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¿La prensa polariza o modera?
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Miriam González

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¿La prensa polariza o modera?

En España, la situación es realmente peculiar, porque, aunque tenemos una política muy polarizada, la sociedad no lo está: elecciones tras elecciones, los españoles siguen votando mayoritariamente a favor de partidos moderados

Foto: Mario, ordenando unos periódicos en su quiosco, Barcelona. (EFE/Marta Pérez)
Mario, ordenando unos periódicos en su quiosco, Barcelona. (EFE/Marta Pérez)
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En los barómetros internacionales, España aparece como uno de los países más polarizados de Europa junto con Suecia. Compartimos el podio global con Argentina, Colombia, Sudáfrica y los Estados Unidos. Pero nuestra situación es realmente peculiar, porque aunque tenemos una política muy polarizada, la sociedad no lo está: elecciones tras elecciones, los españoles siguen votando mayoritariamente a favor de partidos moderados y, a diferencia de otros países polarizados, nunca han dado la mayoría (ni absoluta, ni simple) a un partido o candidato extremista. El 23-J, una vez más, votaremos mayoritariamente a favor de partidos que no son extremos.

Una regla que no falla es que las campañas de los países con polarización política se centran, por lo general, en las ideas, y las de los polarizados, en las personas. Efectivamente, las acusaciones personales de mentiras y falsedades han sido uno de los ejes centrales de esta campaña. Se insertan en una tendencia de polarización política aún más grave: las acusaciones cruzadas de deslegitimación democrática, que están ahora a la orden del día. Las ha utilizado la derecha contra Sánchez durante casi toda la legislatura; y las está utilizando la izquierda contra el PP incluso antes de que Feijóo llegue al poder.

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Miriam González

A menos de una semana de las elecciones, seguimos sin haber podido someter a los dos candidatos mayoritarios a un escrutinio serio sobre sus propuestas. No hemos tenido ocasión de escuchar ninguna de las propuestas positivas que llevan en sus programas, que las hay, en ambos. Ni tampoco las negativas, que también las hay. No tenemos ni idea de cuál es la visión de país de cada uno de ellos a cinco años vista y si esa visión es realista. No hemos visto ninguna entrevista en la que Sánchez haya tenido que explicar, por ejemplo, cómo va a pagar las nuevas medidas redistributivas de su programa sin aumentar el déficit. Ni hemos visto a Feijóo teniendo que explicar qué gasto público va a disminuir para poder bajar impuestos de forma significativa sin aumentar ese déficit.

Claramente, la responsabilidad de este pobrísimo escrutinio democrático la tenemos todos, porque no exigimos a nuestros políticos cosas básicas como tener programas claros y justificar sus planes de gobierno con análisis de costes, como es la norma en muchos otros países. Pero si hay un estamento que debería hacer un examen detallado de conciencia después de estas elecciones, es la prensa. Porque en un país como el nuestro, con una política polarizada en una sociedad que no lo está, los medios de comunicación podrían jugar un papel esencial de moderación si simplemente hicieran lo que le corresponde hacer a la prensa en toda campaña electoral: un escrutinio objetivo e intenso de los candidatos y sus ideas.

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En esta campaña, se ha escrito y hablado hasta la saciedad sobre lo que no nos gusta de unos y de otros, lo que no les gusta a los unos de los otros y a los otros de los unos. Se ha opinado, se ha alabado, se ha criticado, se ha discutido. Pero ningún medio ha logrado que los dos candidatos mayoritarios expliquen ni su visión, ni sus ideas, ni cómo las van a costear. Algo que contribuye a que los medios de comunicación no hayan podido ejecutar su labor esencial de escrutinio (y que, por el contrario, se hayan dedicado mayoritariamente a opinar) es la tendencia mediática de los últimos años de primar a los comentaristas en los medios escritos y a los tertulianos en los audiovisuales y radiofónicos sobre los analistas, investigadores y profesionales del periodismo. Es una deriva entendible, dadas las muchas dificultades económicas a las que se enfrentan ahora casi todos los medios de comunicación, especialmente a raíz del auge de las plataformas tecnológicas, que han hecho un roto enorme en los ingresos publicitarios de los medios.

Es mucho más barato, por ejemplo, crear contenido con comentaristas que con investigación periodística; o rellenar horas de contenido con tertulianos, y hasta profesionales del periodismo se ven abocados a tener que complementar sus salarios con la participación en tertulias y debates. Pero ello hace que los medios de comunicación se estén convirtiendo en medios de opiniones contrapuestas (amplificadores de la polarización política), en vez de ser medios objetivos de escrutinio (moderadores de la polarización política). La libertad de expresión es el sancta sanctorum de todo sistema democrático. Pero, como toda libertad, también conlleva una responsabilidad por parte de los medios. ¿Son los medios de comunicación parte de la solución a nuestra polarización o contribuyen, por el contrario, a ella? En una sociedad como la española, que es moderada, pero que se enfrenta a un problema de polarización política, los medios de comunicación no pueden continuar obviando su responsabilidad de escrutinio y objetivación del discurso político.

En los barómetros internacionales, España aparece como uno de los países más polarizados de Europa junto con Suecia. Compartimos el podio global con Argentina, Colombia, Sudáfrica y los Estados Unidos. Pero nuestra situación es realmente peculiar, porque aunque tenemos una política muy polarizada, la sociedad no lo está: elecciones tras elecciones, los españoles siguen votando mayoritariamente a favor de partidos moderados y, a diferencia de otros países polarizados, nunca han dado la mayoría (ni absoluta, ni simple) a un partido o candidato extremista. El 23-J, una vez más, votaremos mayoritariamente a favor de partidos que no son extremos.

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