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Josep Martí Blanch

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El PNV centra para que remate Puigdemont

A sus habituales exigencias prácticas, tangibles y mesurables, que también existen en esta ocasión, los peneuvistas sumaron ayer por boca del lendakari una indefinida convención constitucional

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (EFE/David Borrat)
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (EFE/David Borrat)
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Con el final de agosto, han regresado a sus atriles los brókeres titulares al mercado de la política para intentar poner en marcha lo que ya sabíamos antes de irnos de vacaciones. Por más que los guionistas lo intenten, el escrutinio electoral combinado con la coyuntura política española dio como resultado que solo haya un Gobierno posible, el presidido por Pedro Sánchez. Y como es preceptivo en una democracia, el precio para ponerlo en marcha van a decidirlo los compradores y vendedores de apoyos.

El PNV, con la aquiescencia del PSOE, centró ayer un balón al área de las negociaciones en forma de artículo firmado por Iñigo Urkullu en El País con el ánimo de que lo rematen los soberanistas catalanes.

Foto: El lendakari, Iñigo Urkullu. (EFE/L. Rico) Opinión
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A sus habituales exigencias prácticas, tangibles y mesurables, que también existen en esta ocasión, los peneuvistas sumaron ayer por boca del lendakari una indefinida convención constitucional para releer, de un modo más acorde a los intereses de los nacionalistas, la Carta Magna sin necesidad de modificarla. El objetivo, según ellos, es convertir España en un Estado plurinacional, no de palabra sino de hechos, haciendo lo que no pudo hacerse en la Transición.

El ministro en funciones de la Presidencia, Félix Bolaños, tardó medio minuto en calificar de legítima la petición, remarcando que naturalmente eso no quiere decir que sea compartida por el Gobierno. La virtud de la propuesta, según la Moncloa, es que se trata de un camino que permitiría buscar un acuerdo entre diferentes.

Pero hay otra virtud para los socialistas, aunque no la remarcara Bolaños. Y es que, tratándose la convención constitucional de algo tan general y por tanto imposible de concretar por adelantado, obliga en realidad a muy poca cosa más allá de su convocatoria.

En cierto modo, es como la mesa de negociación que ERC arrancó al PSOE para dar viabilidad a la anterior legislatura. Una concesión que reconoce la necesidad de discutir sobre un problema, creando una herramienta de diálogo para abordarlo. Solo que esa herramienta, como ocurrió entonces, puede empezar y acabar en ella misma. De ahí que para el PSOE sea una petición más que aceptable y que el precio les resulte más que razonable en términos políticos.

La música suena bien para el PSOE, también, por otro motivo. La convención constitucional puede servir para que Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, particularmente el primero, tengan un palo al que asirse para defender ante su público que las exigencias de autodeterminación —referéndum— que mantienen como condición necesaria para investir a Pedro Sánchez pueden encontrar acomodo en esa convención constitucional a celebrar dentro de un año si sus resultados son lo suficientemente ambiciosos. Y eso les permitiría ganar tiempo y discurso, que son las dos cosas que se necesitan para no perder credibilidad ante los votantes.

De tal forma que sería suficiente con la amnistía, esa de la que todo el mundo habla, pero de la que nadie conoce nada en concreto todavía, para que el soberanismo catalán prestase los votos a Pedro Sánchez para alcanzar nuevamente la presidencia.

Foto: Pedro Sánchez e Iñigo Urkullu en la conmemoración del 25 aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco. (EFE/Javier Zorrilla)

El precio sería entonces más o menos el mismo que en la anterior legislatura: algo mesurable, por un lado, y algo más etéreo en sus resultados, por el otro. Si lo tangible fueron entonces los indultos, ahora sería la amnistía. Y en el terreno de lo imposible de medir desde el inicio, el papel que en el anterior mandato ocupó la mesa de negociación Estado-Generalitat ahora lo ocuparía esa convención constitucionalista.

Cábalas. Nada puede pasar sin el visto bueno de Carles Puigdemont. Y él ya ha dicho que hablará el próximo martes desde las instituciones europeas. Y aunque hay un interés particular en leer las pistas que ha ido dejando el expresidente de la Generalitat en clave de dar por hecha la investidura de Pedro Sánchez, lo cierto es que hay demasiadas incógnitas para poder apostar todo el capital a esa opción.

Puigdemont necesita encontrar el modo de renunciar a la parte de sus exigencias que no van a ser satisfechas. El ejercicio de autodeterminación de Cataluña no formará parte de la oferta del PSOE. De ahí que el expresidente de la Generalitat, encadenado a un discurso pétreo alrededor de esta cuestión desde hace años, deba medir muy bien cuánta credibilidad está dispuesto a dejarse en el camino de la investidura, sabiendo que con Junts y ERC avalando un Ejecutivo socialista es inevitable la aparición de otra lista electoral independentista al margen de estas siglas en los próximos comicios autonómicos.

Foto: Manifestación en la Diada. (Reuters/Albert Gea)

El balón del PNV está bien centrado. Y abre el juego para que el soberanismo catalán, hábil en la creación de narrativas para su público, pueda construir el relato del voto de confianza necesario para ver si la cuestión de la plurinacionalidad queda resuelta en el marco de la próxima legislatura a través de un compromiso tan etéreo como una convención constitucionalista. Pero no es fácil. Recordemos que Puigdemont ha insistido por activa y por pasiva en que quiere cobrar por adelantado y que no tiene confianza alguna en el PSOE. De ahí que resulte también positivo, en favor de los intereses de Sánchez, que la propuesta venga del PNV, ahora que los junteros llevan un tiempo recosiendo las relaciones con el nacionalismo vasco conservador.

Pero del mismo modo que supimos con el escrutinio que solo Sánchez podía ser presidente, también supimos en ese mismo instante que el hueso duro de roer para el PSOE sería Carles Puigdemont. Y este no fijará sus condiciones hasta la semana que viene. Será entonces cuando empecemos a saber qué tipo de balón es el que quiere rematar el hombre de Waterloo.

Con el final de agosto, han regresado a sus atriles los brókeres titulares al mercado de la política para intentar poner en marcha lo que ya sabíamos antes de irnos de vacaciones. Por más que los guionistas lo intenten, el escrutinio electoral combinado con la coyuntura política española dio como resultado que solo haya un Gobierno posible, el presidido por Pedro Sánchez. Y como es preceptivo en una democracia, el precio para ponerlo en marcha van a decidirlo los compradores y vendedores de apoyos.

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