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La leyenda de Chiquito de Eibar: el Madrid de los frontones más allá del Beti Jai
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Miguel Díaz Martín

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La leyenda de Chiquito de Eibar: el Madrid de los frontones más allá del Beti Jai

Aunque el Beti Jai es el más conocido, Madrid llegó a tener más de 30 frontones donde jugaron estrellas como el 'Messi de la pelota vasca' y actuaron personajes como Mata Hari

Foto: El frontón Beti Jai de Madrid tras la restauración. (iStock/JJFarquitectos)
El frontón Beti Jai de Madrid tras la restauración. (iStock/JJFarquitectos)

Mayo de 1883. Una concurrencia “sumamente numerosa” ovaciona en el Frontón de Retiro a Indalecio León Sarasqueta y Uriarte, alias Chiquito de Eibar. El público jalea al “coloso de la pelota”, como lo retrataría la revista La Hormiga de Oro. Lo que no imaginan los asistentes es que, un siglo después, el legado del considerado como el Messi de la pelota vasca quedará borrado de la memoria de Madrid y los más de 30 frontones y canchas de la ciudad, prácticamente desaparecidos.

¿Pero cómo llegó la capital a adorar el deporte vasco hasta el punto de concederle la misma importancia que a los toros? ¿Por qué se perdieron los espectaculares coliseos diseñados por arquitectos de la talla de Zuazo, Otamendi o Rucoba?

En el año 1656, el histórico plano de Pedro Teixeira ya daba fe de la existencia de juegos de pelota en los Caños del Peral (Ópera) o el Palacio del Buen Retiro. La Puerta del Sol también acogía partidos en la pared de la Iglesia del Buen Suceso ―hoy enterrada, pero visible, en la estación de Cercanías de Sol―, como recoge el investigador Santiago Lesmes Zabalegui. Sin embargo, fue la reina María Cristina quien dio el impulso decisivo en el siglo XIX, tras quedar prendada de la disciplina durante sus veraneos en San Sebastián, donde también adoptó modas de origen francés como los jardines de verano o las vidrieras decorativas.

placeholder Artículo sobre Chiquito de Eibar publicado en 'La Hormiga de Oro'. (BNE)
Artículo sobre Chiquito de Eibar publicado en 'La Hormiga de Oro'. (BNE)

La burguesía madrileña y los empresarios de la Villa y Corte no tardaron en ponerse manos a la obra para complacer a la monarca. Respaldados por la floreciente colonia vasca, navarra y riojana de Madrid y alentados por la promesa de negocio de las jugosas apuestas que se cruzaban en los frontones del norte, promotores y aficionados arrimaron el hombro hasta conseguir que la leyenda de la pelota, el “indiscutible campeón” vasco Chiquito de Eibar, inaugurase el Frontón de Retiro en 1883.

Coliseos para 6.000 espectadores

Desde ese momento, los frontones crecieron de manera exponencial. Al de Retiro le siguieron el Jai Alai (Atocha) o su competidor el Fiesta Alegre (Argüelles). El primero fue diseñado por Miguel Mathet y Coloma en líneas sencillas a base ladrillo, piedra y hierro. Su graderío y sus dos plantas de palcos para 2.000 localidades con columnas de fundición se cubrieron con una marquesina de bóveda de cañón que, junto a la instalación de luz eléctrica, permitía celebrar partidos en cualquier momento del año.

placeholder Frontón Fiesta Alegre en 'La ilustración española y americana'. (BNE)
Frontón Fiesta Alegre en 'La ilustración española y americana'. (BNE)

El Fiesta Alegre revolucionó los conocidos como frontones industriales o comerciales. Eduardo Fernández y el arquitecto municipal Andrés Octavio Palacios levantaron una fachada clásica con “apariencia de academia o ateneo”, como dictan las crónicas recogidas por Ignacio Ramos en su libro Frontones madrileños. Auge y caída de la pelota vasca en Madrid. Hasta 6.000 personas podían acomodarse entre la zona del tendido y un graderío de tres plantas en forma de L para seguir el juego en una cancha que emulaba la grandiosidad de una plaza de toros, un anfiteatro o “un circo romano”, como recogió el diario El Día.

