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El significativo silencio de Pablo Iglesias sobre la reforma laboral
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Esteban Hernández

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El significativo silencio de Pablo Iglesias sobre la reforma laboral

La actitud ambivalente de Podemos sobre la medida estrella de Yolanda Díaz, así como el perfil bajo de Iglesias, se enmarca en una hostilidad creciente en la izquierda hacia Díaz. Los motivos son significativos

Foto: Pablo Iglesias abraza a Díaz en marzo de este año. (EFE/Mariscal)
Pablo Iglesias abraza a Díaz en marzo de este año. (EFE/Mariscal)

El silencio de Pablo Iglesias sobre la reforma laboral está lleno de matices. Cuando la ministra de Trabajo, la que él nombró sucesora en su partido, anuncia una reforma laboral que los sindicatos ven como muy positiva, en lugar de sacar pecho por lo obtenido, Iglesias mantiene un perfil especialmente silencioso. En el mismo momento, gente afín a su posición política critica de una manera abiertamente hostil la reforma alcanzada por la vicepresidenta, en especial en redes, y formaciones con las que tiene una buena relación, como ERC y Bildu, se posicionan en contra, como lo hacen los anticapitalistas. Podemos, por su parte, ha mantenido una actitud tibia, ya que, si bien celebra la existencia de la reforma, señala que es insuficiente y comprende que pueda generar desencanto: las declaraciones de este miércoles de Sofía Castañón resultan elocuentes. Por comparar, ninguna de las iniciativas de Irene Montero al frente del Ministerio de Igualdad fue acogida con tanta tibieza por Podemos, ni por el exlíder de la misma.

Podemos contra Díaz

Lo que está en juego en esta pugna no es la bondad o la insuficiencia de la reforma laboral. El primer terreno de combate es el del poder: Iglesias, que mantiene una gran influencia sobre Podemos, está en lucha con Yolanda Díaz: quiere que su formación cuente con un papel relevante en el nuevo proyecto de la ministra, pero las señales que ha estado enviando Díaz en los últimos meses no parecen ir exactamente en esa dirección.

La reforma laboral es parte de ese juego de presión de Podemos sobre Díaz: por un lado sueltan la cuerda y por el otro intentan ahogar

Por otra parte, la relación personal entre Iglesias y Díaz es frágil, por usar un término suave. Iglesias quería seguir teniendo peso en el nuevo proyecto, pero es obvio que, cuando se nombra un sucesor, este sigue su propio camino. Hay muchos más ejemplos que excepciones de esta realidad política, pero cuando el alejamiento se produce no suele sentar bien al designador. Que le pregunten a Aznar sobre Rajoy, sin ir más lejos. Son situaciones que, aunque esperables, generan fricciones. También en este caso.

Foto: Nadia Calviño, junto a Yolanda Díaz. (EFE/Javier Lizón) Opinión

Dado que el poder de decisión acerca del nuevo espacio político de Yolanda Díaz está en manos de la vicepresidenta segunda, Podemos trata de jugar sus bazas para estar presente en él de una doble manera: ratifica públicamente el liderazgo de Díaz sin ningún género de dudas, pero es subterráneamente hostil, de modo que la ministra de Trabajo sea consciente del daño que se le puede hacer si se le ocurre dejarlos de lado. La reforma laboral es parte de ese juego de presión: por un lado sueltan la cuerda y por el otro tratan de ahogar.

El marco constituyente

Pero hay un aspecto que supera lo personal y que va más allá de las estrategias para las coaliciones futuras, y esto quizá sea lo más interesante. Lo que está en juego no son únicamente las personas que conformarán el nuevo proyecto político más allá de Podemos, sino su misma naturaleza. Iglesias y Podemos apuestan por seguir anclados en el marco de lo institucional: la monarquía, el emérito, la judicatura, Jusapol, las cloacas, el antifascismo, Valtònyc, la organización territorial del Estado. Además, creen en el feminismo como espacio desde el que nutrir su formación de nuevos cuadros y en la juventud como fuerza última de choque.

