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La tarta de Puigdemont como modelo de negociación
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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La tarta de Puigdemont como modelo de negociación

Los acuerdos, sobre todo, cuando los tiempos aprietan, son más fáciles de alcanzar cuando funciona un principio de confianza que aquí no existe

Foto: Acto electoral de JXCAT en Barcelona. (EFE/Enric Fontcuberta)
Acto electoral de JXCAT en Barcelona. (EFE/Enric Fontcuberta)
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Abróchense los cinturones porque nada está decidido. La negociación para conformar la mesa del Congreso marcará la investidura y la legislatura. Y, además, convalidará bastantes de las asignaturas impartidas en las escuelas de negocio, las facultades de políticas y las aulas de psicología. Las urnas y el sectarismo que impide un entendimiento entre las fuerzas centrales han querido que el destino de España quede colgado de una mente prófuga llena de dogmatismo, rencores y una acreditada capacidad para desenvolverse en situaciones de alta complejidad. Esta no lo es tanto para sus intereses: tiene la posición de fuerza.

Él manda y su tortuosa circuitería mental es un factor de primer orden en esta negociación. Los acuerdos, sobre todo, cuando los tiempos aprietan, son más fáciles de alcanzar cuando funciona un principio de confianza que aquí no existe. Puigdemont vive con una lista de reproches al bipartidismo y al resto del separatismo que nunca suelta de la mano. Y eso no se cura con emisarios, gestos y un poco de sacarina discursiva. Por un lado, ya ha dejado claro que no se fía de Sánchez con expresiones muy duras. Tampoco da la sensación de que vaya a conformarse con promesas escritas en el aire. Da la impresión de que exigirá compromisos fijos y explícitos. Y parece bastante seguro que su incumplimiento activaría el botón nuclear.

Foto: Cartel con la imagen del 'expresident' Carles Puigdemont. (Reuters/Nacho Doce)
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Y por el otro, Puigdemont no ha descartado —como sí ha hecho el PNV— la opción de que los suyos puedan abstenerse ante una eventual investidura de Feijóo. Por eso siguen abiertos todos los escenarios y será crucial quien reciba el primer encargo en Zarzuela. Si los de Junts optan por abstenerse ante Sánchez o ante Feijóo, al gallego le saldrían los números. Faltan menos de 100 horas para que se constituya la mesa y reina la incertidumbre. Un reinado que puede instalarse durante los próximos años, tanto que la agitada legislatura pasada podría parecernos una balsa de aceite al lado de lo que viene.

Por fuera de lo psicológico —el dañado principio de confianza— también es determinante en todas las negociaciones el perímetro de lo negociable. Con cierta frecuencia, estos procesos se abordan estableciendo un modelo en tres capas que ordena las demandas presentadas a la otra parte. Vamos a intentar acercarnos a esa receta bastante clásica y parecida a la estructura de una tarta. En la base, donde está la galleta, se sitúa todo lo que no puede negociarse. Parece que los tres ingredientes ya han sido expresados con suficiente claridad: consulta, amnistía y lengua.

Foto: La Sala de Vacaciones del Tribunal Constitucional inadmitió este miércoles un recurso de Puigdemont. (EFE/Zipi)

Quiere un avance concreto y por escrito respecto al derecho a decidir. Quiere una especie de ley de punto final sobre lo ocurrido en el golpe. Quiere la garantía de que el español estará desterrado de las aulas catalanas. Y no quiere ni medias tintas, ni tinta de calamar, porque su cosmovisión y su estrategia pertenecen al territorio de la pureza —donde se dirime su competición con los de ERC—. En la capa intermedia de la tarta, donde el chocolate y la nata, se ubica la zona de lo negociable. Aquí las diferencias con el resto del arco parlamentario nacionalista ya son menores. Es un poco lo de siempre, pero acentuado y con sus dificultades porque las cesiones y los dineros ya han sido muchos. De todas formas, siempre se puede rascar algo más…

Posibles ingredientes: competencias, financiación, infraestructuras y, desde luego, logros simbólicos para reflejar la progresiva retirada del estado y el despliegue de la ingeniería social nacionalista. Finalmente, en la capa superior, se colocan las guindas. En este caso, por ejemplo, incluso la conquista del ayuntamiento de Barcelona. Conviene no descartarlo porque el mandato del alcalde no es irreversible y siempre puede encontrarse alguna forma original para ganar en poder institucional, cobrarle al PSC la factura del pacto con el PP, y debilitar de paso al ERC. Habrá elecciones catalanas pronto y los nacionalistas están acostumbrados a jugar —como mínimo— en doble tablero.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Dumitru Doru) Opinión

Si la receta de la tarta de Puigdemont se pareciese mínimamente a esta que esbozamos, Sánchez tendrá ante sí un problema táctico, otro estratégico y un dilema de envergadura histórica. En lo táctico, tendría reducido su margen de negociación frente a una propuesta de máximos porque, entre otras cosas, no se ven fisuras en el entorno de Puigdemont. Más bien al contrario, el de Girona ha demostrado en todo momento que mantiene bien firmes las riendas de los suyos y no se aprecian indicios de que pueda ocurrir lo contrario. No queda demasiado tiempo y la mesa del Congreso, estando el Senado como está, es un factor existencial para Sánchez.

En lo estratégico, dado que el objetivo es preservarse en el poder, no parece una locura plantearse que una negativa a pasar por el aro de Puigdemont podría tener jugosos retornos electorales para los socialistas en caso de que vuelvan a volver las urnas. Y en clave histórica, la cuestión parece verdaderamente seria. Cierto es que, súbitamente, desde los entornos del poder se ha dejado de dar por constitucionalmente imposible la amnistía. Ya hemos visto las primeras manifestaciones de juristas y pronto vendrán los columnistas.

Foto: Vista del río Hijar a su paso por la localidad cántabra de Reinosa. (EFE/Maru García) Opinión
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A estas alturas, parece un poco ingenuo descartar que nunca veremos la venta pública de las distintas cesiones a Puigdemont como un pequeño paso para la desinflamación, pero un gran paso para la humanidad. Sin embargo, merece la pena señalar lo profundo: la amnistía, el borrado del pasado, es propia de los procesos de cambio de régimen. Ese es, precisamente, el sentido que tienen las leyes de punto final. Y a eso me refiero cuando hablo de la dimensión histórica de esta negociación.

¿Compensa el punto final? Conviene meditar bien el paso después de haber perdido las elecciones, ante una legislatura que solo podrá estar marcada por la inestabilidad y la completa falta de autonomía política del gobierno, y frente a un escenario económico que además apunta a más adverso. Conviene pensarlo con sentido de estado, sabiendo lo que la historia no se cansa nunca de demostrar: la cocina de siempre está abierta. Después de cada tartazo, viene otro más.

Abróchense los cinturones porque nada está decidido. La negociación para conformar la mesa del Congreso marcará la investidura y la legislatura. Y, además, convalidará bastantes de las asignaturas impartidas en las escuelas de negocio, las facultades de políticas y las aulas de psicología. Las urnas y el sectarismo que impide un entendimiento entre las fuerzas centrales han querido que el destino de España quede colgado de una mente prófuga llena de dogmatismo, rencores y una acreditada capacidad para desenvolverse en situaciones de alta complejidad. Esta no lo es tanto para sus intereses: tiene la posición de fuerza.

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