Estos frontones contaban con restaurantes, aseos con agua corriente, tocadores, palcos de autoridades, enfermería y salas para los pelotaris. Chiquito de Eibar frecuentaba estas y otras canchas para fomentar una afición que seguía creciendo en barrios populares como Carabanchel, Tetuán o Nueva Numancia. El Real Madrid o el Athletic Club, germen del Atlético de Madrid, llegaron a disponer de sus propios frontones en Chamartín y Retiro, respectivamente, lo que da cuenta de su popularidad, señala Ignacio Ramos.

Las obras maestras: Recoletos y el Beti Jai

Este fulgurante éxito movilizó a arquitectos como Eugenio Jiménez Corera, autor de la fábrica de cerveza El Águila y del proyecto inicial del frontón Euskal Jai (Recoletos); Joaquín Otamendi, colaborador del gran Antonio Palacios en el Palacio de las Telecomunicaciones o la actual sede del Instituto Cervantes y diseñador del Nuevo Jai Alai (también en Recoletos); o Francisco Reynals, que ideó el coqueto Frontón Madrid (Cedaceros), el primero en albergar en 1917 partidos femeninos con profesionales como Carmen La Bolche o Joaquina Otaola.

placeholder Imagen coloreada del Frontón Recoletos. (Fundación Eduardo Torroja)
Imagen coloreada del Frontón Recoletos. (Fundación Eduardo Torroja)

Sin embargo, la caída de la pelota vasca fue tan rápida como su ascenso. Los casi treinta frontones de la ciudad (el Ariel, La Navarra, Eder-Jai, el Moderno) degeneraron por hartazgo, exceso de oferta y por el sórdido ambiente de las apuestas. La Guerra Civil y un franquismo empeñado en eliminar las referencias vascuences ―a pesar de que la pelota se jugaba profusamente en Valencia o Soria― hicieron el resto. Así, instalaciones como el Frontón Central de Daniel Zavala ―autor del edificio de El Imparcial― se convirtieron en teatros y salas de fiestas, llegando a la actualidad como edificios comerciales o residenciales sin rastro de su pasado deportivo. En el Central, bautizado después como Central-Kursaal, había actuado en 1906 la artista y espía Mata Hari, que no concitó, pese a su fama, el favor de público y la prensa.

No obstante, Madrid alcanzó el culmen de esta arquitectura deportiva y recreativa gracias a dos obras maestras. Una fue el Frontón Recoletos de Secundino Zuazo y Eduardo Torroja, inaugurado en 1936 junto a la Biblioteca Nacional. La espectacular cubierta en forma de doble arcada de cañón asimétrica a doble altura con 32 metros de luz y lucernarios de celosías con piezas triangulares identificaba un edificio pionero. Su palco colgaba de unas gradas onduladas en voladizo con 2.300 localidades soportadas por vigas de 30 metros y titánicas ménsulas triangulares. El inmueble, bombardeado durante la Guerra Civil cuando el ejército republicano lo usó como hospital de sangre, fue derribado por el franquismo ―no sin críticas― en 1973.

placeholder Detalle de la reconstrucción del Beti-Jai. (COAM)
Detalle de la reconstrucción del Beti-Jai. (COAM)

Mejor suerte corrió el Beti Jai, único frontón histórico que los madrileños pueden admirar hoy y que va a reabrir de forma permanente desde el 28 de marzo. Rescatado de la ruina por la plataforma Salvemos el Beti Jai y la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio, hoy espera que el Ayuntamiento de Madrid le proporcione un nuevo uso tras acometer un exigente programa de restauración. El Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM) ensalza de él su icónico graderío, de estilo neomudéjar concebido por el arquitecto Joaquín de Rucoba, así como el edificio de tres pisos de la fachada principal, de estilo Segundo Imperio.

Este “Teatro Real de los frontones”, con graderío en curva semi elíptica y 4.000 localidades, nunca cubrió su pista, aunque existen proyectos para hacerlo de cara a su nuevo uso. Sea cual sea este, constituirá la última oportunidad de disfrutar de un patrimonio histórico casi tan olvidado como las hazañas de Chiquito de Eibar y que no dejaremos de reivindicar en Caminemos Madrid.

Mayo de 1883. Una concurrencia “sumamente numerosa” ovaciona en el Frontón de Retiro a Indalecio León Sarasqueta y Uriarte, alias Chiquito de Eibar. El público jalea al “coloso de la pelota”, como lo retrataría la revista La Hormiga de Oro. Lo que no imaginan los asistentes es que, un siglo después, el legado del considerado como el Messi de la pelota vasca quedará borrado de la memoria de Madrid y los más de 30 frontones y canchas de la ciudad, prácticamente desaparecidos.

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