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Espejito, espejito mágico: ¿fallaron las encuestas o los principios?
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Marta García Aller

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Espejito, espejito mágico: ¿fallaron las encuestas o los principios?

No solo hay que revisar cómo hacen las encuestas, también para qué sirven, más allá de para echarles la culpa de la frustración de expectativas

Foto: Un votante elige su papeleta para las elecciones generales. (EFE/Sergio Pérez)
Un votante elige su papeleta para las elecciones generales. (EFE/Sergio Pérez)
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Si a aquella malvada reina se le hubiera ocurrido pagar una encuesta para saber quién era la más guapa del reino, si Blancanieves o ella, seguro que le hubieran dado al borde de la mayoría absoluta. Además de mágico, tenía que ser muy, pero que muy valiente aquel espejito para atreverse a decirle a su dueña, la mujer más poderosa del lugar, algo diferente a lo que esperaba oír, después de años regalándole los oídos. Normal que los hermanos Grimm vieran más creíble para llevarle la contraria a la reina un espejo que habla que un pobre consultor cuya cabeza, o contrato, dependiera de tener contento a quien le pregunta.

Con las encuestas del 23-J ha pasado algo parecido, pero sin magia, pericia ni valentía. La mayoría se ha equivocado, sí, pero lo han hecho más hacia el lado de lo que quería oír el que las pagaba. Han fallado muchas cosas en las encuestas, además de las complejidades técnicas de detectar el voto indeciso y los cambios de opinión de última hora, más allá del sesgo ideológico. También la tendencia al llamado consenso demoscópico, es decir, a no distanciarse mucho de lo que dice el de al lado para no meter la pata en solitario, que se nota más. Y como la idea de la victoria abrumadora del PP venía instalada desde el adelanto electoral tras las municipales, las expectativas retroalimentaban a los espejitos más complacientes.

Foto: Una mesa electoral, en Madrid. (EFE/J.P. Gandul)
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Cuando la crisis de Lehman Brothers, se vivió con intensidad este debate con las agencias de rating. Se demostraron incapaces de analizar los riesgos reales del sistema, en parte por falta de transparencia y su exceso de conflictos de intereses, que puso en entredicho su independencia. Aquella crisis de hace 15 años sirvió para redefinir la función de estas agencias de calificación de riesgos, sus límites, su financiación y sus incompatibilidades. También para recordar que las grandes crisis vienen de riesgos latentes que se escapan al radar, que a posteriori a todo el mundo le parecen obvios.

La hiperinflación de encuestas en la última campaña electoral, que se han demostrado fallidas, plantea ahora una revisión del sistema demoscópico. Los expertos en sondeos, los partidos y los medios tienen pendiente una reflexión sobre cómo han de hacerse las encuestas electorales para recobrar la credibilidad perdida. Pero no solo urge una revisión de su independencia y transparencia, también de su función. No solo hay que revisar cómo hacen las encuestas, también para qué sirven, más allá de para echarles la culpa de la frustración de expectativas.

Foto: Roman (izquierda, camisa gris), junto al equipo de Atlas Intel que ha realizado la encuesta desde Brasil. (Cedida)

¿De verdad un partido de Estado como el PP iba decidiendo sobre la marcha la pertinencia de pactar o no con un partido como Vox en función de las encuestas? ¿Y los principios? ¿Qué fue de los principios? ¿Y el liderazgo? A lo mejor el problema no fueron entonces las encuestas, sino transmitir la sensación de que el partido se estaba dejando llevar de forma demasiado oportunista por ellas, anteponiendo el oportunismo a los valores.

Vox no es un partido más, y menos en un país en el que el 70% de la sociedad está a favor del aborto y la eutanasia, el 80% defiende el matrimonio igualitario y al 80% le preocupa mucho el cambio climático. Cómo no iba a generar un reparo mayoritario en la sociedad asociarse en pactos regionales en plena campaña con quien niega todo esto. Las encuestas fallidas no permitieron al PP calibrar el peligro que suponía acercarse a Vox. Tanto para espantar votantes moderados como para movilizar a la izquierda desilusionada. Es verdad, ¿pero es eso culpa de las encuestas? ¿O de quien se deja guiar por ellas en vez de por un liderazgo claro?

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Reuters/Juan Medina) Opinión

Para eso están los principios, para no fiarse de los vaivenes de las encuestas y evitar ir a tientas en momentos de confusión. España es un país moderado en lo político y avanzado en lo social, eso también lo dicen las encuestas. Hay principios que deberían estar fuera de toda duda para asociarse en pactos regionales en plena campaña para cualquier partido que aspire a una mayoría absoluta. Espejito, espejito mágico, ¿quién es el más moderado del reino?

Si a aquella malvada reina se le hubiera ocurrido pagar una encuesta para saber quién era la más guapa del reino, si Blancanieves o ella, seguro que le hubieran dado al borde de la mayoría absoluta. Además de mágico, tenía que ser muy, pero que muy valiente aquel espejito para atreverse a decirle a su dueña, la mujer más poderosa del lugar, algo diferente a lo que esperaba oír, después de años regalándole los oídos. Normal que los hermanos Grimm vieran más creíble para llevarle la contraria a la reina un espejo que habla que un pobre consultor cuya cabeza, o contrato, dependiera de tener contento a quien le pregunta.

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