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No es no
Por
No hay quien quite a Sánchez de la Moncloa
Las relaciones privilegiadas con Junts y ERC y la coyuntura internacional predisponen más que nunca el recorrido de la legislatura, aunque sea al precio del bloqueo legislativo y de la insolidaridad territorial
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El rechazo de la Cámara Baja a la nueva ley del suelo confirma la parálisis legislativa del PSOE, aunque la rutina de los proyectos frustrados no contradice la velocidad de crucero de Sánchez camino de 2027.
Y no solo porque su papel antagonista frente al coloso de Trump ha reanimado el entusiasmo de sus votantes, sino porque Carles Puigdemont ha retirado el órdago de la cuestión de confianza y ha predispuesto el camino del gran acuerdo hacia los Presupuestos generales.
Tiene sentido reconocerle a Sánchez su instinto político y su buena estrella. La coyuntura del trumpismo reanima el discurso de la amenaza ultraderechista, aunque resulta más interesante la habilidad con que el patrón de la Moncloa gestiona el chantaje y la egolatría de Puigdemont.
Y no es que pueda conceder a Cataluña el control de las fronteras ni los cupos migratorios, pero las capacidades de Sánchez en el ámbito del ilusionismo embelesan homeopáticamente a sus compañeros de viaje.
La coyuntura del trumpismo reanima el discurso de la amenaza ultraderechista, aunque resulta más interesante la habilidad con Puigdemont
Están mejor juntos que separados. Y conviene a todos agotar la legislatura, más todavía cuando las prerrogativas y privilegios que obtiene el soberanismo -la quita de la deuda es el último ejemplo- tanto identifican el régimen inagotable de la extorsión como desnutren la credibilidad del Estado. Es el contexto parasitario que ha permitido a Junqueras cobrarse en diferido la investidura de Salvador Illa. Hacían aguas las cuentas de la Generalitat, se había malgastado -y malversado- el dinero público en el sufragio del proyecto separatista, pero el líder de ERC le ha pasado la factura al Gobierno central y ha convocado la solidaridad forzada de todos los españoles. Por eso impresiona tanto la paradoja del independentismo vampírico. Se reniega del Estado y se abomina de sus injerencias con la misma naturalidad con que luego se reclama su ayuda.
Resulta llamativa la operación de trilerismo que encubre la enésima cesión y concesión a la insaciable dieta soberanista. La decisión nuclear de la quita se ha concebido a medida de Cataluña pero se le propone a otras comunidades para esconder el trato de favor. Y se le ofrecen condiciones extraordinarias a Andalucía, precisamente porque la ministra Montero le disputa a Juanma Moreno el trono de la Junta el año que viene.
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No caben mayor irresponsabilidad ni sentido del oportunismo, naturalmente al precio indecoroso y elevadísimo que implica premiar una mala gestión económica y que supone distraer a la opinión pública con un artefacto conceptual hipotecario. No se condona la deuda, no se extingue en el éter. La asume el Estado. O sea, la pagamos de otra manera, la mancomunamos. Incluidas las comunidades que han cumplido con las cuentas.
La pedagogía y el masaje gubernamentales consiste en demostrarnos que a los ciudadanos se nos libera milagrosamente de la hipoteca. Y no es verdad. Pagamos la hipoteca de otra manera, la amortiguamos entre todos, incluidos los contribuyentes que ni siquiera la han contraído.
La perversión llega tan lejos que Pedro Sánchez ha convertido la extorsión de Junqueras en una trampa envenenada a Núñez Feijóo
La perversión llega tan lejos que Pedro Sánchez ha convertido la extorsión de Junqueras en una trampa envenenada a Núñez Feijóo. Lo explicó con cinismo este martes la portavoz Alegría: pudiendo condonar la deuda que asfixia a los súbditos autonómicos, el PP prefiere condenarlos.
El juego de palabras es la perfecta alegoría del malabarismo político: condonar o condenar. Por esa razón Sánchez restregó a Feijóo este miércoles en el Congreso la “temeridad” que suponía renunciar a una quita de 83.000 millones de euros. Y por la misma razón el presidente del PP le recordó a Sánchez que el acuerdo obsceno con ERC -17.000 millones de quita- no debería financiarse con la solidaridad de todos los contribuyentes. Menos aún -mucho menos- cuando los números rojos tienen su origen en la gestión manirrota y sediciosa del fallido proyecto separatista.
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Vuelve a demostrarse que el rumbo del Gobierno hacia 2027 se improvisa en función de los chantajes y de las necesidades de supervivencia del presidente del Gobierno. La quita no era un asunto central del debate hasta que ERC ha recordado a Sánchez los términos de la extorsión.
Y Sánchez ha vuelto a plegarse como un junco en la riada, consciente de que el cataplasma prolonga su ciclo virtuoso a expensas de la dignidad del Estado y de la solidaridad territorial.
El rechazo de la Cámara Baja a la nueva ley del suelo confirma la parálisis legislativa del PSOE, aunque la rutina de los proyectos frustrados no contradice la velocidad de crucero de Sánchez camino de 2027.