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¿Cómo explicar el efecto Feijóo?
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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¿Cómo explicar el efecto Feijóo?

Feijóo puede ser la criptonita de Sánchez porque no quiere ser su peor enemigo, sino demostrar que es un competidor políticamente superior

Foto: Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Cabalar)
Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Cabalar)
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No tiene el magnetismo de Felipe ni la determinación de Aznar.

No emite la 'auctoritas' de Merkel ni el aura de Mitterrand.

No irradia la audacia de Suárez ni la modernidad de Zapatero.

No transmite la autenticidad del primer Iglesias, ni la simpatía de Rivera, tampoco el dogmatismo de Abascal.

No vibra como Obama ni como Trump.

Ni siquiera es un hombre corriente al estilo García Page o Moreno Bonilla.

Y, sin embargo, funciona. El efecto Feijóo existe. Los números que estamos viendo en todas las encuestas se salen de lo habitual. ¿Cómo explicarlo?

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe al nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Chema Moya) Opinión

¿Cómo es posible que el PP haya pasado del punto de colapso a sumar algo más de 800.000 votos en un mes?

¿Cómo explicar que haya duplicado la transferencia de votos desde Vox y que al mismo tiempo logre un aprobado entre los votantes socialistas?

El "movimiento rebaño" puede servir para comprender parte de lo que está pasando. La salida de Rajoy del poder marcó el inicio de una gincana sociológica con cambios súbitos, bruscos y constantes entre los votantes que van desde el centro a la extrema derecha.

Cambios en la marea que, en mi opinión, han ido respondiendo al profundo deseo de encontrar la fórmula definitiva para derrotar a Sánchez. Casado nunca ha estado en esa quiniela. Rivera sí lo estuvo, Ayuso está y Abascal comenzaba a estarlo.

Ahora ha ocurrido algo distinto. La diferencia para el electorado de la derecha —que lleva tanto tiempo huérfana— está en que el gallego no es otra apuesta más contra el sanchismo, sino un líder básicamente mejor.

Foto: Alberto Núñez Feijóo y Juan Manuel Moreno a su llegada al XX Congreso Nacional del PP. (EFE/Julio Muñoz) Opinión

Dicho de otro modo: Feijóo puede ser la criptonita de Sánchez porque no quiere ser su peor enemigo, sino demostrar que es un competidor políticamente superior.

Y buena parte de todos los que han votado alguna vez al Partido Popular ha detectado a lo largo de este mes que puede ser mejor líder de la oposición que Abascal y mejor presidente que Sánchez.

Eso explica el caudal abierto a Ciudadanos, el aumento de la fidelidad al PP y que se haya duplicado la trasferencia de votantes desde Vox. Según el CIS, pasa del 10 al 20. Eso son 360.000 electores, uno detrás de otro.

Ojo porque llevábamos meses señalando que conocíamos el suelo pero no el techo de los de Abascal. Ojo porque la cima demoscópica del nacionalpopulismo puede haber quedado ya atrás, según se desalojaba a Casado.

Lo cierto es que el sentimiento de orfandad ha desaparecido en la derecha. El rebaño se ha movido. El cambio resulta notable, pero no es lo principal y tampoco lo más sorprendente.

El muro entre los bloques ideológicos, antes infranqueable, se ha llenado de agujeros. La última encuesta de El Confidencial refleja que más de 400.000 votos han pasado del rojo al azul desde el cambio de liderazgo de los populares.

La erupción populista lleva entre nosotros bastante ya, aquí y en el resto de occidente. Y lo cierto es que las cosas no han mejorado con ellos

En la burbuja de la M-30 madrileña, el 5,2 de valoración que Feijóo cosecha entre los socialistas se interpreta como la falta de castigo al pacto vóxico de Castilla y León. A mí me parece que esa lectura es perezosa y superficial, que por debajo de la epidermis social viene acumulándose algo desde hace tiempo.

Mi impresión, que no puedo corroborar con números, es que se está produciendo un cambio en la demanda respecto al liderazgo político.

Algo así tiene que estar pasando cuando un tipo tan gris y tan carente de encanto como Feijóo, tan cercano en el fondo a perfiles como el de Biden o Scholz, adquiere un tirón social tan potente y tan repentino.

Me pregunto si es posible que, después de una década y media coleccionando crisis de todo tipo, nos hayamos cansado de buscar la posición mágica que hace desaparecer todos los males de repente.

La erupción populista lleva entre nosotros bastante ya, aquí y en el resto de occidente. Y lo cierto es que las cosas no han mejorado con ellos. Más bien han empeorado donde han tocado poder.

La mejor manera que tiene Feijóo de quitarle un millón de votos a Abascal consiste en dejar antes a Sánchez sin medio millón

Quizá haya un sector no menor en nuestra sociedad, considerando que llevamos demasiados años soportando líderes coléricos y mesiánicos, frentistas y huecos, narcisistas y dogmáticos, amateurs en definitiva.

Si lo miramos hacia fuera, podremos ver que hasta Le Pen ha bajado el tono y quiere quitarse aristas. Se está esforzando por ser una política más convencional, más clásica.

El paisaje actual hace viable que resurja el modelo de liderazgo populista. Las condiciones de vida van a peor y el miedo es el caldo de cultivo favorito de los extremos. Pero cabe preguntarse si no está creciendo el número de votantes que quiere probar algo distinto, menos excitante pero más saludable. Volver a lo malo conocido y aburrido.

Ahí es donde considero que encaja Feijóo. Un profesional en este negocio. No aspira a divertir ni a ser deslumbrante. No tiene más ideología que la Ley de Régimen jurídico de la Administración del Estado. No querrías tomarte una cerveza con él. No puede ser más 'establishment', ni más burócrata, ni más analógico.

Pero tampoco improvisa. Se prepara los temas y sabe de lo que habla. Va a Moncloa con papeles bajo el brazo. Y, como puede apreciarse en la estupenda entrevista que le hizo aquí Pilar Gómez, lo que dice suena razonable y de vez en cuando hasta te invita a pensar.

Foto: Robatto, García-Gallardo y Abascal, durante un acto en León. (Vox) Opinión
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No hay golpes de efecto en su discurso, la melodía es tan plana como la música del ascensor. Pero el resultado por ahora es parecido al del flautista de Hamelín. Por algo será.

Claro que esto puede ser efímero y que queda un mundo por delante. Ya veremos.

Claro que el efecto es por ahora meramente demoscópico y que Vox está fuerte.

De momento, le pido, amigo lector, que se quede con esta clave: la mejor manera que tiene Feijóo de quitarle un millón de votos a Abascal consiste en dejar antes a Sánchez sin medio millón. El resto es llamar al voto útil. Es lo más fácil. Y él se lo sabe de memoria.

No tiene el magnetismo de Felipe ni la determinación de Aznar.

Alberto Núñez Feijóo Partido Popular (PP)