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Miriam González

En versión liberal

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¡Claro que hay remedio!

Ya no solo se nos pide elegir entre dos partidos que mantienen el 'statu quo'. Ahora también pretenden que blanqueemos a la extrema derecha debilitando aún más a la Unión Europea

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal (c), durante la cumbre de Patriots en Madrid. (Europa Press/Ricardo Rubio)
El líder de Vox, Santiago Abascal (c), durante la cumbre de Patriots en Madrid. (Europa Press/Ricardo Rubio)
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Los españoles estamos acostumbrados a que el bipartidismo use la estrategia del ¡qué remedio!. ¡Qué remedio!, es lo que se nos dice cuando gobierna el PSOE para que votemos al PP. Y para que votemos al PSOE cuando el PP está en el Gobierno. ¡Qué remedio!, resume casi la totalidad de los 40 años de bipartidismo: votando a uno y otro con la decepción de saber que el siguiente no va a hacer lo que necesita el país. Por encima de sus diferencias, el PSOE y el PP son partidos de statu quo: ambos taponan las reformas serias de la economía y del marco ético porque sus enormes redes clientelares no sobrevivirían en un país con una economía moderna y controles efectivos del Estado de derecho.

Pero esta vez lo que está en juego es algo más, porque bajo la estrategia del ¡qué remedio!, ahora se nos pide facilitar que la extrema derecha entre en el Gobierno. No es seguro, porque el PP todavía podría abrirse para conseguir mucha más fuerza y depender solo de la abstención de Vox. Pero es muy probable, porque el PP está en modo endogámico y la fuerza de Vox es ascendente. La foto de las extremas derechas juntas este fin semana en Madrid coreando a Trump, un presidente que claramente busca debilitar a Europa -y si es posible destruirla- ha sido tremenda. Oírlos gritar que la Unión Europea es una ‘dictadura’ cuando ellos apoyan a un presidente que arengó a asaltar el Capitolio y aplauden a Viktor Orbán (que tiene varias causas abiertas por socavar el Estado de derecho) clama al cielo. La Unión Europea ha tenido muchos aciertos (especialmente mantener la paz en Europa) y también errores (como la proliferación de la burocracia). Pero que no se engañe ni un solo español: sin la Unión Europea, la vida de todos los españoles sería muchísimo peor de lo que es ahora. España es totalmente dependiente de Europa, tanto económicamente como en defensa. Así que dar fuelle a ese tipo de movimientos es jugar no ya con fuego, sino con tanques de guerra.

Y no, no es lo mismo tener un Gobierno de coalición con la extrema izquierda (de por sí terrible), que se sustenta con el chantaje de Junts desde Waterloo (vergonzoso) y los votos de Bildu (repugnante) desde fuera de las instituciones del Estado, que tener a la extrema derecha dentro del Gobierno. Porque lo primero es una banda nacional, Albert Rivera dixit. Y lo segundo es una banda internacional absolutamente organizada, apoyada por unos intereses económicos fortísimos, apuntalada por una maraña global de fundaciones y think tanks, respaldada por una red de comunicación tejida durante más una década y que a lo que va es a cambiar los parámetros del Estado democrático cargándose el orden internacional. De ese orden internacional basado en normas ya prácticamente solo queda la UE, que es por lo que van a por ella. Escuchen los ataques de Abascal a la ONU, la OMS y la Corte Penal Internacional este fin de semana. ¡Es que ni siquiera lo esconden!

Ver a gente moderada, sensata, europeísta, haciendo ahora malabares para blanquear a la extrema derecha, dando pábulo a viejos y nuevos ‘trumpitos’, y minimizando el enorme riesgo que supone que entren en el Gobierno de otro país europeo, solo porque no pueden soportar a Sánchez, es deplorable. La Unión Europea ahora mismo pende de un hilo. Para evitar que se rompa, no vale con sentarnos a ver el espectáculo, ni mirar para otro lado: hay que trabajar por su supervivencia evitando que la extrema derecha, en todas sus configuraciones, siga avanzando en Europa.

Foto: Santiago Abascal y sus socios europeos. (EFE)

En España, para evitar esa subida de la extrema derecha y a la vez poner freno a un Sánchez que no atiende a los límites del Estado de derecho, solo hay tres posibilidades: o aumentar exponencialmente la exigencia social hacia Sánchez, o forzar al PP y al PSOE a que se abran, o crear alternativas. Tres opciones muy difíciles, pero no imposibles. Todas ellas requieren un curre mayúsculo. Y también mucha valentía, porque los intereses creados son enormes y los partidos dominantes actúan como apisonadoras para protegerlos.

Pero hay remedios, claro que los hay. Lo que pasa es que esos remedios implican salir de la complacencia con la que hasta ahora nos hemos tomado la democracia y la Unión Europea. Europa no puede sobrevivir si la población europea sigue dejando entrar en los Gobiernos a los que quieren que desaparezca. Es simple de entender. Inexplicablemente, algunos todavía no lo entienden.

Los españoles estamos acostumbrados a que el bipartidismo use la estrategia del ¡qué remedio!. ¡Qué remedio!, es lo que se nos dice cuando gobierna el PSOE para que votemos al PP. Y para que votemos al PSOE cuando el PP está en el Gobierno. ¡Qué remedio!, resume casi la totalidad de los 40 años de bipartidismo: votando a uno y otro con la decepción de saber que el siguiente no va a hacer lo que necesita el país. Por encima de sus diferencias, el PSOE y el PP son partidos de statu quo: ambos taponan las reformas serias de la economía y del marco ético porque sus enormes redes clientelares no sobrevivirían en un país con una economía moderna y controles efectivos del Estado de derecho.

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