Es noticia
Feijóo, "ni amnistía ni tu tía, jajaja"
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

Feijóo, "ni amnistía ni tu tía, jajaja"

Una vez que el presidente Pedro Sánchez ha alcanzado un acuerdo con el fugado Puigdemont, todo lo que ocurra en el Congreso es secundario. Un mero trámite que se solventa con bronca y con burlas

Foto: El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Kiko Huesca)
El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Kiko Huesca)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Qué bien se lo pasó Pedro Sánchez en la primera sesión de su investidura. Por mucho tiempo se recordará ese instante suyo en el atril del Congreso de los Diputados carcajeándose del líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, el desgraciado que ha ganado unas elecciones generales y será el primero, en toda la historia de la democracia, que no consiga gobernar. Pedro Sánchez se burló de él sin cortarse, con una risa incontenible, jajaja, cuando recordó unas palabras recientes del político gallego: “No soy presidente porque no quiero”. A lo que se refería Feijóo cuando dijo eso o algo parecido es que, cuando se enfrentó él a la investidura, no estuvo nunca dispuesto a ceder en las negociaciones cuestiones como una ley de amnistía, de ahí que los teóricos nacionalistas e independentistas de derechas no le votaran en su intento de investidura. Pero la frase, así recortada, estaba alejada de todo contexto cuando la utilizó Pedro Sánchez para reírse de Feijóo, porque se trataba solo de eso, de estampársela en la cara, a carcajadas, mientras los diputados socialistas le acompañaban con aplausos y burlas. Era como decirle, "eres un panolis, chaval, un pringao, que te vas a pudrir en la oposición".

De hecho, si merece la pena destacar este episodio del debate de investidura es porque es el que mejor refleja el tono y la predisposición con los que Pedro Sánchez ha acudido a la sesión de investidura, de su nueva investidura como presidente del Gobierno. En realidad, lo único que no encaja en el debate de estos días en el Congreso es la solemnidad que se le presupone a una sesión de investidura, porque lo esencial de este momento es lo que se ha pactado y firmado fuera de España, muy lejos de la capital y del Congreso de los Diputados, en Bruselas. Una vez que el presidente Pedro Sánchez ha alcanzado un acuerdo con el fugado Puigdemont, todo lo que ocurra en el Congreso es secundario. Un mero trámite que se solventa con bronca y con burlas. “Ni amnistía ni tu tía”, dijo en otro momento Sánchez para redondear su actuación, con el tono de quien podría haber hecho el debate sin levantarse, tumbado en el escaño con los pies cruzados en lo alto.

La dificultad para el líder de la oposición de una investidura como esta, en que el protagonista desconsidera el debate como algo innecesario porque lo fundamental se ha pactado previamente, es no caer en la provocación y mantener el tipo. El presidente del Partido Popular lo consiguió, fundamentalmente, porque no cayó en algunos de los errores elementales de la anterior legislatura, cuando su antecesor, Pablo Casado, repetía a cada instante que el Gobierno de Pedro Sánchez era “un Gobierno ilegítimo”. El líder gallego no parece dispuesto a repetir esa equivocación que, por una parte, no tiene respaldo democrático y, por otro lado, bloquea de forma permanente el discurso que se pretenda realizar en el futuro.

Un Gobierno como el que podrá conformar Pedro Sánchez, que nace con el respaldo de una mayoría absoluta del Congreso, no se puede tachar nunca de ilegítimo, porque, irremediablemente, lo que se está cuestionando es la representación de la soberanía popular. De forma paralela, como decimos, el problema fundamental de ese dislate es que a quien lo pronuncie le será imposible deshacerse de esa atadura en futuros discursos, y estará abocado a un peligroso in crescendo de radicalidad. Eso es, por ejemplo, lo que le ha ocurrido a Santiago Abascal. Después de llamar ilegítimo a Pedro Sánchez, ya solo le queda llamarlo golpista y, después de eso, abandonar los escaños del Congreso de los Diputados, que viene a ser el equivalente de saltar al vacío.

En todo caso, por lo visto en el debate, tampoco es efectivo ante Pedro Sánchez que el líder de la oposición no lo considere un “presidente ilegítimo” porque la reacción fue la misma. El candidato socialista llevaba las réplicas escritas y pasó medio discurso reprochándole a Feijóo que le hubiese dicho lo que nunca había dicho. “Usted me dice que soy un presidente ilegítimo”, repetía una y otra vez Pedro Sánchez, igual que le reprochaba que hubiera dicho que “España se rompe”, aunque ninguna de las dos cosas las había pronunciado Alberto Núñez Feijóo. No hay esperanza, en fin, de que el presidente socialista pueda enmendar sus réplicas en toda la legislatura, dure lo que dure, porque para la estrategia socialista es fundamental la vinculación constante con la extrema derecha.

En fin. Que quizá Pedro Sánchez no lo sabe, ni muchos dirigentes de su entorno, pero en este momento hay muchos españoles, millones de ciudadanos, que han recuperado la sensación de angustia y de preocupación que les ha devuelto a aquellos momentos terribles de la revuelta independentista de octubre de 2017. Hasta que no entraron en la cárcel, el personal no logró tranquilizarse porque temía que todo pudiera acabar reventando por alguna parte. Quizá Pedro Sánchez no lo sabe, pero esas risas suyas, “ni amnistía ni tu tía, jajaja”, llegan como una ofensa a miles de profesionales de la judicatura, de la Fiscalía, de la abogacía, de las universidades, de las fuerzas de seguridad del Estado… En la degeneración de la política española, vamos a llegar al extremo de tener que pedirle al presidente que no se ría de las preocupaciones de los ciudadanos.

Qué bien se lo pasó Pedro Sánchez en la primera sesión de su investidura. Por mucho tiempo se recordará ese instante suyo en el atril del Congreso de los Diputados carcajeándose del líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, el desgraciado que ha ganado unas elecciones generales y será el primero, en toda la historia de la democracia, que no consiga gobernar. Pedro Sánchez se burló de él sin cortarse, con una risa incontenible, jajaja, cuando recordó unas palabras recientes del político gallego: “No soy presidente porque no quiero”. A lo que se refería Feijóo cuando dijo eso o algo parecido es que, cuando se enfrentó él a la investidura, no estuvo nunca dispuesto a ceder en las negociaciones cuestiones como una ley de amnistía, de ahí que los teóricos nacionalistas e independentistas de derechas no le votaran en su intento de investidura. Pero la frase, así recortada, estaba alejada de todo contexto cuando la utilizó Pedro Sánchez para reírse de Feijóo, porque se trataba solo de eso, de estampársela en la cara, a carcajadas, mientras los diputados socialistas le acompañaban con aplausos y burlas. Era como decirle, "eres un panolis, chaval, un pringao, que te vas a pudrir en la oposición".

Pedro Sánchez Alberto Núñez Feijóo
El redactor recomienda