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El increíble parecido (electoral) entre Ayuso y aquel Zapatero de 2008
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Ángel Alonso Giménez

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Ángel A. Giménez

El increíble parecido (electoral) entre Ayuso y aquel Zapatero de 2008

La candidata del PP ha generado una corriente emocional muy difícil de descomponer: es la encarnación de la "libertad". El expresidente socialista representó la alegría frente a un PP crispado y ganó holgadamente

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE)
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Isabel Díaz Ayuso ha conseguido este año lo que logró Manuela Carmena hace seis y lo que José Luis Rodríguez Zapatero hace 13. La comparación la formula uno de los asesores electorales más importantes del país en estos momentos y no es una fanfarronada. Explica este consultor que la candidata del PP ha logrado aglutinar un aura de ilusión parecido al que concitó la exalcaldesa en 2015. La izquierda en general, apenas sin matices, se congregó alrededor de una figura a la que nadie esperaba en aquella contienda electoral. Una mujer de enorme trayectoria judicial y cierto valor simbólico e histórico generó una esperanza imparable, en contraste con el cansancio y la crispación de la otra Esperanza: Aguirre.

La comparación con Zapatero tampoco es osada. Los asesores electorales españoles, en su altar de 'mejores campañas', suelen incluir la que el expresidente protagonizó en 2008. El mandatario socialista venía de unos años de gobierno y gestión que, por los avances culminados en derechos sociales y a pesar de la tensión del espectro ideológico contrario, se identificaron con una ilusión y una esperanza. Mientras el PP aún se lamía las heridas por la derrota de 2004, el PSOE planteaba una estrategia alimentada con alegría y festividad. Una España sonriente contra una España cabreada.

Ayuso, Ayuso y Ayuso. Zapatero, Zapatero y Zapatero

Murieron los procesos electorales basados en programas y en propuestas, si es que alguna vez existieron. Se ha escrito tanto sobre la influencia de la televisión, y ahora sobre las redes sociales, que no encontrarán más palabras aquí al respecto. Sí sobre la potencia de una emoción.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE) Opinión
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Coinciden los asesores y los políticos consultados que la candidata del PP, guste mucho, guste poco, guste absolutamente nada, ha alcanzado "el estado de gracia", lo que traducido al lenguaje electoral quiere decir, más o menos, que "casi da igual lo que haga o diga" durante el mes que resta hasta la instalación de las urnas. Aunque hasta el mismo 4 de mayo persistirá el riesgo de que un imprevisto rompa el círculo virtuoso, la lectura generalizada apunta a un clima tan favorable que ni la agitación de Pablo Iglesias, ni la habilidad de Iván Redondo ni el ruido y la furia de Santiago Abascal podrán nublarlo.

Sin duda, hechos como el del pasado miércoles en Vallecas sacuden emociones y pasiones. Los ciudadanos de derechas detestarán a quienes se manifestaron con violencia; los ciudadanos de izquierdas despreciarán a los políticos que acudieron al barrio de Madrid. Es un paisaje peligroso y mugriento, pero uno de los analistas consultados indica un efecto colateral que refuerza, de nuevo, a Ayuso: la atracción de más "voto útil". Si la carrera electoral baja (o sube, según se mire) a un plano meramente emocional o emotivo, la aspirante del PP lo tendrá más y más fácil.

Todo es Ayuso ahora mismo en la sede de la Presidencia, donde Miguel Ángel Rodríguez conduce el barco, y en Génova, donde pilota la máquina Alfonso Serrano. La personalización ha ascendido a niveles que recuerdan esa famosa campaña de 2008, que mejoró los resultados de Zapatero de cuatro años antes. La periodista Iolanda Mármol lo cuenta en el libro 'Secretos de campaña'. Uno de sus pasajes es este: "Los socialistas despliegan tácticas electorales que tendrán un común denominador, personalizar al máximo la campaña en la figura de Zapatero".

Ya es habitual en el PP que las campañas electorales se construyan sobre la marca personal del candidato, tal es el desgaste de la marca del partido. Ni Alberto Núñez Feijóo ni Juanma Moreno han escalado a sus actuales cotas de popularidad y reputación ayudados por las letras del logotipo, más bien por el agarre de sus apellidos, de sus formas de ser y de sus gestiones. Ayuso no es una excepción ahora. Reconoce una fuente del entorno de la presidenta que su caso es todavía más peculiar, pues se trata de una imagen situada muy por encima del balance de gestión. Es difícil localizar un mérito legislativo o administrativo de la candidata al cabo de este último año y medio. Sin embargo, las emociones adheridas a su proyección como 'persona' pública propician que cuando el madrileño/a tiene que elegir a su presidente, Ayuso gana por goleada.

