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Rubén Amón

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Un suicidio en directo

Nervioso, titubeante y faltón, Pedro Sánchez desaprovecha el 'match ball' del debate ante un Feijóo flemático, sereno y humorístico

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes del debate. (Reuters/Juan Medina)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes del debate. (Reuters/Juan Medina)
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"Déjeme hablar". Así podrían resumirse los 100 minutos que prolongaron el debate de Sánchez y Feijóo en el plató de Atresmedia. Aguijoneaba el presidente del Gobierno las intervenciones del adversario, aunque el líder del PP reaccionaba con serenidad, humor y distancia al boicot.

Quiere decirse que Sánchez se desquiciaba a sí mismo. Atropellaba las palabras. Perdía las formas. Y malograba cualquier intento de domesticar la mala educación y la iracundia. Se reía a destiempo. Y no hacía otra cosa que hacerle un pareado al sanchismo: “El PP y Vox son lo mismo”.

Foto: El presidente del Gobierno y candidato del PSOE, Pedro Sánchez, y el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, se saludan al inicio del debate cara a cara. (REUTERS/Juan Medina)

“Déjeme hablar”, repetía Feijóo, porque Sánchez no le dejaba hablar. El problema es que la estrategia se resentía del barro y del achique de espacio. Se parecía Sánchez a Javier Clemente cuando el entrenador vasco regaba el campo y reducía el terreno de juego. Pretendía así asfixiar al rival. Y desnutrir cualquier oportunidad de narrativa política.

Y puede que le funcionara el ardid respecto a la calidad del tiempo de que dispuso Feijóo, pero el abuso de las interrupciones y la arrogancia de la actitud repercutieron en una imagen nerviosa y titubeante. De tanto descarrilar a Feijóo, Sánchez se convirtió en el rival de sí mismo.

De hecho, la principal habilidad del aspirante a la Moncloa consistió en utilizar a su favor los golpes al vacío del presidente del Gobierno. La técnica del aikido. Convertir la agresión ajena en energía propia. Y desenmascarar a Sánchez en el umbral espumoso de la verdad y de la mentira.

Fue de agradecer la distancia de los moderadores. Vicente Vallés y Ana Pastor asumieron un arbitraje poco intervencionista. Dejaron hacer. Y regularon el tiempo con sentido del equilibrio, aunque Sánchez trató de incorporar a un tertuliano en la reserva: Santiago Abascal.

Era la manera de retratar a Feijóo en los acuerdos con Vox. Aparecieron en los cuatro bloques independientemente del contenido, pero el líder del PP anduvo bastante lúcido y flemático en su estrategia. No ya recordando a Sánchez sus pactos siniestros con Bildu y ERC, sino remarcando que Abascal es el mejor aliado del PSOE y proponiéndole una y otra vez el pacto de la lista más votada: quien gane las elecciones será investido con la ayuda del otro. “Y si cree que va a ganar, firme aquí”, remarcó Feijóo.

Es difícil que un debate como el de este lunes trastorne las inercias electorales. Y es probable que Sánchez se arrepienta de haber malogrado en la red las bolas ganadoras —la economía, Vox— de que dispuso, aunque la mejor prueba del suicidio en directo del presidente del Gobierno son la compostura y sentido del humor del antagonista. Fue capaz de reírse cuanto quiso. Incluso cuando Sánchez justificó con ternura las razones por las que el Falcon se ha convertido en su Bucéfalo.

El mérito de Feijóo consistió no ya en ponerle un espejo a Sánchez, sino en terminar agotándolo y aburriéndolo. Casi siempre tratándolo con paternalismo y cierta condescendencia, como si la tonsura capilar —el plano trasero mostraba la calvicie del aspirante— le concediera un cierto aspecto eclesiástico y como si Pedro pareciera un monaguillo.

"Déjeme hablar". Así podrían resumirse los 100 minutos que prolongaron el debate de Sánchez y Feijóo en el plató de Atresmedia. Aguijoneaba el presidente del Gobierno las intervenciones del adversario, aunque el líder del PP reaccionaba con serenidad, humor y distancia al boicot.

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