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Los talibanes del género y el pregón de Barcelona
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Josep Martí Blanch

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Los talibanes del género y el pregón de Barcelona

Al pensamiento libre le dan miedo las banderas del arco iris y de la media luna. Atreverse a discrepar de ellos es como pisar cristales descalzo

Foto: La escritora Najat el Hachmi. (EFE/Nacho Gallego)
La escritora Najat el Hachmi. (EFE/Nacho Gallego)
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Fatua de los talibanes de la ideología de género contra Najat el Hachmi, la escritora española nacida en Marruecos a la que el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, ha concedido el honor de ser la pregonera de la fiesta mayor que la ciudad celebrará en septiembre.

Al minuto de saberse el nombre de la encargada de abrir los próximos festejos de la Mercè, un popurrí de asociaciones —Migración, Refugio y Diversidad LGTBI+, Observatorio Catalán contra la Homofobia, Unidad contra el Fascismo y el Racismo y la Plataforma Trans Estatal— exigió la rectificación de Collboni al grito de "Najat tránsfoba, islamófoba e instigadora del discurso de odio". Después, ERC y Junts, a través de sus sectoriales, también se sumaron al festival de la tontería.

Los pecados de la escritora para todos estos pseudointelectuales de la entrepierna y el multiculturalismo acrítico, avalados por la actitud seguidista de algunos partidos, se reducen a que la columnista de El País y del Ara escriba libremente lo que piensa en un estilo franco, pero para nada insultante u ofensivo.

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Lo que supuestamente la convierte en una embajadora del odio, a ojos de todos estos clubes que exigen para la membresía dejar el cerebro en la puerta, son sus opiniones marcadamente críticas sobre un tipo determinado de educación sexual en las aulas, un escepticismo sólidamente argumentado sobre las bondades de la ley trans y una actitud combativa contra el velo que impone el islam a las mujeres. Eso y la convicción de que esta religión, que ella conoce bien, nunca será feminista y que es un sonado dislate, además de peligrosísimo, defender lo contrario. ¡Uy, lo que ha dicho!

Que todas estas entidades, a las que se han sumado los partidos políticos antes citados con cuentas de sus redes sociales de segundo orden, dicten una fatua contra Najat el Hachmi solo demuestra una vez más el enanismo mental de quienes creen que basta militar en un colectivo minoritario e históricamente discriminado para tener razón. También la falta de solidez de algunas formaciones políticas, siempre pendientes del último lamento de cualquier colectivo, razonable o no, para prestarle apoyo en sus exigencias, actuando como caja de resonancia de la bobería.

No nos vamos a engañar. Que entre los colectivos identitarios anida la pulsión antidemocrática no es una novedad y que los partidos se arrastren por las redes sociales ante cualquier exigencia minoritaria, siempre que venga de un colectivo determinado, tampoco. A eso ya estamos acostumbrados. Lo que sigue sorprendiéndonos, en cambio, es la tibieza y el limitado número de voces dispuestas a salir a defender los méritos de la escritora para merecer el encargo de pregonar la fiesta mayor de Barcelona con la vehemencia que la gravedad de las acusaciones contra ella exige. Y sobre todo sin matices perdonavidas de por medio.

Esos colectivos tienen razón porque sí, digan lo que digan. Y si no, caiga sobre ti el escarnio de ser un fascista, un racista, un homófobo...

Quisiéramos decantarnos por una hipótesis optimista para explicarnos tanto silencio. Podríamos apostar por la pereza. La modorra justificable que siempre provoca enfrentarse en plena canícula a la imbecilidad. Pero lo cierto es que apostamos con más convencimiento por la cobardía. Al pensamiento libre le dan miedo las banderas del arco iris y de la media luna. Atreverse a discrepar de ellos es como pisar cristales descalzo. De ahí la rendición. Una rendición que traducida quiere decir que esos colectivos tienen razón porque sí, digan lo que digan. Y si no, caiga sobre ti el escarnio de ser un fascista, un racista, un homófobo, un tránsfobo y un altavoz del discurso de odio. Por suerte, quedan personas como Najat el Hachmi para defender lo más cotidiano: el derecho a decir lo que te dé la real gana con independencia del número de inquisidores a los que vayas a soliviantar. Siempre estaremos en el bando de Najat, por muy lejos que nos quede en tantas y tantas cosas.

Foto: Escena de la obra 'Orlando', de Teatro Defondo. (Cedida)

Sobre el asunto, merece la pena también señalar la paradoja que supone que a Najat el Hachmi la quieran desterrada de la conversación pública tanto los defensores a ultranza de la autodeterminación de género como los que ven en el islam una religión a la que hay que respetar con independencia de su mirada sobre la mujer y la sexualidad (¡del género ya ni hablamos!).

Extrañas alianzas contra la independencia de criterio. Aunque es fácil de entender la coincidencia. Los castradores de la libertad siempre pueden entenderse, puesto que comparten el oficio de cortar lenguas. Aunque en realidad solo puedan hacerlo cuando la pereza de los cobardes y la estulticia del seguidismo político les dejan vía libre para hacerlo. Esperemos que en esta ocasión no se salgan con la suya. Y que todo quede reducido al final a una ridícula convocatoria de inquisidores, poniéndose ellos mismos en evidencia cuando en septiembre den inicio los festejos.

Fatua de los talibanes de la ideología de género contra Najat el Hachmi, la escritora española nacida en Marruecos a la que el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, ha concedido el honor de ser la pregonera de la fiesta mayor que la ciudad celebrará en septiembre.

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