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El verdadero programa de Meloni y los cambios en la política europea
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Esteban Hernández

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El verdadero programa de Meloni y los cambios en la política europea

Las elecciones italianas son percibidas como el instante en que se puede producir un giro hacia la derecha en el continente. Hay un mar de fondo que conviene subrayar

Foto: Giorgia Meloni. (EFE/Luca Zennaro)
Giorgia Meloni. (EFE/Luca Zennaro)
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Las elecciones italianas del próximo domingo son percibidas como el principio de un escenario político diferente. El probable triunfo de Giorgia Meloni y su alianza de gobierno con Salvini y Berlusconi implicarían un giro hacia la extrema derecha en el sur de Europa que estaría anticipando tiempos distintos. Quizás estamos presos de la necesidad de constatar novedades a cada paso, o quizá la alerta antifascista sigue operando en exceso en los mentideros políticos, pero es probable que lo que está aterrizando en Italia sea algo muy diferente al regreso de Mussolini. La llegada al poder de Meloni, si se produce, no sería la de una posición rupturista, sino que se engarza con el giro de las derechas occidentales, cuyo proceso de transformación está siendo sustancial.

En primera instancia, que una derecha populista encabece un gobierno no es algo inusual. Ocurre en el este de Europa, sucedió en EEUU con Trump y en el mismo Reino Unido, donde el UKIP desapareció porque los ‘tories’ compraron su discurso, hasta el punto de que sacaron a su país de la Unión Europea. Meloni es un paso más en esa dirección. La diferencia estaría en que, por primera vez, esa clase de derecha estaría al frente de un país del sur de Europa, en un instante en el que también están ganando espacio en el norte, como se ha visto en Suecia.

La sustitución

Todo apunta hacia un lento pero constante avance que está cambiando la política contemporánea. Lo que estamos presenciando en Europa es el descenso continuo de esa derecha claramente proUE, que constituía uno de los dos polos del consenso sistémico y que se alternaba en el gobierno con la izquierda socioliberal, y que apostaba decididamente por la globalización. Esa derecha está siendo sustituida por otra.

Foto: Giorgia Meloni en un mitin electoral. (EFE)

Sin embargo, las nuevas derechas no constituyen un borrón y cuenta nueva con las del pasado reciente; no son un salto hacia el fascismo, sino la consecuencia evolutiva de posiciones conservadoras que fueron exitosas en las décadas anteriores; hay una línea narrativa que une pasado y futuro.

El giro de Meloni elimina los aspectos de las derechas populistas que eran poco convenientes, como los que defendían Le Pen o Salvini

Es necesario comprender, sin embargo, cuáles son sus presupuestos comunes y sus límites. El caso de Meloni, y se está percibiendo en la campaña, es el de una candidata que trata de convertir en aceptable una opción ideológica que hasta ahora era percibida como peligrosa en su propio país. No es un proceso de dulcificación, sino de adaptación a su realidad. Además, las líneas abiertas con Draghi, que apuntan incluso hacia un posible tutelaje, demuestran hasta qué punto es parte de la derecha contemporánea y no de una claramente populista.

Foto:  La exdiputada de Vox, Macarena Olona. (EFE/Xoán Rey) Opinión

El giro de Meloni elimina los aspectos de las derechas que eran poco convenientes. Tanto Le Pen como Salvini, a pesar de coincidir en muchos aspectos con Meloni, diferían en dos asuntos esenciales, la posición internacional, en la que la conexión rusa no era percibida con tanta hostilidad, y la económica, dado que el matiz proteccionista de los primeros, así como la inversión pública y el apoyo a los nacionales que propugnaban era mayor, a pesar de que sus presupuestos económicos también fueran plenamente liberales. Esta diferencia ideológica es la que se dio entre el primer Trump, el que insistía en traer los trabajos de regreso a EEUU y en apoyar a los obreros, y el que gobernó, que no fue particularmente proclive a respaldar a los trabajadores del cinturón industrial y se alejó de Rusia. Meloni ha rebajado cualquier tentación en ambos sentidos.

