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El debate: Action Man contra el Tao
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Rubén Amón

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El debate: Action Man contra el Tao

El objetivo de Sánchez consiste en demostrar la insuficiencia de Feijóo y sus alianzas con Vox, mientras que la prioridad del líder gallego sería retratar y desenmascarar al impostor que tiene delante

Foto: Pedro Sánchez (PSOE) y Alberto Núñez Feijóo (PP). (EFE/Sergio Pérez)
Pedro Sánchez (PSOE) y Alberto Núñez Feijóo (PP). (EFE/Sergio Pérez)
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El punto de convergencia en el duelo de Sánchez y Feijóo —acaso el único— consiste en la celebración del bipartidismo. Las elecciones no son exactamente un mano a mano, pero el regreso de la pugna entre el PSOE y el PP sobrentiende una reivindicación del antiguo orden, como si Sánchez pudiera fingir que lidera la izquierda en solitario y como si Feijóo pretendiera sustraerse a la sombra espesa de Santi Abascal.

Ya se ocupará el presidente del Gobierno de remarcar las relaciones siniestras del PP con la ultraderecha de Vox. Y de exponer en el escenario del prime time los peligros de regresión y de oscurantismo que caracterizarían la victoria de la derechona. La respuesta es tan previsible —Bildu, ERC…— como anestesiante, de tal manera que el interés del debate no consiste tanto en la discusión de los programas políticos —el progreso contra la derogación— como en el contraste de las personalidades y de los talantes. ¿Quién es mejor presidente? ¿El que está o el que viene? ¿Quién despierta mayor credibilidad? ¿Cuál de los dos merece la Moncloa?

Foto: El presidente Sánchez, en la presentación del programa socialista para el 23-J. (EFE/Mariscal)

Las connotaciones emocionales del 23-J subordinan el duelo a la gestión del carácter y de la simpatía, por mucho que Sánchez retrate a su rival en la incompetencia y el amateurismo. Le conviene a Feijóo tomarse en serio la preparación y la profesionalidad de Sánchez, igual que le conviene al líder socialista presentarse como un estadista, presumir de su etapa presidencial y controlar sus brotes de arrogancia y de superioridad.

Ya ha demostrado en los debates senatoriales el peligro que supone exagerar la agresividad y el matonismo, aunque las normas de equidad en Atresmedia no van a permitirle abusar del tiempo. Lo hizo en la Cámara Alta a su antojo, tratando de apabullar a su adversario con el reloj.

Foto: Imagen del Teatro de la Zarzuela. (EFE/Luis Millán) Opinión

Hace apología de la humildad Feijóo en sus últimos mítines. Y se describe como el tipo normal que vino del pueblo. Y que prosperó en la política sin mixtificarse con los malos hábitos del poder. La imagen bucólica corre el riesgo de caricaturizarse, pero le interesa a Núñez trasladar a la audiencia su papel de contrafigura de Sánchez. No solo en términos políticos e ideológicos, sino en las perspectivas de la sensibilidad y la personalidad. Un tipo de fiar. Un hombre de bien. Un remedio al cinismo.

Hubiera preferido evitar el debate o los debates Núñez Feijóo. Los ha restringido a la mínima expresión. Los ha simplificado a un careo cuyo principal objetivo radica en salir indemne. Le basta un empate o una victoria a los puntos, mientras que es Sánchez quien necesita un golpe de efecto. Desquiciar a Feijóo como Cruise a Nicholson en Algunos hombres buenos. Provocar una reacción extrema que alcanzara a conmover a la audiencia.

Un debate centrado en el choque de personalidades: ferocidad versus pacifismo

En realidad, la influencia y la repercusión del debate en los resultados del 23-J se circunscriben a márgenes estrechos. Ya le gustaría a Sánchez convertir el duelo en la llave de acceso a la victoria. Y de invertir las inercias, valiéndose de un efecto deus ex machina, pero el impacto del mano a mano se identifica más en la anécdota que en la categoría.

Y no por falta de atractivos televisivos. Un antagonismo perfecto, en la ideología y en el carácter. Y un contraste de personalidades que opone la ferocidad de Action Man Sánchez al pacifismo de Feijóo. Es probable que el presidente del Gobierno exponga sus condiciones de púgil demoledor. Mano de piedra Sánchez. Y es probable que el boxeador adversario, expuesto como está a sus torpezas y deslices, se proteja desde la adopción del aikido, un arte marcial nipón cuyas filosofía y ejecución no consisten precisamente en agredir, sino en aprovechar la energía de los ataques ajenos para repercutirlos en el rival. Feijóo no necesita tanto derrotar a Sánchez como retratarlo, desenmascararlo, demostrar que es un impostor, pero las condiciones fundacionales del gran combate no contradicen que puedan aparecer los golpes bajos y degenerar en la lucha del barro.

El punto de convergencia en el duelo de Sánchez y Feijóo —acaso el único— consiste en la celebración del bipartidismo. Las elecciones no son exactamente un mano a mano, pero el regreso de la pugna entre el PSOE y el PP sobrentiende una reivindicación del antiguo orden, como si Sánchez pudiera fingir que lidera la izquierda en solitario y como si Feijóo pretendiera sustraerse a la sombra espesa de Santi Abascal.

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