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Fin de la dictadura, fuera miedos
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Miriam González

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Fin de la dictadura, fuera miedos

Si no tuviéramos miedo del poder público, denunciaríamos las arbitrariedades políticas en vez de acomodarnos a ellas. Y elevaríamos exponencialmente el nivel de exigencia social hacia la política y los políticos

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
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Los cincuenta años desde el fin de la dictadura son un momento para celebrar lo muchísimo que hemos avanzado en España desde entonces. Pero también para reflexionar sobre lo que todavía no hemos logrado. Somos ya formalmente una democracia madura. Pero en España falta libertad, porque en la sociedad española sigue habiendo miedo. Miedo del poder público. Miedo del enorme poder del Gobierno, miedo del poder de las comunidades autónomas, e incluso miedo del poder local.

Es increíble la naturalidad con la que en la España democrática hemos aceptado que si te significas es probable que tengas represalias. La manera en la que hemos normalizado que puedas tener problemas en el trabajo. O que se te cierren puertas. O que se te aparte de promociones y se te arrincone si eres funcionario. A nadie nos sorprende que los empresarios digan que si se significan políticamente pueden tener problemas con licencias, subvenciones o con contratos públicos, como si fuese algo normal y no una aberración democrática. Nuestro miedo es un miedo transversal, que afecta a todas las capas sociales, desde los que no se pueden defender, hasta los que tienen a su disposición todos los medios.

¿Qué haríamos en España si no tuviéramos miedo del poder público?:

- En vez de callarse, nuestros funcionarios darían la voz de alarma cuando viesen a los comisionistas paseándose libremente por los ministerios.

Foto: La exministra Nadia Calviño y la ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Teresa Ribera. (EFE/Kiko Huesca)

- En vez de tapar a los políticos que les piden mordidas, los empleados de nuestras empresas les denunciarían. Y también denunciarían cualquier sospecha de que otra empresa se ha llevado un contrato público pagando esas mordidas.

- En vez de encogernos de hombros cuando se nombra a alguien para un cargo público sin más experiencia que la de formar parte de un partido político, no pararíamos de quejarnos hasta que dimitiesen por la presión de esas críticas.

- No bajaríamos la cabeza cuando los políticos utilizan subvenciones y fondos europeos para favorecer a los suyos y conseguiríamos que se gastasen en las cosas correctas.

- El servicio diplomático y los funcionarios no mirarían para otro lado cuando en los viajes y reuniones oficiales aparecen las queridas (siempre son queridas, no queridos).

- El Ibex dejaría de estar mudo.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso (Europa Press/Eduardo Parra)
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- No se producirían nunca vacíos informativos.

- Nuestros empresarios dejarían de esconderse detrás de la CEOE y se manifestarían abierta e individualmente sobre las políticas del Gobierno.

- Los periodistas criticarían cuando fuese necesario a los políticos de todas las administraciones, independientemente de que les diesen publicidad institucional o no.

Cuando una masa crítica de españoles actúe sin miedo, habremos conseguido que España sea el país que se merecen las siguientes generaciones

Son solo algunos ejemplos. Pero en definitiva, denunciaríamos las arbitrariedades políticas en vez de acomodarnos a ellas. Y elevaríamos exponencialmente el nivel de exigencia social hacia la política y los políticos.

Es cuestionable si nuestro miedo hacia el poder público es una herencia de los cuarenta años de dictadura. O si la dictadura duró cuarenta años porque los españoles somos propensos al miedo. Pero en una democracia que ya ha alcanzado ampliamente la mayoría de edad, es hora de que superemos ese miedo. Cuando en otras partes del mundo están dando un paso atrás en democracia, nosotros hemos de dar un paso hacia delante.

No es algo fácil, porque en España, si desafías al poder público, te hacen la vida imposible. Pero es un desafío que merece la pena, porque cuando haya una masa crítica de españoles actuando sin miedo, habremos conseguido que España sea el país que realmente se merecen las siguientes generaciones.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/EPA/Olivier Hoslet) Opinión
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Se lo debemos a nuestros jóvenes, porque nuestra cultura de docilidad y de miedo ha limitado durante demasiado tiempo su potencial y sus sueños. Un país no puede abrazar con fuerza el futuro, renovarse y generar nuevas ideas, empresas y trabajos si sus habitantes no sienten que pueden explorar nuevas posibilidades, innovar, arriesgarse y buscar soluciones con total libertad y sin temores. Para ser un país dinámico, vital y ambicioso, un país de futuro, un país para los jóvenes, tenemos que liberarnos del miedo.

Superar el miedo al poder público. Juntos. Esa es la mejor manera de celebrar los cincuenta años desde el fin de la dictadura.

Los cincuenta años desde el fin de la dictadura son un momento para celebrar lo muchísimo que hemos avanzado en España desde entonces. Pero también para reflexionar sobre lo que todavía no hemos logrado. Somos ya formalmente una democracia madura. Pero en España falta libertad, porque en la sociedad española sigue habiendo miedo. Miedo del poder público. Miedo del enorme poder del Gobierno, miedo del poder de las comunidades autónomas, e incluso miedo del poder local.

Francisco Franco
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