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La capitana Yolanda Díaz y el motín de los oficiales morados
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Josep Martí Blanch

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La capitana Yolanda Díaz y el motín de los oficiales morados

Si Yolanda Díaz no logra sofocar el motín de la oficialidad morada antes de salir del puerto, no será ni siquiera necesario desplegar las cartas de navegación. Porque el suyo será un viaje a ninguna parte

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/Mariscal)
La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/Mariscal)
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El proyecto almibarado de Yolanda Díaz ya camina. ¡Azúcar a granel! Se acabó el tiempo de los indignados y el malhumor a la izquierda del PSOE. El aire vengativo con el que Pablo Iglesias consiguió sentar a Podemos en la mesa de los mayores de la política española ya no sirve. La gallega milita en la escuela de los seres de luz, personas con una energía espiritual superior que contagian el optimismo y el buen humor a base de sonreír siempre y dirigirse a sus audiencias como si estuviesen protagonizando un sketch de Barrio Sésamo: uno, dos, tres, arriba, abajo, derecha e izquierda.

La pirotecnia de la puesta de largo ha sido un éxito propagandístico. Hasta hay quien ya ha escrito que Yolanda Díaz será presidenta de España antes de que acabe la década. ¡Cuán largo me lo fiais, amigo Sancho! Si hace dos semanas eliminábamos de la partida a Vox por su disparo al pie con el experimento tamamesco, toca ahora agigantar a Yolanda Díaz con similar entusiasmo sobre la base de un mitin de sábado preparado con un año de antelación.

Ni tanto, ni tan poco. El nacimiento de Sumar, a diferencia de la broma de la moción de censura de Vox, es un acto político disruptivo. No hay duda sobre ello, puesto que altera el tablero de juego. Pero de momento esa disrupción lo es únicamente en el coto privado de la izquierda. Lo que hemos visto hasta ahora, puesta de largo incluida, no es una operación política dirigida al conjunto de la sociedad española. La conversación sigue limitada a los actores que protagonizan una batalla por el reparto del poder en la izquierda: Sumar y Podemos, con apariciones esporádicas del PSOE. Y no va a ser posible que esto sea de otro modo hasta que se firme el armisticio y se pacten las condiciones que harán posible que los morados también formen parte del nuevo proyecto. Todo lo que vemos y veremos en el mientras tanto es la negociación del precio. Unos quieren comprar barato y los otros vender caro. Harían bien los tasadores de ambas partes, para defender con acierto sus intereses, en dejar de inflar sus activos y ajustarlos a su valor real de mercado.

Miente Yolanda Díaz cuando afirma que su proyecto político no será un fracaso si no consigue integrar a Podemos. Un proyecto político que aspira a reactivar bolsas de votantes y a explorar otras nuevas no puede permitirse acudir a las elecciones malgastando buena parte de sus energías defendiendo su perímetro de votantes más cercano. Y una precampaña y una campaña con lo que queda de Podemos mordiéndole sin descanso el hígado y convirtiendo Sumar en competencia directa son la peor pesadilla posible para un proyecto que pretende ilusionar más allá de sus propias fronteras. Así que, si debiéramos apostar, tocaría hacerlo siguiendo la lógica de un acuerdo que tarde o temprano deberá concretarse.

Foto: Yolanda Díaz, en el lanzamiento de su candidatura. (EFE/Víctor Lerena)

Las teorías que plantean escenarios en los que Sumar vuela más alto sin Podemos son ensoñaciones y forman parte también de esta voluntad de crear un marco mental en el que los morados resultan tan prescindibles a todos los efectos que cualquier cosa que no sea rendir las armas de inmediato y sin condiciones no tiene sentido. Pero yerra quien contabiliza únicamente lo que Podemos puede aportar en votos al entramado de Sumar. Hay que saber restar también los que le quitará y, muchos o pocos, su impacto real en el reparto del número de diputados, atendiendo a las particularidades de nuestro régimen electoral.

La botadura de Sumar ha sido un gran día para Yolanda Díaz y toda su gente. Champán sobre el casco de la embarcación, entusiasmo y buenos deseos. Una fiesta por todo lo alto con éxito de crítica y público. Pero al nuevo buque le aguarda todavía una larga espera en la zona de astilleros antes de que pueda ponerse a navegar con toda la tripulación al completo. Y si, por un casual, la capitana Yolanda Díaz no logra sofocar el motín de la oficialidad morada antes de salir del puerto, no será ni siquiera necesario desplegar las cartas de navegación. Porque el suyo será un viaje a ninguna parte.

El proyecto almibarado de Yolanda Díaz ya camina. ¡Azúcar a granel! Se acabó el tiempo de los indignados y el malhumor a la izquierda del PSOE. El aire vengativo con el que Pablo Iglesias consiguió sentar a Podemos en la mesa de los mayores de la política española ya no sirve. La gallega milita en la escuela de los seres de luz, personas con una energía espiritual superior que contagian el optimismo y el buen humor a base de sonreír siempre y dirigirse a sus audiencias como si estuviesen protagonizando un sketch de Barrio Sésamo: uno, dos, tres, arriba, abajo, derecha e izquierda.

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