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La Moncloa asalta también TVE (el caso Broncano)
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José Antonio Zarzalejos

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La Moncloa asalta también TVE (el caso Broncano)

Los consejeros de RTVE tienen mañana la misión de impedir que el populismo voraz siga ganando terreno en los espacios más sensibles de la libertad, evitando que la corporación caiga en la arbitrariedad

Foto: David Broncano en una imagen de archivo. (Getty/Samuel de Román)
David Broncano en una imagen de archivo. (Getty/Samuel de Román)
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La Moncloa dispensa sus efectos lisérgicos con una exacta puntualidad a todos los presidentes que la han habitado. Ninguno, sin embargo, ha quedado más embriagado por esos efluvios que Pedro Sánchez. Se ha rodeado de un cinturón de poderes administrativos exorbitantes que ejecutan con escaso escrúpulo un grupo de personas que ha deambulado con incoherencia en su trayectoria y que ya no tiene otra opción que seguir pedaleando para no caerse y continuar en su subalterna misión de gregario del líder. Cuando este ha ido disponiendo el asalto a las instituciones, fueran estas cuales fueran, han obedecido con precisión relojera.

No se ha escapado a la gula de poder de los monclovitas ni una sola instancia, haya sido el Tribunal Constitucional, la Fiscalía General del Estado, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la Agencia EFE, la Agencia de Protección de Datos, embajadas, presidencias de empresas participadas por el Estado y otras que no lo estaban lo están ahora, como es el caso de Telefónica. También ha desguazado instituciones como la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, extrayéndole sus más esenciales facultades que residirán en la Comisión Nacional de la Energía que Sánchez se propone reponer para no convivir con contrapesos de gran tonelaje: divide y vencerás. Pronto caerá también la gobernación del Banco de España porque Hernández de Cos cesará por mandato legal el próximo mes de junio.

No se ha escapado a la gula de poder de los monclovitas ni una sola institución susceptible de ser invadida. También RTVE

En este campo de agramante en el que el presidente del Gobierno ha convertido el espacio público, ¿por qué no habría de caer bajo su dictado la radio y la televisión públicas? Sánchez ya tuvo que pasearse en el mes de junio y julio pasados por sets hostiles para penetrar en electorados ajenos. RTVE no pareció servirle porque es un navío de eslora, manga y calado de grandes dimensiones que maniobra con lentitud. Muchos de los más de 6.500 empleados de la sociedad estatal, los que prestan servicios en los informativos, se creen que la radio y la televisión públicas cumplen una función democrática. Son, salvo excepciones que confirman la regla, profesionales solventes y comprometidos.

Mañana el Consejo de Administración de RTVE, integrado por nueve miembros, con la baja del décimo, José Manuel Pérez Tornero, designados cinco por el Congreso y cuatro por el Senado, con mayoría de dos tercios, va a discutir y aprobar, o no, un contrato de cifras impúdicas para que La 1 programe 'La resistencia', un formato cercano a otros de éxito y que dirige David Broncano. No hay que confundirse: el humorista es solo una anécdota. La categoría de la cuestión es otra. Se trata de convertir RTVE en un instrumento coadyuvante al sostenimiento del poder del líder. Ya se encargaron sus asaltantes de la Moncloa de persuadir a José Manuel Pérez Tornero, presidente de la Corporación, designado por el Congreso tras un concurso público, de que renunciase. Nombrado el 26 de marzo, después de tres años de Rosa María Mateos como administradora única, el catedrático y periodista remitió una carta el 28 de septiembre de 2022 declarándose incapaz de gobernar el Consejo de Administración. Era hombre de consenso y de buenas intenciones, características incompatibles para la supervivencia en la jungla en la que ha convertido Sánchez la gestión pública en España. Se fue y dejó la puerta abierta de Prado del Rey a los asaltantes del complejo de la Moncloa.

Sánchez ya se encargó de que renunciase el presidente de RTVE, Pérez Tornero, elegido por dos tercios del Congreso en 2021

La sustituta provisional -ni pensar en activar el procedimiento parlamentario para designar a un legítimo presidente del órgano de gobierno de RTVE- fue la consejera Elena Sánchez, que se encargó de hacerle la vida tan imposible a Pérez Tornero como otros se han empleado en hacérsela a ella, a tal punto que ha acabado dimitiendo, no sin antes cesar al director de Contenidos de TVE, José Pablo López, muy afecto a la causa. A la periodista le pareció excesivo, pese a su complacencia con Sánchez, el contrato leonino con la productora de 'La resistencia', que tendría que financiarse con cantidades obscenas procedentes de los Presupuestos Generales del Estado porque la televisión y la radio públicas no disponen de otros ingresos relevantes que no provengan de los impuestos y tributos que pagan los ciudadanos.

