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Felipe y Alfonso, la ruptura que viene
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Javier Caraballo

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Felipe y Alfonso, la ruptura que viene

Ninguno de ellos cabe en un Partido Socialista que respalde y apruebe una ley de amnistía para los independentistas catalanes

Foto: El exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra (d), junto al expresidente Felipe González. (EFE/Fernando Alvarado)
El exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra (d), junto al expresidente Felipe González. (EFE/Fernando Alvarado)
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Podría interpretarse como el primer paso para la ruptura. Porque la puesta en escena y los mensajes, la contundencia y la coincidencia, no mostraban más que la determinación de los dos líderes históricos del PSOE de la democracia, Felipe González y Alfonso Guerra, de plantearle al secretario general de su partido, Pedro Sánchez, una elección decisiva: ninguno de ellos cabe en un Partido Socialista que respalde y apruebe una ley de amnistía para los independentistas catalanes. Lo mismo que ocurrió en su día con el marxismo, en un congreso del PSOE en 1979, puede reproducirse ahora si un Gobierno socialista acepta las exigencias de los independentistas catalanes.

La pugna del marxismo acabó con la renuncia de Felipe González a seguir como secretario general del PSOE, y la amnistía de hoy, 44 años más tarde, puede conllevar la renuncia de ambos a seguir perteneciendo al mismo partido que aprueba la humillación de su propia historia, que es como ambos interpretan lo que está sucediendo. ¿Quiere decir todo esto que Felipe y Alfonso, todo junto, como coloquialmente se les conoce en el partido, están dispuestos a abandonar la militancia? ¿Acaso que los van a expulsar del PSOE? Lo único que se puede constatar a partir del acto en el Ateneo de Madrid es que ni la amnistía es una medida más de la que se puede discrepar, ni ninguno de ellos es compatible con quien la apruebe. Esa es al menos la impresión personal extraída de la comparecencia conjunta de ambos, con un solo objetivo, que no era la presentación de un libro. Ni una entrevista más, ni un manifiesto nuevo. Algo más, y todavía no sabemos qué.

El acto, además, se desarrolló con el formato de un mitin de los de antes, en el orden jerárquico que siempre los tuvo de número uno y de número dos del partido. Aunque el protagonista del libro que se presentaba es Alfonso Guerra, fue Felipe González, teórico presentador, el último en intervenir. Guerra empezó como suele, con ironía: “¿Saben ustedes que esto es la presentación de un libro, verdad? Es que parecería por la expectación que es algo más, pero no, es la presentación de un libro”. Se hizo la pregunta bromista y, de inmediato, comenzó una enmienda a la totalidad al concepto de lealtad en el Partido Socialista. No es desleal quien se mantiene fiel a los principios y a las resoluciones aprobadas en distintos congresos y ejecutivas del PSOE, sino aquel que los desoye.

“Yo estaba plenamente de acuerdo cuando se decía que lo ocurrido en Cataluña era rebelión, pero de pronto me encuentro que me he quedado colgado de la brocha. Yo no soy desleal con el PSOE, más bien es desleal el otro”, dijo sin mencionar a Pedro Sánchez. El otro, ya se sabe, estaba a varios miles de kilómetros, en la sede de Naciones Unidas, proclamando su disposición a avanzar en la amnistía, aunque sin mencionarla tampoco. Guerra sí la mencionaba, continuamente, cada vez con adjetivaciones más dramáticas: “La amnistía es la humillación deliberada de la generación de la Transición. La falsificación de la historia, la destrucción de la democracia. Una estafa monumental que convierte en demócratas a los felones y en represores a los demócratas”.

Foto: Nicolás Redondo Terreros, en una entrevista para El Confidencial. (Olmo Calvo)

“Estoy plenamente de acuerdo, con lo que estamos jodidos”, pareció oírsele decir a Felipe González, cuando tomó la palabra tras Alfonso Guerra. De hecho, bromeó mucho sobre las interpretaciones que se harán al verlos juntos de nuevo, compartiendo el mismo discurso y los mismos objetivos. Este reencuentro, de hecho, puede considerarse otro de los milagros que ha obrado Pedro Sánchez, porque parecían dos examigos que nunca más volverían a estar juntos en un acto público. Gracias al sectarismo de la actual ejecutiva federal del PSOE, se ha obrado el prodigio de ese reencuentro. Sucedió en Sevilla, en octubre del año pasado, cuando se organizó un acto de homenaje por la primera victoria socialista, en 1982. Los organizadores del encuentro, se supone que por indicación de Pedro Sánchez, excluyeron a Alfonso Guerra de la lista de invitados y Felipe González les espetó el recuerdo nítido de aquella noche, cuando los fotografiaron asomados a una ventana, celebrando la victoria: “Lamento no ver a ese personaje singular que levantaba mi mano en la ventana del Palace”.

Felipe González y Alfonso Guerra se han colocado en el dintel de la separación del PSOE

En el año transcurrido, han vuelto a ser lo que eran entonces. Entre las coincidencias, una fundamental que tiene que ver con la vida orgánica del PSOE: la imposibilidad de adoptar una política territorial que no ha sido ni debatida ni aprobada por los congresos del partido. “La paradoja que vivimos es que, al decir todo esto, somos nosotros los que defendemos las posiciones aprobadas por el PSOE y la gente no lo cree”, dijo González, en una de las frases que intercalaba con una constante, mil veces repetida: “La amnistía no es constitucional”. También repitió que “no podemos dejarnos chantajear por nadie” y que su compromiso, antes que con el PSOE, está con la democracia y con España. Pero no llegó más allá. Todo lo demás, como se decía antes, pertenece al mundo de las percepciones, de lo que flotaba en el ambiente.

Felipe González y Alfonso Guerra se han colocado en el dintel de la separación del PSOE. “Algo grave va a ocurrir si, como dicen, siguen adelante con la amnistía. Lo que no podemos saber aún es qué va a pasar en concreto, porque dependerá de cómo se desarrollen los acontecimientos”, decía uno de los asistentes, con muchos trienios de militancia socialista, mientras el público desalojaba el Ateneo. Y es, en efecto, esa gravedad la que flotaba en el aire. Donde ponía marxismo, ahora pone amnistía. Lo que queda por delante es el futuro del PSOE.

Podría interpretarse como el primer paso para la ruptura. Porque la puesta en escena y los mensajes, la contundencia y la coincidencia, no mostraban más que la determinación de los dos líderes históricos del PSOE de la democracia, Felipe González y Alfonso Guerra, de plantearle al secretario general de su partido, Pedro Sánchez, una elección decisiva: ninguno de ellos cabe en un Partido Socialista que respalde y apruebe una ley de amnistía para los independentistas catalanes. Lo mismo que ocurrió en su día con el marxismo, en un congreso del PSOE en 1979, puede reproducirse ahora si un Gobierno socialista acepta las exigencias de los independentistas catalanes.

Alfonso Guerra
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