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Crónicas desde el frente viral
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Ahora sí, el PP tiene una estrategia
Lo tienen claro: quieren gobernar sin nadie más en el Gobierno. Se dan las circunstancias necesarias para lograrlo. Y tienen la ruta bastante trazada
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La mayoría del público se sorprendió ante el fuerte cambio de tono que aplicó Feijóo en el Parlamento. Desde que vino a Madrid no había empleado ese grado de agresividad y tampoco mientras fue Presidente de la Xunta. Sin embargo, quienes recordamos la campaña electoral de Galicia en 2009 no pestañeamos. Le vimos alcanzar aquella victoria tras un desempeño tan duro o más que el de ahora. Yo, que jugué entonces en el equipo contrario, recuerdo aquello como una carnicería.
El enigma, por lo tanto, está en los motivos que le impidieron competir ofreciendo su mejor versión en la campaña de las pasadas generales. Supongo que habrá motivos de todo tipo, pero parece claro el adelanto propiciado por Sánchez fue un acierto táctico que dejó al Partido Popular sin margen para configurar una estrategia.
Aquella victoria insuficiente pesa sobre la imagen del líder gallego en el electorado conservador. La percepción de que aquello fue un gatillazo genera todavía una desconfianza que no podrá disolverse hasta que alcance la presidencia. Y ahora la tiene todavía más cerca.
La diferencia respecto a la cita anterior estriba en que esta vez sí tiene bien armado un marco estratégico para conquistar el poder. Y no lo tiene desde hace días, ni desde hace semanas. El diseño del camino terminó de fijarse hace meses, como mínimo, justo antes de colocar el Congreso del Partido Popular en el calendario.
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Esa decisión, la más importante que puede tomar la dirección de cualquier partido político, fue tomada a partir de un cálculo. Debieron estimar que los acontecimientos se acelerarían antes de que llegase el verano, que para estas fechas la imagen de Pedro Sánchez estaría hecha añicos y el PSOE en estado depresivo. Hoy puede decirse que acertaron. No del todo, seguramente, porque echando la vista atrás puede verse que la manifestación convocada en Madrid no terminó de encajar del todo.
Así que agendaron el Congreso en el primer fin de semana de julio con, al menos, cuatro propósitos. Dos emocionales: emitir imagen de máxima unidad y transmitir espíritu ganador (la contraprogramación del Comité Federal sanchista ayudó mucho). Y dos políticos o, mejor dicho, electorales: el tipo y los conceptos de campaña.
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Respecto al modelo de campaña, concluyeron que sólo puede ser de una manera: a través de un combate sin cuartel. Puesto que el final de esta legislatura no puede parecerse al de una película de Disney, se renunció a ofrecer a la sociedad eso que los clásicos llaman "un proyecto de país".
Esto no va de mejorar a España sino de salvarla en una situación que puede ponerse todavía más fea de lo que está, con no pocas probabilidades de que Sánchez quiera, desde el Gobierno, irse con el cuchillo en la boca a por todos los órganos del Estado.
Sobre los conceptos de campaña, los del Feijóo tuvieron que desembocar en la idea de aprovechar los errores del contrario, es decir, en tomar las banderas que el sanchismo ha ido dejando tiradas a lo largo de estos años.
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Puesto que el PSOE actual ha perdido su vocación de mayoría (toda la aspiración es liderar un bloque y mantener un muro), su centralidad (sometiéndose a la dictadura de las minorías) y el feminismo; todo lo que tiene que hacer el PP es volver a convertirse en el partido mainstream de la sociedad española sin dejarse llevar a ninguna emboscada.
Esa es la nube de ideas que se extrae de los discursos que hicieron Aznar y el propio Feijóo. E igualmente quedó perfilada la meta electoral. Lo tienen claro: quieren gobernar sin nadie más en el Gobierno. Se dan las circunstancias necesarias para lograrlo. Y tienen la ruta bastante trazada.
El objetivo electoral razonable cabe en un arco numérico. El punto mínimo consiste en alcanzar un diputado más que todo el bloque de Sánchez (PSOE, Sumar, Podemos y nacionalistas). Con ese escrutinio no habría otro candidato viable y sólo Vox podría evitar que Feijóo entrase en Moncloa votando "no" en la sesión de investidura.
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En ese escenario, los de Abascal no tendrían más remedio que abstenerse a pesar de que el PP les rechazase como socios de Gobierno. ¿Hasta qué punto es probable que esto ocurra? Es donde están hoy las encuestas y todo parece indicar que el PSOE sufrirá todavía más.
El punto máximo del objetivo electoral del PP se localiza en los 176 escaños, en la mayoría absoluta. Hoy no parece fácil, pero es probable que Feijóo haya aprendido la lección de 2023: el liderazgo no se ejerce moviéndose hacia los números de las encuestas, sino moviendo a la opinión pública hacia ti.
¿Qué movimientos tienen que producirse para que esto termine ocurriendo? El PP puede alcanzar la mayoría absoluta a través de dos vías que son distintas pero complementarias y que pasan, ineludiblemente, por apretar y apretar al PSOE donde más duele.
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Primera vía: la opción andaluza. Si todo el electorado percibe como inevitable la victoria del Partido Popular, sólo quedaría por despejar si el Gobierno incluiría o no incluirá VOX. En ese paisaje, el tránsito de votantes azules hacia el partido de Abascal se congelaría y podría generarse un arrastre en la frontera entre electores populares y socialistas parecido al que le dio el triunfo histórico a Juanma Moreno Bonilla.
Segunda vía: el momento 2.000. En aquellas generales, se produjo un fenómeno muy poco usual pero plausible en la España de 2025. El PP de Aznar no se disparó en votos pero alcanzó la mayoría absoluta porque hubo una abstención masiva y de castigo en el electorado progresista. La distancia en votos entre el primero y el segundo determinó el reparto de escaños en aquellas elecciones y puede hacerlo en las próximas. Por cierto, no sólo por la evidente pérdida de autoridad moral de todas las formaciones de izquierdas, también porque el desgarro en el voto femenino puede carecer de precedentes.
A diferencia de la ocasión anterior, esta vez es Feijóo quien tiene una estrategia electoral y es Sánchez quien carece de ella. El Presidente no puede pensar en el futuro porque no lo tiene. Cuanto más dice que la legislatura llegará hasta 2027, más probable resulta que votemos en 2025.
La mayoría del público se sorprendió ante el fuerte cambio de tono que aplicó Feijóo en el Parlamento. Desde que vino a Madrid no había empleado ese grado de agresividad y tampoco mientras fue Presidente de la Xunta. Sin embargo, quienes recordamos la campaña electoral de Galicia en 2009 no pestañeamos. Le vimos alcanzar aquella victoria tras un desempeño tan duro o más que el de ahora. Yo, que jugué entonces en el equipo contrario, recuerdo aquello como una carnicería.