En una operación maquiavélica y procaz, se quitó de encima a Elena Sánchez en represalia por haber cesado al director de Contenidos, partidario de colorear la parrilla al gusto del dirigente socialista, y la Moncloa dio con el peón que deseaba: Concepción Cascajosa, militante socialista, disciplinada, menos desavisada de lo que se ha publicado, y convencida de la misión salvífica del líder. Mañana tratará de que se apruebe el contrato de marras (ya conocido a pesar del hermetismo férreo de los que lo custodian) y de seguir impulsando la prostitución amarillenta de la programación de TVE. A Carbajosa no le van a colar un colaborador como a Elena Sánchez, que ni se enteró de que Pablo Iglesias alcanzaba la categoría de tertuliano mañanero. Es del mismo material que los monclovitas.

El populismo se sirve de los programas banales, aparentemente inocuos, como 'La resistencia' y desdeña los informativos

En los paradigmas del populismo -desde luego, en el de Sánchez- la información no se sirve en los programas 'ad hoc' sino en los que inoculan la banalidad, pero de forma intencionada y constante: los de entretenimiento, los de conversación desenfadada, aquellos que, aparentemente, parecen inocuos. En definitiva, esos en los que se puedan ofrecer réplicas ‘progresistas’, al estilo de Jorge Javier Vázquez que, tan ufano él, alcanzó un nivel insospechado al presentar hace unos meses en el Círculo de Bellas Artes el libro que le escribió Irene Lozano al presidente del Gobierno. En esa parrilla pegajosa que mixtifica opinión, charloteo, frivolidad e intromisiones torticeras está el meollo encriptado de la infección bacteriana que se quiere transmitir a la supuesta opinión pública.

Toda la urdimbre legislativa aprobada desde la ley de RTVE de 2006 -debida, cierto es, a un Zapatero que en este orden de cosas fue un político decente aunque inconstante- pasando por la norma de 2017 y hasta llegar a las distintas disposiciones posteriores que intentaban asegurar la independencia de la televisión y la radio públicas mediante un sistema de nombramientos contrastados en la capacidad de los designados y con controles parlamentarios a su gestión, ha quedado arrasada tras el penúltimo asalto de la guarnición de gastadores de la Moncloa. El pulso sobre el programa de Broncano provoca exactamente la discusión que los monclovitas desean: mientras la gente suponga que se quiere hacer una tele más divertida se distraerá la atención del propósito último que no es otro que dejar RTVE en una situación fáctica, arbitraria y permanentemente provisional y al dictado del Gobierno. A costa, claro está, del dinero público.

Toda la normativa aprobada desde la ley de RTVE de 2006 a la norma de 2017 para la independencia de la Corporación ha quedado arrasada

Por eso, los consejeros de la Corporación, más de la mitad con su mandato en prórroga, tres a propuesta del PP (Consuelo Aparicio, Carmen Sastre, Jenaro Castro), tres a la del PSOE (Elena Sánchez, Ramón Colom, Concepción Cascajosa), dos propuestos por Unidas Podemos (José Manuel Martín Medem, Roberto Lakidaín) y uno del PNV (Juan José Baños) tienen en sus manos algo más que un contrato indigerible. Tienen en sus manos cumplir con la obligación de que la radio y la televisión pública sea coherente con la significación de su definición jurídica y democrática: funcionar como un servicio esencial y cohesivo en una sociedad regida por las leyes. Impedir, en definitiva, que el populismo voraz siga ganando terreno en los espacios más sensible de la libertad.

La Moncloa dispensa sus efectos lisérgicos con una exacta puntualidad a todos los presidentes que la han habitado. Ninguno, sin embargo, ha quedado más embriagado por esos efluvios que Pedro Sánchez. Se ha rodeado de un cinturón de poderes administrativos exorbitantes que ejecutan con escaso escrúpulo un grupo de personas que ha deambulado con incoherencia en su trayectoria y que ya no tiene otra opción que seguir pedaleando para no caerse y continuar en su subalterna misión de gregario del líder. Cuando este ha ido disponiendo el asalto a las instituciones, fueran estas cuales fueran, han obedecido con precisión relojera.

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