo a los epígrafes que miden la pobreza alimentaria o la pobreza energética, veremos que es ahora, y no en 2014 o 2015, cuando nos hallamos, con diferencia, en peor situación. Así, el porcentaje de hogares que en 2023 no podían permitirse comer carne al menos cada dos días fue del 6,7% frente al 3,3% de 2014 o 2,7% de 2015; igualmente, el porcentaje de hogares que no podían permitirse mantener su vivienda a una temperatura adecuada fue del 21% en 2023 frente al 11,1% de 2014 o 10,7% de 2015.

Foto: Imagen de la Gran Recogida de Alimentos del Banco de Alimentos de Madrid. (EFE)

Al parecer, por tanto, hay más empleo y más igualdad, pero también más pobreza. ¿Cómo es posible? Pues probablemente porque los ingresos reales del estrato más pobre de la sociedad hayan sido devorados por la inflación y, por tanto, el incremento de sus ingresos nominales no haya ido acompañado de un aumento en su capacidad adquisitiva sobre algunos de esos elementos que medimos bajo la carencia material severa. Y, pese a todo ello, hoy no encontramos titulares escandalizados en la prensa denunciando la precariedad en la que vive instalada gran parte de la población española. Parecería que el mayor número de pobres hoy cuenta menos que la menor cantidad de pobres de 2014 o 2015; o que el interés político por denunciar la pobreza hoy es menor que en 2014 o 2015.

Sea como fuere, lo que realmente deberíamos plantearnos es algo más elemental: ¿cómo resulta posible que, multiplicando los recursos estatales que estamos destinando a luchar contra la pobreza, haya ahora más pobres que nunca? ¿Cómo puede ser que el muy progresista Gobierno PSOE-Sumar se marque como absoluta prioridad luchar contra la pobreza y, al mismo tiempo, esté engordando las cifras de pobreza? Pues o porque la auténtica prioridad del Estado no es esa o porque el Estado es enormemente incapaz. O bien por una mezcla de ambas: ni el principal interés de nuestros políticos de izquierdas es acabar con la pobreza (sino perpetuarse en el poder mimando a masas de votantes como los pensionistas) ni, aun siéndolo, serían capaces de contrarrestarla. Por eso, a pesar del crecimiento del PIB y del Estado redistributivo, la pobreza toca máximos.

Hubo un tiempo, allá por 2014 o 2015, cuando España apenas empezaba a levantar cabeza después de bordear la bancarrota estatal, en la que los titulares de prensa nos bombardeaban sobre las alarmantes cifras de la pobreza en España. Por ejemplo, en 2013, La Sexta nos informaba de que "Cerca de dos millones de niños pasan hambre en España"; Eldiario.es nos decía, entrevistando a José Esquinas, que "España vive un retroceso brutal en términos de hambre, sobre todo infantil"; El Mundo que "La pobreza infantil en España es una emergencia de salud"; 20 Minutos, "La pobreza energética, una tragedia invisible que causa 7.000 muertes al año en España"; Público nos radiografiaba como "Pobreza y precariedad: España, líder en las estadísticas", y un largo etcétera que, imagino, muchos todavía tendremos bastante presente en nuestras cabezas.

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