El programa

En ese sentido, la visión de Meloni entronca con el programa común de las derechas contemporáneas: por más que pongan el acento en la inmigración, o en la inconveniencia de lo 'woke', los detalles no deberían estorbar la visión de conjunto. Básicamente, la idea es esta: si en la Guerra Fría los conservadores emplearon un programa que conjugaba el regreso a los valores tradicionales, la apertura decidida hacia el liberalismo y el aumento del gasto militar, que eso fueron Reagan y Thatcher, en la época de la nueva guerra fría se trata de utilizar la misma perspectiva: refuerzo militar, pero ahora como bloque en lugar de asumir todo el gasto EEUU, más liberalismo para la economía doméstica y más regreso a valores conservadores. Si antes todo esto era puesto en peligro no por el enemigo último, la URSS o China, sino por los progresistas, ahora se pone mucho más énfasis en este aspecto. En especial, se señala con insistencia el programa de la izquierda, ligado a lo verde, la agenda 2030, los inmigrantes y la falta de defensa de la familia.

El impulso de las nuevas derechas no es globalista, sino atlantista: están en contra de China y no son amigos de la Unión Europea

Hay, desde luego, diferencias sustanciales entre las derechas del pasado y las del presente: su impulso no es globalista, sino atlantista, y en eso Meloni, Liz Truss o Trump coinciden plenamente, porque están al mismo tiempo contra la globalización china y contra la UE, y a favor del desarrollo de los vínculos atlánticos (y eso obliga a tomar posturas keynesianas en la economía, aunque sean coyunturales). La otra reside en el tono: hay una confianza en que la actitud impugnadora y retadora atrae voto, en que siendo atrevido o muy atrevido y excitando las reacciones en contra es mucho más fácil ganarse el afecto de las poblaciones, que no exhibían las derechas neoliberales clásicas. La misma Ayuso es una variante de esa tendencia.

Foto: El escritor italiano Gianrico Carofiglio (Giuseppe Biancofiore)

Este es el programa de las nuevas derechas occidentales: cada una de ellas tendrá especificidades, adaptará esas constantes a las circunstancias concretas de su país, será más insistente en unos puntos u otros, pero el mar de fondo es común.

Lo que cabe preguntarse no es si este programa es fascista o si la democracia iliberal va a ser el futuro, sino algunas cuestiones más modestas y directas: ¿este es el programa que hace falta para afrontar la nueva situación? ¿La economía occidental funcionará mejor si se promueve un liberalismo económico más acentuado? Si el objetivo es frenar a Pekín, ¿se puede conseguir con las mismas fórmulas que convirtieron a China en la fábrica del mundo? ¿Está la Unión Europea encarando con éxito un momento existencial en el que la derecha aboga por reconfigurarla por completo o es más bien al revés? Más allá del experimento italiano, de la alerta antifascista y demás, quizá habría que reparar en el movimiento tectónico que supone este giro de la derecha hacia la profundización en la vía ideológica que abrieron Thatcher y Reagan, adaptada a los tiempos de una nueva guerra fría.

Las elecciones italianas del próximo domingo son percibidas como el principio de un escenario político diferente. El probable triunfo de Giorgia Meloni y su alianza de gobierno con Salvini y Berlusconi implicarían un giro hacia la extrema derecha en el sur de Europa que estaría anticipando tiempos distintos. Quizás estamos presos de la necesidad de constatar novedades a cada paso, o quizá la alerta antifascista sigue operando en exceso en los mentideros políticos, pero es probable que lo que está aterrizando en Italia sea algo muy diferente al regreso de Mussolini. La llegada al poder de Meloni, si se produce, no sería la de una posición rupturista, sino que se engarza con el giro de las derechas occidentales, cuyo proceso de transformación está siendo sustancial.

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