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Este PP no tiene ni media bofetada
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José Antonio Zarzalejos

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Este PP no tiene ni media bofetada

Si la derecha democrática española gripa, hay que meter el vehículo popular en ITV. Porque así, sin mantener la posición gallega, el actual piloto del PP no estaría en condiciones de seguir circulando

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Lavandeira Jr)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Lavandeira Jr)
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La forma de comportarse de Feijóo y de los actuales dirigentes del PP es de una escasez táctica y estratégica alarmante. El uno y los otros son incapaces de convertir un episodio controvertido y controvertible, como es el de sus contactos con los independentistas catalanes, en una exhibición de pragmatismo, de un lado, y de fortaleza ideológica, de otro. Puede que haber mantenido ese contacto haya sido un error —tanto haberlo celebrado como haberlo contado—, pero mucho más errática está siendo la forma arrugada y contrita de justificarlo. Pareciera que los populares ni siquiera se adjudican la facultad de la interlocución política, reconociéndosela en exclusiva a Sánchez y al PSOE.

El PP y su presidente cometen muchos errores. También lo hacen, y en abundancia, tanto el Gobierno como los partidos que lo integran. La diferencia es que Sánchez y los socialistas se mantienen permanentemente en ofensiva y Feijóo y los populares en constante resistencia ante el embate del adversario y con pulsiones evidentes de retirada en desbandada. Si Feijóo hubiese aprendido algo desde que asumió la presidencia de su partido, habría salido en tromba desafiando a sus críticos, reclamando su derecho a indagar sobre sus posibilidades en la investidura y exhibiendo la coherencia de sus criterios: la amnistía se estimó inconstitucional y los indultos, mal articulados. Y acto seguido, enfrentaría a Sánchez y al PSOE ante un espejo en el que resultase obvio que, si de cinismo, hipocresía y engaño se habla, esos atributos pendencieros de la política española son los que les connotan.

Este PP no tiene media bofetada, se viene abajo con facilidad pasmosa, retrocede a las primeras de cambio y se inculpa como un penitente

Este PP no tiene media bofetada, se viene abajo con una facilidad pasmosa, retrocede a las primeras de cambio y se inculpa como un penitente. La política no transcurre en este tiempo por los raíles de décadas anteriores. En España y fuera de ella, se han impuesto nuevas prácticas que responden también a las herramientas tecnológicas de comunicación, difusión y persuasión. Los medios de comunicación y los profesionales del periodismo —no siempre para bien— han establecido nuevos estándares deontológicos y el fenómeno de la polarización es universal en las democracias occidentales. El PP y Feijóo no tienen que imitar a Sánchez y al PSOE, pero sí tomarles la medida. Hasta el momento, no lo han hecho. Su amateurismo alcanza hasta la elección del procedimiento de relación con periódicos, radios y televisiones.

Convocar a 16 periodistas en un formato que no era de off the record ni tampoco bajo la modalidad chatham house rule (ambos confidenciales) sino de for background (transmisión de información de fondo, con posibilidad de citar la reunión y publicar la información obtenida sin identificar con nombre y apellidos a la fuente autorizada) fue una temeridad impropia de cualquier profesional que conozca los rudimentos de la comunicación política. Estas deficiencias en el equipo que gobierna el PP remiten a un exceso de improvisación y, en definitiva, al desconocimiento de las reglas que ha impuesto, a las bravas, un político como Sánchez, que logró, no se olvide, doblar el pulso a la nomenclatura de su partido en las primarias de 2017.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijoó, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Daniel González) Opinión
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Incluso en el PP, determinados dirigentes han mostrado más perspicacia. Fue el caso de Isabel Díaz Ayuso que, tras insultar al presidente del Gobierno en su debate de investidura (15 de noviembre), reconvirtió el improperio en un eslogan vitriólico: "Me gusta la fruta". Tal éxito tuvo la creatividad del que transformó el epíteto en una consigna que hasta consiguió una línea exitosa de merchandising. El mismo presidente de la Junta de Andalucía, tras confundirse en el manejo de la crisis hídrica en Doñana y enfrentarse a la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, se fotografió con ella en los humedales exhibiendo un pragmático acuerdo con el Gobierno (27 de noviembre). En ambos casos, Ayuso y Moreno transformaron con versatilidad y reflejos dos errores evidentes en episodios inocuos.

Feijóo está en el alambre. El resultado del 23 de julio de 2023 fue sistémico y la alternativa que se montó Sánchez esa misma noche frustró, en buena medida por los errores del PP y la insoportable esterilidad de Vox, todas las expectativas. Como escribe el sociólogo José Luis Álvarez ( Los presidentes españoles, editorial LID, 2023, página 116), “a Sánchez no le cuesta emocionalmente la política, pero tampoco le proporciona placer: por su narcisismo, lo que disfruta es resistir (...) y desmentir las expectativas”. Para hacerlo, le vale que una nacionalista —con la que se ha aliado antes de que las urnas gallegas se abran— sea la presidenta de la Xunta. Porque si así sucede, habrá quebrado la expectativa de victoria por mayoría absoluta que necesitan desesperadamente Feijóo y el PP. Y si eso sucede, la derecha democrática española gripa y hay que meter el vehículo popular en ITV. Porque así, sin mantener la posición gallega, el actual piloto del PP no estaría en condiciones de seguir circulando.

La forma de comportarse de Feijóo y de los actuales dirigentes del PP es de una escasez táctica y estratégica alarmante. El uno y los otros son incapaces de convertir un episodio controvertido y controvertible, como es el de sus contactos con los independentistas catalanes, en una exhibición de pragmatismo, de un lado, y de fortaleza ideológica, de otro. Puede que haber mantenido ese contacto haya sido un error —tanto haberlo celebrado como haberlo contado—, pero mucho más errática está siendo la forma arrugada y contrita de justificarlo. Pareciera que los populares ni siquiera se adjudican la facultad de la interlocución política, reconociéndosela en exclusiva a Sánchez y al PSOE.

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