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Sobre la media bofetada del PP (y 2)
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José Antonio Zarzalejos

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Sobre la media bofetada del PP (y 2)

Solo un discurso que programe la necesidad de una restauración democrática, con reformas incisivas de la Constitución para evitar la instalación definitiva de la autocracia, introduciría una variable sobre la constante impugnación del sanchismo

Foto: El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Fejióo. (Europa Press/Juanma Serrano)
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Fejióo. (Europa Press/Juanma Serrano)
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¿Tiene media bofetada el PP?, ¿están los populares bajo el síndrome del rajoyismo? Son preguntas pertinentes, formuladas antes en este blog (febrero de 2024 y octubre de 2025), cuando, de nuevo, se observa que el partido de la oposición, la única alternativa a este destructivo PSOE de Pedro Sánchez sigue cometiendo errores que transmiten una seria preocupación sobre su consistencia estratégica y su capacidad para desenvolverse en un contexto que requiere mucho talento, cálculo, convicciones y sentido de la anticipación.

Es cierto que en el PP de Feijóo hay rasgos de decencia inéditos en el socialismo sanchista. Noelia Núñez, que falseó su currículo, renunció a su acta en el Congreso; es igualmente cierto que el presidente de la Junta de Andalucía ha depurado responsabilidades tras el fallo de los cribados en el Servicio Andaluz de Salud induciendo y aceptando la dimisión de la consejera, Rocío Hernández Soto; y, por fin, es cierto que Carlos Mazón ha asumido -aunque haya sido con una demora inexplicable- sus culpas por un comportamiento cuya calificación ha derivado en epítetos calumniosos. El PSOE, sin embargo, ha hecho desaparecer la responsabilidad política y carece de legitimidad para exigir comportamientos que los ministros y sus dirigentes no adoptan.

El Partido Popular no debe parecerse al PSOE, pero sí entender y practicar el significado de los tiempos en la política, el control de la agenda y los beneficios de la oportunidad. Y tener conciencia de la gravedad de la situación. Sin esas capacidades operativas, decisiones políticas acertadas se pueden convertir en ruinosas. El desenlace del caso de Carlos Mazón es un ejemplo. Ya ha recibido el presidente valenciano suficiente correctivo y, sobre todo, su comportamiento ya ha servido al Gobierno y a unos medios rendidos a su proyecto de demolición constitucional para eludir sus indudables responsabilidades políticas y de gestión en la catástrofe del 29 de octubre de 2024.

En buena medida, ese ventajismo de Sánchez y los suyos se corresponde con una inepcia del PP que persiste en manejar con unas herramientas políticas obsoletas, las propias de un contexto de normalidad que dejó hace tiempo de existir. La inadaptación de los populares a la permanente falsedad del sanchismo no admite excusa. El PSOE y el Gobierno, y sus aliados, están desmontando de forma impune el sistema constitucional en colaboración con Vox, un partido que alberga similares propósitos con diferentes objetivos, en tanto que el PP no plantea la contraofensiva en los términos de urgencia y solvencia necesarios. Dejar en manos del partido de Abascal el visto bueno para la investidura del presidente de la Comunidad Valenciana es otro error fatal. El arrojo exigía -y sin audacia el PP nada tiene que hacer- convocar elecciones allí y competir con una candidatura potente con una oferta programática de envergadura.

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Mientras el caso de Mazón ha alterado la escaleta de los informativos de radio y televisión y la jerarquización de las informaciones y análisis en los periódicos, el juicio oral contra el fiscal general del Estado queda relegado cuando, en rigor, es el episodio más escandalosamente destituyente de cuantos hemos vivido desde noviembre de 2023, solo comparable a la ley de amnistía que ha mutado nuestra Constitución normativa en un texto de plastilina. La celebración de la vista oral hubiese justificado un auténtico gabinete de crisis en la calle Génova; un argumentario, con envío masivo, bien elaborado de lo que significa la acusación a Álvaro García Ortiz; una acción internacional que denunciase el disparate democrático que supone la apropiación de su investidura institucional y la oferta de un texto alternativo al vigente para regular ex novo el Estatuto del Ministerio Público.

La convocatoria de Sánchez en el Senado el pasado día 30 de octubre exigía, además de otra fecha no coincidente con el aniversario de la catástrofe de Valencia, un interrogatorio ad hoc cuyo propósito no podía ser arrancar del presidente del Gobierno confesión alguna, sino mostrarle a la opinión pública, con el recurso a la ironía, con desvelamiento de su ignorancia impostada de los nombramientos de felones, con la agudeza de la esgrima y no con la bastedad del boxeo, como un encubridor, doloso o culposo, que podría terminar empapelado. Apostar para salir con éxito del empeño por un casi anónimo senador, Alejo Miranda, dotado de infinitamente más voluntad que acierto, fue otra muestra de ese desmayo táctico y estratégico de la dirección popular. Aquel acto parlamentario requería de una preparación (técnica, política, dialéctica y jurídica) que brilló por su ausencia.

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La narrativa ‘progre’ es hábil pero falsa. Ha calado, sin embargo, y adormece conciencias y discernimientos. Esa sedación social mediante la mentira baja el pulso colectivo, sin vivacidad para reparar en la destrucción irreversible del sistema constitucional. ¿Acaso no es perceptible la falta de reacción de autodefensa del sistema constitucional ante tanta arbitrariedad? Por eso el PP ha de salir de su confort discursivo y de su convencionalismo rutinario, porque si no lo hace, Vox, esa cosechadora del cabreo que fomentan Sánchez et alii, le impondrá una dieta que puede ponerle en trance de inanición.

Que este país caiga en las cuatro manos de Sánchez y de Abascal es ya un horizonte inquietantemente verosímil. Y solo un discurso que programe la necesidad de una restauración democrática, con reformas incisivas de la Constitución para evitar la instalación definitiva de la autocracia, introduciría una variable sobre la constante impugnación del sanchismo que, por reiterada, corre el riesgo de ser digerida sin dificultad por una sociedad como la española a la que los antibióticos contra la falsedad y la corrupción ya no le hacen efecto.

¿Tiene media bofetada el PP?, ¿están los populares bajo el síndrome del rajoyismo? Son preguntas pertinentes, formuladas antes en este blog (febrero de 2024 y octubre de 2025), cuando, de nuevo, se observa que el partido de la oposición, la única alternativa a este destructivo PSOE de Pedro Sánchez sigue cometiendo errores que transmiten una seria preocupación sobre su consistencia estratégica y su capacidad para desenvolverse en un contexto que requiere mucho talento, cálculo, convicciones y sentido de la anticipación.

Partido Popular (PP) Alberto Núñez Feijóo
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