Es noticia
Oppenheimer y Puigdemont
  1. España
  2. Crónicas desde el frente viral
Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

Por

Oppenheimer y Puigdemont

Desde ahora, aunque nunca deje de haber teatro, la pregunta de cada mañana será si Pugidemont va o no va de farol. "No es un arma nueva. Es un mundo nuevo"

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (Reuters/Yves Herman)
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (Reuters/Yves Herman)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Secretismo, egos, dilemas morales y situaciones extremas. Poder. La película de Christopher Nolan bien vale para aproximarse con espíritu de agosto a este escenario patrio tan triste y enrevesado. Jugaremos a las semejanzas y diferencias seleccionando algunas de las frases del guion…

Para abrir boca, esta que se repite no menos de tres veces a lo largo del largometraje: “La teoría solo nos lleva hasta cierto punto”. El primer punto tiene fecha y es hoy.

Todo lo calculado en la pizarra de cada bando llegará hasta la votación inicial de un Parlamento que vivirá constantemente dominado por el principio de incertidumbre, un Congreso en el que habrá que acostumbrarse a convivir con el caos.

Foto: Acto electoral de JXCAT en Barcelona. (EFE/Enric Fontcuberta) Opinión

Desde ahora, aunque nunca deje de haber teatro, la pregunta de cada mañana será si Pugidemont va o no va de farol. “No es un arma nueva. Es un mundo nuevo”, sostiene. Algo más tarde, un colega le recuerda: “Puedes convencer a cualquiera de cualquier cosa, incluso a ti mismo”. Ser imprevisible, incluso para uno mismo, te hace más temible ante los demás.

Lo que ocurra con la elección de la mesa podría apagar la estrella de esta legislatura recién nacida. Pero, en el caso más probable de un resultado propicio para Sánchez, no determinará el resultado de las votaciones siguientes.

¿Por qué limitarse a un dogma?”, pregunta Oppenheimer. “Deja que se cague en el sombrero. Sé tú mismo, pero mejor”, le aconseja uno de los suyos.

Foto: Pedro Sánchez conversa con Cristina Narbona en la reunión de la ejecutiva socialista en Ferraz. (EFE)

“Veamos hasta dónde nos llegan las matemáticas”. Por el momento, sin haber movido ficha, el de Girona ya ha conseguido que empiece a fabricarse el uranio retórico y prejurídico de la amnistía sin que prácticamente nadie haya levantado la voz. Un silencio que viene detrás de un aviso en tono militar: “Tienes los derechos que te doy. No más. No menos […]. Hasta que sientas mi bota en tus huevos”. Pero hay más, hay más silencios.

El giro copericano de la Moncloa respecto a la amnistía no debería sorprender a nadie a estas alturas, precisamente porque se nos aseguró que nunca ocurriría. Sin embargo, supone un logro de valor incalculable para Puigdemont.

Lo ha alcanzado sin más esfuerzo que el de redactar algunos tuits y dar letra a los voceros del separatismo. Es un triunfo cosechado antes del saque y sembrado a oscuras. “Los aficionados buscan el sol y acaban quemados, el poder permanece en las sombras”.

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (Reuters/Yves Herman)

En el plano ideológico, la legitimación de la amnistía conlleva la deslegitimación jurídica del constitucionalismo —en democracia no puede haber presos políticos—. Y, en el práctico, corona la impunidad que se inició con los indultos y la reforma del delito de sedición. “La gravedad se traga la luz” (de la razón de Estado).

Resulta poco tranquilizador que puedan darse cambios de posición tan rotundos en cuestiones tan trascendentes y tan a espaldas de la opinión pública. “¿Alguien va a decir la verdad de lo que está pasando aquí?”.

“Ahora me he convertido en la muerte, en el destructor de mundos”. Carrera armamentística en Cataluña, País Vasco y Navarra. “No lo temerán hasta que no lo comprendan, y no lo comprenderán hasta que no lo usen”. ¿A cambio de qué? Para el Estado, que es el adversario, la mayor inestabilidad posible. Y, para el Gobierno de España, unas condiciones de gobernabilidad cercanas al cero.

Foto: Sánchez y Puigdemont en una reunión en 2016. (EFE/Toni Albir) Opinión

En la cercanía al cero es donde los parecidos se agotan y aumentan las distinciones entre lo que vemos en el cine y en la tele. Ya en el proceso de fabricación de la bomba se detecta la probabilidad matemática de que el estallido termine provocando una reacción en cadena que acabe con el mundo tras envolver la atmósfera en llamas.

Oppenheimer da máxima prioridad al cálculo. El equipo llega a la conclusión de que las opciones son casi nulas y siguen trabajando.

Poco antes del ensayo se verbaliza lo más escalofriante de toda la historia. El general pregunta: “¿Me estás diciendo que existe la posibilidad de que, cuando presionemos ese botón, destruyamos el mundo?”. El científico responde: “Las probabilidades son cercanas a cero”. Réplica del militar: “Cero estaría bien”.

Para Puigdemont el cero no estaría bien. Su empeño consiste en ir aumentando las probabilidades de que termine destruyéndose la realidad en que vivimos.

Foto: Carles Puigdemont, en el Parlamento Europeo. (Reuters/Yves Herman)

El separatista tiene la posición de fuerza porque el resultado de las urnas lo hizo viable, tiene el botón en sus manos porque Sánchez no quiere entendimiento alguno con el PP, solo necesita que el próximo Gobierno le siga fabricando más y más uranio.

Eso es lo que está negociando primero para la mesa, después para la investidura y luego durante todos los días. El exconseller Forn lo expresó con enorme claridad hace unos días: “La amnistía no es el punto de llegada, es el punto de partida”. ¿Cuál es el punto de llegada?

En la base de Los Álamos, el equipo de Oppenheimer tiene en su sala central unas copas sobre las que van acumulándose unas canicas, con ellas van midiendo la cantidad de uranio que se está acumulando. Puigdemont es capaz de haberse puesto otras en su residencia de Waterloo para ir contando las cesiones que irá sumando.

Foto: Trinity, la primera arma nuclear detonada en el mundo. (United States Department of Energy)

En mi opinión, el mayor acierto artístico de esta obra de Nolan se ubica en la explosión. El público espera un estruendo, pero lo que encuentra es un silencio todavía más ensordecedor. Ojalá no volvamos a ver nada parecido. Ojalá la ruptura no se produzca nunca y menos con la voz perdida para quienes deseamos permanecer unidos.

Si ocurre, no será uno quien “tenga que enfrentarse a las consecuencias de su propio logro”, como le dice Einstein a Oppenheimer en el cierre de la película. Seremos todos quienes tendremos que afrontar las consecuencias de nuestro fracaso. Todavía hay remedio. Puede que una repetición de las elecciones no sea tan mala después de todo.

Secretismo, egos, dilemas morales y situaciones extremas. Poder. La película de Christopher Nolan bien vale para aproximarse con espíritu de agosto a este escenario patrio tan triste y enrevesado. Jugaremos a las semejanzas y diferencias seleccionando algunas de las frases del guion…

Carles Puigdemont
El redactor recomienda