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Todos contra todos en el gallinero nacional

Pedro Sánchez observa con placer el duelo endogámico de Unidas Podemos y la vehemencia con que Ayuso malogra la estrategia de moderación de Feijóo

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, junto a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, junto a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Debe sentirse Pedro Sánchez confortado por el jaleo que define la foto fija de la política española en noviembre. Es verdad que Podemos le ha organizado el enésimo amago de rebelión a propósito de la ley trans, pero el presidente del Gobierno se deleita con la crisis interna de sus aliados —Pablo contra Yolanda— y contempla con más entusiasmo aún el sabotaje de Ayuso a Feijóo. Le había organizado la Moncloa una campaña de desprestigio al aspirante gallego. Y había contribuido él mismo con deslices pintorescos (1984) y errores irresponsables (la reforma de la Justicia), pero no estaba claro que irrumpiera tan pronto y con tanta fuerza la doctrina populista de la presidenta madrileña, especialmente cuando homologó el Gobierno español con Nicaragua, sostuvo que Pedro Sánchez aspira a meter a la oposición en la cárcel y destapó los planes del derrocamiento de la monarquía.

El extremismo tanto descentra a Feijóo como aspira a espantar el fantasma de la derecha cobardona y timorata. Tiene sentido que un partido traslade al electorado un mensaje plural, pero no lo tiene que el ayusismo se proponga malograr la estrategia moderada que definía el relevo de Feijóo, sobre todo si el nuevo —y titubeante— patrón de Génova quiere atraerse a los socialistas antisanchistas y a los votantes desnortados de Ciudadanos.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/J. J. Guillén) Opinión
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Beneficia a Sánchez el protagonismo y la coacción de Ayuso. También lo hace el boicot calenturiento que Iglesias le ha organizado a Yolanda Díaz. Se avecina el hundimiento de la marca morada en los comicios de la primavera. Y se demuestra que la propia vicepresidenta del Gobierno ha decidido abstraerse de la campaña para defenderse de la derrota y para luego postularse como la verdadera esperanza de la izquierda de la izquierda.

El ardid tanto irrita a Iglesias como desdibuja los planes visionarios con que él mismo había encontrado en Yolanda Díaz el gran revulsivo del movimiento. Le dan la razón los sondeos que evalúan la imagen de la lideresa, pero el titiritero Iglesias no soporta la emancipación del títere. Ni acepta que Yolanda Díaz conciba su candidatura pisoteando las cenizas de Podemos.

Foto: Pablo Iglesias y Yolanda Díaz. (EFE/Archivo/David Fernández) Opinión
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Viene a confirmarse la dialéctica perversa con que se define la pulsión creativa y destructiva que habita en Pablo Iglesias. Fundó Podemos y lo ha dinamitado. Inventó a Yolanda Díaz con la misma energía que ahora pretende desfigurarla. Ni siquiera ha encontrado Iglesias cobijo en la “facul” de la “uni” donde surgió el fenómeno morado. Le han rechazado como profesor. Y le han expulsado de su paraíso, de su púlpito original.

Se jibariza Podemos bajo la tiranía de Iglesias, se contorsiona Ciudadanos en su proceso terminal y la testosterona de Vox se resiente de un cisma tan elocuente como prematuro. La nueva política lleva incorporada un mecanismo acelerador. Y la ultraderecha la ha experimentado en propia meta. Lo demuestra la subversión de Olona. Y el retroceso que los estudios demoscópicos atribuyen al partido de Abascal, confirmándose que la victoria de Giorgia Meloni en Italia no ha comportado entusiasmos miméticos.

Todos contra todos. Conviene a Sánchez el guirigay del gallinero de la política nacional. No ya porque sobresale la estabilidad del PSOE en su modelo bonapartista y disciplinario, sino porque los procesos endogámicos declarados en la derecha y en la izquierda premian las relaciones de los socialistas con los nacionalistas y predisponen el escenario de una victoria hipotecada a la crisis de reputación y de credibilidad del propio Sánchez.

Debe sentirse Pedro Sánchez confortado por el jaleo que define la foto fija de la política española en noviembre. Es verdad que Podemos le ha organizado el enésimo amago de rebelión a propósito de la ley trans, pero el presidente del Gobierno se deleita con la crisis interna de sus aliados —Pablo contra Yolanda— y contempla con más entusiasmo aún el sabotaje de Ayuso a Feijóo. Le había organizado la Moncloa una campaña de desprestigio al aspirante gallego. Y había contribuido él mismo con deslices pintorescos (1984) y errores irresponsables (la reforma de la Justicia), pero no estaba claro que irrumpiera tan pronto y con tanta fuerza la doctrina populista de la presidenta madrileña, especialmente cuando homologó el Gobierno español con Nicaragua, sostuvo que Pedro Sánchez aspira a meter a la oposición en la cárcel y destapó los planes del derrocamiento de la monarquía.

Pedro Sánchez Pablo Iglesias Yolanda Díaz Alberto Núñez Feijóo
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