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Esteban Hernández

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El siguiente movimiento de Sánchez será muy ambicioso

Tras la tormenta de los Presupuestos, y una vez que se hayan celebrado las elecciones catalanas, el presidente del Gobierno se centrará en un nuevo frente

Foto: Pedro Sánchez, en Bruselas. (EFE)
Pedro Sánchez, en Bruselas. (EFE)
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Cada vez es más llamativa la insistencia en la falta de sintonía entre Iglesias y el presidente, entre el PSOE y Podemos, en la divergencia de ideas, planteamientos y propuestas entre las distintas partes del gobierno de coalición. Esto tiene cierta realidad, y sería raro que fuera de otra forma, porque son dos partidos distintos con perspectivas diferentes. De momento están atados por la realidad del poder, y ese es un nudo resistente. Por ahora, tantos tiras y aflojas solo han conseguido reforzar a un Gobierno en el que ambas partes se saben dependientes y en el que, y esto es más relevante todavía, quienes tienen menos poder dependen de seguir en el Gobierno para su supervivencia.

La partida del poder en España se va a jugar en otros terrenos, no en el de las divergencias magnificadas por los medios, y Europa será fundamental en ese sentido. Los tiempos se van a poner peor en lo económico, las previsiones para 2021 y 2022 no son buenas y se esperan elevadas tasas de paro. En ese escenario, el respaldo del Banco Central Europeo, los fondos y la ausencia de presión para que los Presupuestos sean austeros serán esenciales para la recuperación. Además, no cabe olvidar que la UE va a vivir una época existencialmente importante, ya que Biden distará mucho de ser un amigo europeo; las formas serán más suaves, pero la mano será de hierro, lo que vendrá a añadir más tensión a una Unión que debería realizar reformas integradoras para alcanzar el peso que se le presupone.

Berlín-París-Madrid

Quizá por ello, una vez solucionado el asunto de los Presupuestos y tras la celebración de las elecciones catalanas, el ejecutivo español tiene intención de poner el foco en Europa. El presidente del Gobierno aspira a tener una interlocución poderosa con Alemania y Francia, y a dar un necesario impulso al proyecto europeo de manera que el eje Berlín-París-Madrid se convierta en el principal. Apoyado también por un nuevo entendimiento con Italia que se hizo patente durante la negociación de los fondos europeos para la recuperación. En Moncloa se cree que España puede servir de puente entre los países grandes y los pequeños, y ahí Sánchez puede gozar de un nuevo rol en Europa.

Una parte de la formación de Merkel es mucho menos favorable a una EU integrada que a EEUU y es muy partidaria de la ortodoxia presupuestaria

Los tiempos próximos serán, no obstante, difíciles para la UE. Alemania, su primera potencia, deberá tomar decisiones en el año en que Merkel dejará el poder, con lo que ello supone para la Unión y para su país. En los últimos tiempos, ha sido su liderazgo el que ha tejido consensos que han permitido, mal que bien, que la Unión haya unido intereses y territorios diferentes. Pero ese papel de pivote está por verse que tenga continuidad con su sucesor o sucesora. Una parte de Alemania, y especialmente de su propio partido, tiene una dirección muy diferente de la canciller, y es mucho menos favorable a una Europa integrada, es excesivamente partidaria de la rigidez presupuestaria, poco amiga de los países del sur y muestra más simpatía por EEUU que por la Unión. Esa visión es compartida además por varias formaciones de los países del norte, de la nueva Liga Hanseática.

El debate de la autonomía europea

La marcha de Merkel, además, pondrá sobre la mesa ese dilema existencial bien simbolizado por la discusión entre la ministra de defensa germana, Annegret Kramp-Karrenbauer, firme partidaria del abandono de la autonomía estratégica europea, y Emmanuel Macron, el presidente francés, mucho más orientado hacia ella, como pudo comprobarse en la entrevista publicada en El Confidencial. Macron, no obstante, en sus intentos de ejercer como líder europeo, deberá afrontar no solo las dificultades de su país, sino su caída de popularidad cara a unas elecciones en 2022 en las que puede encontrarse con rivales como Le Pen, pero también como Anne Hidalgo, alcaldesa de París, que ya está dejándose querer para presentarse como candidata a la presidencia.

Y si en los dos principales países de la Unión las cosas no están claras, tampoco lo están en Italia, como están por verse aún las consecuencias reales del Brexit y de la nueva relación con el Reino Unido. Si Sánchez ata lo suficiente la política nacional, puede encontrar un terreno fructífero en Europa para ejercer como parte importante de un bloque europeísta, partidario de una mayor integración y de una mayor cohesión, y no solo la referida a los programas digitales y verdes.