La propuesta que ha dejado entrever Díaz se aleja de lo que Iglesias y la generación de dirigentes del 15-M marcaron como hoja de ruta

En cierto sentido, Iván Redondo, alguien con quien Iglesias se ha entendido bien, apunta algo muy similar en sus últimos artículos. Lo que llama proyecto de España, la clave desde su punto de vista para tener un buen resultado electoral, sigue anclado en la reforma de la Constitución, en el modelo territorial de país, en una suerte de proceso constituyente sin denominarlo así, que pueda ilusionar especialmente a los jóvenes. Centrarse en la economía sería, desde su punto de vista, dejar el camino libre a la derecha para llegar al poder. Por caminos diferentes, llega a la misma conclusión que Iglesias.

Foto: Pedro Sánchez dialoga con Yolanda Díaz en el Congreso. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Lo que ha dejado entrever Díaz hasta ahora ha sido una perspectiva muy diferente. Además de mantener un perfil claramente institucional y alejado de estridencias, se ha rodeado de gente experta en el área que dirige, ha impulsado decisiones técnicas, y se está apoyando en sectores, como los sindicatos, con los que Podemos no había sido demasiado amable. Apunta hacia el pragmatismo, pero también promete un cambio, que podría venir de eso que ha dado en llamarse laborismo, y que está nítidamente alejado de las propuestas que Iglesias y la generación de dirigentes salida del 15-M habían marcado como hoja de ruta.

La vieja izquierda y el nuevo mundo

Por decirlo de otro modo, intuyen la posibilidad de que les llegue el reemplazo, no solo en lo personal sino en lo ideológico, y que toda aquella efervescencia política nacida hace diez años pueda pasar a ser señalada como la vieja izquierda. La opción política que encarnó Iglesias, que continúa teniendo diversas ramificaciones en España, se niega a aceptar esa posibilidad. La celebración del triunfo de Boric en Chile ha tenido mucho de simbólico para estos sectores, ya que supone, desde su perspectiva, la prueba de que tenían la razón política, de que alguien que viene de su mismo lugar puede alcanzar la presidencia de un gobierno, y de que sus ideas siguen igual de vigentes que hace diez años. Pero nada de la propuesta de Yolanda Díaz parece ir en la dirección del 15-M. Hasta ahora, sus dos claves han sido trabajo y feminismo, y podrá añadir más elementos a esa ecuación, pero no parece que se vaya a alejar mucho de esos dos conceptos centrales.

Pero más allá de las opciones políticas que cada cual propugne, está la realidad. El futuro español y europeo de los próximos años se va a decidir desde la economía y la geopolítica, que a menudo van unidas y a veces se enfrentan, pero que constituyen los dos elementos estructurales de Occidente. Todo lo demás, incluidas las cuestiones institucionales, va a ser una derivada de esos dos elementos centrales. En ellos, el trabajo puede y debe ser un aspecto esencial.

El silencio de Pablo Iglesias sobre la reforma laboral está lleno de matices. Cuando la ministra de Trabajo, la que él nombró sucesora en su partido, anuncia una reforma laboral que los sindicatos ven como muy positiva, en lugar de sacar pecho por lo obtenido, Iglesias mantiene un perfil especialmente silencioso. En el mismo momento, gente afín a su posición política critica de una manera abiertamente hostil la reforma alcanzada por la vicepresidenta, en especial en redes, y formaciones con las que tiene una buena relación, como ERC y Bildu, se posicionan en contra, como lo hacen los anticapitalistas. Podemos, por su parte, ha mantenido una actitud tibia, ya que, si bien celebra la existencia de la reforma, señala que es insuficiente y comprende que pueda generar desencanto: las declaraciones de este miércoles de Sofía Castañón resultan elocuentes. Por comparar, ninguna de las iniciativas de Irene Montero al frente del Ministerio de Igualdad fue acogida con tanta tibieza por Podemos, ni por el exlíder de la misma.

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