Foto: Precampaña electoral en madrid

El barómetro electoral sobre la comunidad que publicó el CIS esta semana muestra tendencias aparentemente contradictorias. La nota que los ciudadanos dan a la gestión de la pandemia es mala o muy mala, pero en todas las franjas de edad, desde 18 hasta más de 64 años, la opción preferida para continuar al mando de la región es la que encarna Isabel Díaz Ayuso. Así que la izquierda sabe, y desde luego lo sabe Iglesias, que esta contienda no se ganará entre aprobados y suspensos a una gestión, sino en la configuración de marcos emocionales (antes incluso que mentales).

En 2008, los autores de la campaña de Zapatero se hincharon a mirar y remirar carteles e imágenes de su candidato sonriente y vitalista, fresco y renovador. En contraposición, un Rajoy demasiado formal. Cuando Mariano quiso ser más Mariano y menos Rajoy, tropezó con el vacío. No había terreno que recuperar. Estaba todo quemado.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a la reelección, Isabel Díaz Ayuso. (EFE) Opinión
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Ayuso es la libertad; Zapatero fue la alegría

En el PP de hace 13 años quizá se pasaron de vueltas. Tanto insistieron en mostrar un país en vías de crisis (el tiempo luego dijo lo que dijo, pero en campaña importa el 'ahora') que se despegaron completamente de la visión de los ciudadanos, entonces acomodados en datos macroeconómicos y laborales estupendos. El empecinamiento provocó situaciones increíbles, como la victoria en debate televisado de un Pedro Solbes medio tuerto a Manuel Pizarro, el estelar fichaje de Rajoy para ordenar la economía.

El episodio lo recuerda Fernando Garea en el prólogo del libro de Mármol, en el que figuran estas líneas: "El comité electoral socialista sitúa la campaña en un eje positividad-negatividad. (...). El líder socialista encarna los valores progresistas, el buenismo, el talante. La figura de Zapatero es clave para despertar sentimientos porque esta es una campaña profundamente emotiva, que apela a lo irracional, que busca conmover más que convencer". Y concluye el extracto así: "El PSOE no despliega un programa electoral, sino una campaña persuasiva que vincula un estado de ánimo a la figura de Zapatero".

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La producción audiovisual de entonces es una fiel plasmación de la idea. Los 'spots', dirigidos por Isabel Coixet, retratan otras tantas secuencias de entusiasmo y vitalidad. A Zapatero hasta se le asocia con su guiñol y con la pronunciación enfática de la Z, y en la cultura de esta España nuestra si un recurso funciona, ése es el sentido del humor. Por si fuera poco, Joan Manuel Serrat irrumpe en plena vorágine de lucha por el voto con una versión del poema de Mario Benedetti 'Defender la alegría'.

Enfrentarse a eso, a la alegría, da un mal rollo que no veas, y eso lo pagó el PP y lo pagó Rajoy, el mismo que en la campaña de 2015 se mostró tal cual es para salvar la reedición de su presidencia. Porque la mejor campaña de Mariano fue esa en la que media España se quiso ir de cañas con él.

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Esto es lo que pasa actualmente con Ayuso: medio Madrid se quiere ir de cañas con ella. El otro medio quizá prefiera cambiarse de bar.

Y viene a cuento la alusión al bar porque, en la línea de lo que escribió hace poco Carlos Prieto en El Confidencial, esta campaña se gana de momento en las barras y en las mesas, en las terrazas y en los taburetes. En la alegría y en la libertad. Enfrentarse a eso es una derrota de antemano. ¿Dónde está la pandemia?

Cómo quebrar y revertir dicho marco es justo lo que exprime las cabezas de Iván Redondo, de Pablo Iglesias y de Íñigo Errejón, que no son unos cualquiera. Derrotar a la 'libertad' no debe ser nada fácil.

Isabel Díaz Ayuso ha conseguido este año lo que logró Manuela Carmena hace seis y lo que José Luis Rodríguez Zapatero hace 13. La comparación la formula uno de los asesores electorales más importantes del país en estos momentos y no es una fanfarronada. Explica este consultor que la candidata del PP ha logrado aglutinar un aura de ilusión parecido al que concitó la exalcaldesa en 2015. La izquierda en general, apenas sin matices, se congregó alrededor de una figura a la que nadie esperaba en aquella contienda electoral. Una mujer de enorme trayectoria judicial y cierto valor simbólico e histórico generó una esperanza imparable, en contraste con el cansancio y la crispación de la otra Esperanza: Aguirre.

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