En la UE, se va a jugar el enfrentamiento entre China y EEUU: las guerras entre imperios, también las comerciales, tienen lugar en territorios ajenos

Europa va a verse sometida a dos clases de presiones, la que atañe a su papel en el mundo y la de su fortaleza interior. En el primer sentido, lo que está en juego es el grado de autonomía europea, es decir, su posibilidad de manejar los intereses del continente con cierta independencia, lo que supone una relación de amistad pero no de seguidismo con EEUU, y su fortaleza para perseguir intereses propios. En Europa, se va a jugar buena parte del futuro, también del enfrentamiento entre China y EEUU: las guerras entre imperios, también las comerciales, suelen jugarse en territorios ajenos, y en lo que se refiere al comercio, la tecnología, la energía y las finanzas, Europa va a ser un lugar de choque.

La causa de la ruptura

En segundo lugar, está por trazarse la existencia de Europa como potencia económica independiente, lo que supone asentar sus posiciones frente a competidores, pero también a la hora de organizar sus mercados y de generar la estabilidad económica para sus habitantes que le otorgue esa solidez de la que ahora carece. Si no somos inteligentes, Europa acabará sumida en los mismos problemas que un EEUU roto en dos bloques, una quiebra de la que la causa primera y fundamental es la gran desigualdad económica instigada por unas élites que, en sus tensiones, se han olvidado de sus ciudadanos.

Las extremas derechas serán más peligrosas por su capacidad de influencia en los partidos principales de su espectro político que por sí mismas

Los dos bloques políticos que van a conformar la Europa de los próximos tiempos combinan estos dos asuntos. De una parte, tendremos a opciones más partidarias de la integración, menos dañinamente ortodoxas en lo económico, que impulsarán energías limpias, una recuperación industrial y por un moderado estado del bienestar. El otro bloque apostará por la rigidez económica, por la austeridad, por vínculos con el Este (ya que allí tienen a la mano de obra barata y formada que necesitan para el retorno productivo) y por tanto menos preocupadas por el 'rule of law' europeo, por vínculos más sólidos con EEUU y por una Europa más débil.

En este juego, las extremas derechas pueden jugar un papel importante. En un sentido, ya no van a apostar decididamente por la salida de la Unión, como ocurrió en el pasado, pero sí por una mayor distancia con ella, por dificultar cualquier clase de integración y por defender las particularidades de sus territorios por encima de lo común. En otro, serán peligrosas más por su capacidad de influencia en los partidos de su espectro político que por sí mismas; es difícil que lleguen a gobernar países, pero sí los pueden impulsar hacia posiciones más duras. Ese fue el ejemplo del UKIP, un partido pequeño que llevó al Reino Unido fuera de la UE gracias a que el partido conservador acogió sus tesis.

El caso español

Todo esto tendrá repercusión en España. Desde luego, si Sánchez logra el apoyo decidido y sostenido de Europa, tendremos un Gobierno muy duradero. Pero también habrá consecuencias en la derecha. Vox está creciendo, pero se halla todavía lejos sobrepasar al PP (o al menos de acercarse peligrosamente a los populares en intención de voto), lo que sería preciso para tener éxito real. Lo que sí pueden hacer, y lo están logrando, es traspasar muchas de sus ideas al partido de Casado. Díaz Ayuso es una buena prueba de que las formas trumpistas no son exclusivas de las derechas populistas, pero también de que buena parte de su ideario puede penetrar fácilmente en masas de votantes. Esa contaminación del PP por Vox es parte de la escena política española, y es probable que aumente con el paso de los meses, y más si en la derecha se percibe de que el horizonte se aleja a la hora de desalojar a Sánchez de Moncloa. Junto a esto, se añade una tendencia llamativa, la de esas élites políticas y económicas de derecha moderada que, puestos a elegir entre Sánchez y una derecha fuerte, preferirá a esta. Este es el momento español, y es un buen ejemplo de las dos tendencias que serán dominantes en Europa.

Cada vez es más llamativa la insistencia en la falta de sintonía entre Iglesias y el presidente, entre el PSOE y Podemos, en la divergencia de ideas, planteamientos y propuestas entre las distintas partes del gobierno de coalición. Esto tiene cierta realidad, y sería raro que fuera de otra forma, porque son dos partidos distintos con perspectivas diferentes. De momento están atados por la realidad del poder, y ese es un nudo resistente. Por ahora, tantos tiras y aflojas solo han conseguido reforzar a un Gobierno en el que ambas partes se saben dependientes y en el que, y esto es más relevante todavía, quienes tienen menos poder dependen de seguir en el Gobierno para su supervivencia.

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