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Una Francia llena de radicales y un presidente de pelo en pecho
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Esteban Hernández

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Una Francia llena de radicales y un presidente de pelo en pecho

Una foto de Emmanuel Macron, difundida por su fotógrafa oficial, revela los errores de campaña de un candidato que fía su suerte electoral al temor a la extrema derecha

Foto: Macron, en Marsella. (EFE/Guillaume Horcajuelo)
Macron, en Marsella. (EFE/Guillaume Horcajuelo)
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Es interesante la entrevista que concedió ayer Emmanuel Macron a France Inter, especialmente porque el propósito de la conversación era hablar mucho más de ideas que del contenido del programa de los candidatos. En esos espacios, el presidente francés suele manejarse bien, ya que su procedencia y su experiencia le permiten afrontar con soltura los debates intelectuales. No fue así, y la entrevista resultó muy decepcionante. Esa misma mañana circuló una foto oficial suya, con la camisa abierta, mostrando el pelo del pecho, cual lobo-hombre en París. Parecía que alguien le había señalado que necesitaba ganarse el voto popular, y pensaron que sería buena idea difundir una imagen desenfadada a lo macho. Desde luego, no empezó bien el día para Macron, como no lo ha hecho la campaña de la segunda vuelta de las presidenciales, y más si esa es la percepción que tiene de cómo ser cercano al electorado popular.

No debería ser necesario recordar que estamos en un momento crucial, para Francia, por las elecciones, para Europa, por la invasión de Ucrania, y para Occidente, por todo lo que supone la guerra de Putin en el plano geopolítico. Veremos cambios. Y resultaría natural que quien aspira a volver a ser presidente en uno de los países europeos más importantes demostrase a su nación, pero también a los europeos, que cuenta con ideas, visiones y soluciones para los tiempos que vienen.

Este debería ser el momento de ganarse a sus compatriotas, de ser atrevido, de ofrecerse con ideas como el líder que reivindica ser

No está ocurriendo de esa manera: hasta el momento, Macron ha decepcionado. Pero no solo de cara al futuro, sino incluso para este domingo electoral. La primera vuelta de las presidenciales arrojó una victoria clara de Macron, pero Le Pen y Zemmour sumaban más que su opción, y Mélenchon, si la izquierda no se hubiera presentado tan dividida, habría tenido muchas posibilidades de pasar a la segunda vuelta. Y, además, la abstención fue elevada. Tres señales de que el descontento en la sociedad francesa es evidente, y quien dirige el país es, como suele ocurrir, el primer destino de las críticas. Este debería ser el momento de ganarse a sus compatriotas, de ser atrevido, de ofrecerse con ideas y con hechos como el líder que reivindica ser.

Foto: El presidente francés, Emmanuel Macron, al comparecer tras conocer los resultados. (Reuters/Benoit Tessier)

Las elecciones están ganadas

Por el contrario, la impresión que transmite es que está convencido de que las elecciones están ya ganadas y que lo mejor que puede hacer es ahorrarse los esfuerzos; que la única posibilidad que puede hacer que se tuerzan las cosas es que el debate del miércoles salga muy mal, y para evitarlo está la preparación previa; que con señalar las maldades de Le Pen bastará.

Según Macron, los votantes se han vuelto más radicales y son más dados a buscar la pureza política que el compromiso

Una percepción así explicaría por qué las bases intelectuales de su campaña están siendo tan pobres. La entrevista de France Inter fue reveladora al respecto, ya que mostró cuál es el punto central de su argumentario. Desde su punto de vista, no se trata de que Francia esté dividida, ni de que existan un bloque elitista y urbano y otro popular y mayoritariamente provincial, el eje más utilizado para explicar el voto presente, sino de que la gente ya no está comprometida con las grandes instituciones de mediación, como los partidos y los sindicatos, y se moviliza por causas concretas, realiza peticiones específicas y muestra indignación cuando se ve perjudicada.

Foto: Mercadillo de los martes por la mañana en Bondy. (Á. F. C.)
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Al actuar a favor o en contra de causas concretas, los votantes se vuelven más radicales, y son más dados a buscar la pureza política que el compromiso. Es una sociedad que en ocasiones legitima la violencia, porque cree que tiene razón en las causas que defiende, y la pureza (un concepto que repitió en varias ocasiones en la entrevista) la hace ser más atrevida, también en los medios que emplea para conseguir los fines.

Tono suave, palabras altivas

Es una manera de verlo. Pero quizá no sea buena idea tachar a un 70% de los franceses de radicales de extrema derecha o de extrema izquierda, de personas que no son capaces de llegar a compromisos porque se despreocupan por el todo y solo piensan en las causas que defienden, como no lo es tacharlos de legitimadores de la violencia. El tono con que lo dijo puede sonar suave, pero palabras como esas no lo son. Transmiten la misma imagen de desdén de la que le acusa con insistencia Le Pen, y dejan sentir un preocupante clasismo.

Foto: Marine Le Pen durante la campaña presidencial. (EFE/Guillaume Horcajuelo)

Así las cosas, los únicos anuncios que ha realizado han sido el de repensar de alguna manera el plan para la jubilación que había anunciado antes de la primera vuelta y una mayor preocupación por la ecología. Macron afirmó ayer que las elecciones eran un “referéndum sobre el medio ambiente y un referéndum sobre la juventud”, un teórico intento de animar a los votantes de Mélenchon para que le den su voto.

Este programa y esta campaña parecen pertenecer a hace tres o cuatro años, no a 2022

En fin, cuando el asunto en el que los franceses ponen más énfasis es la pérdida de poder adquisitivo, un eufemismo para señalar que su nivel de vida se ha empobrecido; cuando la mayor diferencia en Francia no se da entre generaciones, sino a partir de la clase social y de la residencia en un territorio u otro, y cuando la demanda de seguridad y estabilidad en una época confusa es cada vez mayor, parece una apuesta pobre hablar de radicales, puros, jóvenes y verdes. Transmite la imagen de que todo lo que ofrece es el miedo a Le Pen.

Y lo es por todo lo que indica de falta de comprensión de los tiempos. Este programa y esta campaña parecen pertenecer a hace tres o cuatro años, no a 2022. Hacen falta líderes que sepan hacia dónde ir, y no que se escondan en el pasado. Macron actúa como si nada de lo ocurrido tuviera la suficiente importancia como para hacerle cambiar el paso. Es muy difícil que pierda las elecciones, y más con la guerra de Ucrania, ya que aumenta el temor a que llegue al poder un nuevo gobernante que no genera confianza, pero puede que se encuentre, al salir de ellas, con una Francia muy dividida y complicada de gobernar. Los tiempos demandan justo otra cosa, pero no parece que Macron muestre la ambición suficiente como para construirla.

Es interesante la entrevista que concedió ayer Emmanuel Macron a France Inter, especialmente porque el propósito de la conversación era hablar mucho más de ideas que del contenido del programa de los candidatos. En esos espacios, el presidente francés suele manejarse bien, ya que su procedencia y su experiencia le permiten afrontar con soltura los debates intelectuales. No fue así, y la entrevista resultó muy decepcionante. Esa misma mañana circuló una foto oficial suya, con la camisa abierta, mostrando el pelo del pecho, cual lobo-hombre en París. Parecía que alguien le había señalado que necesitaba ganarse el voto popular, y pensaron que sería buena idea difundir una imagen desenfadada a lo macho. Desde luego, no empezó bien el día para Macron, como no lo ha hecho la campaña de la segunda vuelta de las presidenciales, y más si esa es la percepción que tiene de cómo ser cercano al electorado popular.

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