Es noticia
¿Adónde van los chinos cuando mueren?
  1. España
  2. No es no
Rubén Amón

No es no

Por

¿Adónde van los chinos cuando mueren?

La comunidad asiática se ha integrado en Madrid sin necesidad de integrarse, un ejemplo de estajanovismo y de endogamia que proporciona a la ciudad muchas razones para celebrar su presencia

Foto: Carrera de la Primavera para celebrar el Año Nuevo chino. (EFE/ Luca Piergiovanni)
Carrera de la Primavera para celebrar el Año Nuevo chino. (EFE/ Luca Piergiovanni)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

La comunidad china que reside en Madrid representa un magnífico ejemplo de coexistencia. Cohabita en la capital sin involucrarse en ella. Y lo hace bajo una fórmula de integración muy poco integradora. Quiere decirse que los chinos se han arraigado y naturalizado sin necesidad de mezclarse. Y que forman parte de nuestro hábitat sin poner en juego su identidad.

No es una peculiaridad de Madrid, sino un rasgo de su propia idiosincrasia. Las comunidades chinas crean sus barrios, Usera, y sus maneras de relacionarse. Una minoría representativa —63.000 chinos hay en Madrid— que se define en el estajanovismo, en la endogamia, en la distancia. Una comunidad muy currante y nada problemática cuyo exotismo engendra toda suerte de mitos y de leyendas. Repasemos algunas de ellas.

  • Los chinos sirven carne de gato o de roedores en sus restaurantes.
  • Los chinos no pagan a Hacienda. (Hacemos un inciso. Cualquiera puede decidir no pagar a hacienda. Sin ser chino. El problema es la represalia).
  • Los chinos hacen desaparecer los cadáveres de los ancianos. Y a los ancianos mismos, pues nunca están a la vista. ¿También nos los comemos?
  • Los chinos traspasan los negocios cada cinco años para no tributarlos.
  • Los chinos se dedican al tráfico de órganos. ¿También nos los comemos?
  • Los chinos se traspasan la identidad porque “son todos iguales”.

Podría eternizarse la lista desde cualquier presupuesto xenófobo. Y no se trata de idealizar tampoco a la comunidad china. Pero su naturaleza hermética y su estructura de gueto explican, en el peor de los casos, cuanto la policía define como delincuencia de baja intensidad, es decir, que los delitos relacionados con el juego clandestino, la prostitución ilegal, las drogas o hasta los homicidios —también los hay, son humanos— se resuelven dentro de la propia comunidad china en una especie de república poligonera.

Foto: La mezzosoprano Teresa Berganza. (EFE) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Teresa Berganza, madrileña universal
Rubén Amón

Hablamos del hampa en su marginalidad, pero tiene más sentido aludir a las cualidades constructivas de la comunidad china. Por los horarios de las tiendas de barrio. Por el stock indescriptible de los bazares. Por la relación calidad-precio de los restaurantes. Y por esos negocios de uñas y de masajes que satisfacen a las mujeres y a los varones. Hacerse las manos. O marcharse con una sonrisa clandestina después de un final feliz.

Viene a cuento mencionar en este variopinto contexto el magnífico tratado de sinología que escribió hace unos años nuestro compañero Ángel Villarino: 'Adónde van los chinos cuando mueren'. La tesis implícita del tratado consiste en la ventaja evolutiva que caracteriza a los chinos en su asombrosa capacidad de adaptación. Que no es tanto inducida por Confucio y su visión jerarquizada de la sociedad como por la resistencia del campesinado al despotismo y al totalitarismo. Sin olvidar otra ventaja e impagable razón que proporciono a Villarino para futuras reflexiones: los chinos no conocen a Freud ni padecen la obligación de la felicidad que tanta desdicha proporciona en occidente.

Termino estas reflexiones con una aforismo del propio autor: "¿Qué hay más sospechoso que un chino haciendo negocios? Pues un chino divirtiéndose".
Compren el libro. Incluso léanlo. No voy a desvelarles adónde van los chinos cuando mueren, pero sí voy a decirles que la mafia china no existe. Lo explica Villarino en la página 223…

La comunidad china que reside en Madrid representa un magnífico ejemplo de coexistencia. Cohabita en la capital sin involucrarse en ella. Y lo hace bajo una fórmula de integración muy poco integradora. Quiere decirse que los chinos se han arraigado y naturalizado sin necesidad de mezclarse. Y que forman parte de nuestro hábitat sin poner en juego su identidad.

Madrid
El redactor recomienda