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Elena Herrero-Beaumont

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La campaña electoral de la posverdad

El periodismo crítico yace herido en las trincheras de los "clickbaits", "likes" y retuits que enaltecen los algoritmos de las plataformas tecnológicas

Foto: Ana Pastor y Vicente Vallés junto a Alberto Núñez Feijóo. (Reuters/Juan Medina)
Ana Pastor y Vicente Vallés junto a Alberto Núñez Feijóo. (Reuters/Juan Medina)

En esta bochornosa campaña electoral de la posverdad se ha visto más claro que nunca lo imprescindible que es el buen periodismo. Y también hemos sentido el vértigo de tenerlo a medias. El aluvión de críticas tuiteras a Ana Pastor y Vicente Vallés por la falta de una buena moderación periodística en el primer (y único) cara a cara en Atresmedia comenzó a poner sobre la mesa la necesidad de que alguna autoridad verificara las mentiras políticas. No recuerdo yo semejante petición colectiva en todos los años de democracia española.

En el posdebate los diversos fact-checkers trataban de verificar las numerosas y cuestionables declaraciones de los candidatos. Pero, en estos tiempos extraordinarios, los mismos fact-checkers se contradecían entre ellos. Con su espíritu salva mundos, Elon Musk ha introducido recientemente el "Readers added context", la gran apuesta de Twitter contra la desinformación. Una especie de verificación en directo de los datos de los tuits con mayor impacto. Pero es tal la sobreinformación que todo resulta desconcertante.

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Me da la sensación de que el dato, el hecho, se convierte en insólito protagonista en la España democrática. Un país en donde la opinión periodística redunda en detrimento de la información factual. Y en ese contexto irrumpe con fuerza el atractivo riguroso de la periodista Silvia Intxaurrondo, que nos recuerda con su firme "no es correcto, señor Feijóo"la lección de que los periodistas están para fiscalizar el poder.

En esta extenuante campaña, hemos denunciado también como nunca las malas praxis periodísticas. Se han visto claras las deficiencias de ese periodismo de opinión español, que no se ha caracterizado tradicionalmente por una rendición de cuentas. Pero sí lo ha hecho El País de manera razonable en el contexto de esta contienda electoral. Hemos sido testigos de cómo el diario ejercía su política de rectificación, corrigiendo una frase atribuida sin pruebas por uno de sus columnistas veteranos, Xavier Vidal-Folch, a Ursula von der Leyen, la Presidenta de la Comisión Europea. Frase ("este hombre —refiriéndose a Feijóo— ha venido sin ideas, solo a desmontar al Gobierno de su país") que fue luego desmentida pública y tajantemente por la propia portavoz de la Comisión Europea, Dana Spinant. Además de publicar la rectificación, Soledad Alcalde, la defensora del lector del periódico publicó una columna dando las debidas explicaciones sobre lo acontecido.

placeholder Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo junto a los presentadores y moderadores, Vicente Vallés y Ana Pastor, antes de iniciar el debate electoral. (EFE/Juanjo Martín)
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo junto a los presentadores y moderadores, Vicente Vallés y Ana Pastor, antes de iniciar el debate electoral. (EFE/Juanjo Martín)

Con sus más y sus menos, todo ello es buena noticia. Es buena noticia porque en la actual tiranía del algoritmo, el periodismo crítico no suele ser especialmente seductor para la atención de la mayor parte de la gente. Yace herido en las trincheras de los clickbaits , likes y retuits que enaltecen los algoritmos de las plataformas tecnológicas. Unos algoritmos que amplifican las pasiones y pulsiones de una sociedad, socavando su capacidad más sublime: la virtud pública.

Se respira estos días un hartazgo generalizado con la decadencia que entraña esta posverdad, esta tiranía del algoritmo, donde los políticos pueden mentir sin responsabilidad y donde no hay una autoridad clara de veracidad. A pesar de esta posverdad, sigue existiendo en cada país una ciudadanía ilustrada que suele ser inmune a la persuasión del algoritmo. Es esa élite la que sostiene el buen periodismo que necesitamos. Son esos ciudadanos ilustrados los que están cada vez más dispuestos a pagar por información veraz para tomar buenas decisiones políticas para sus vidas y la de sus comunidades.

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Esa ciudadanía ilustrada es de mayor o menor tamaño dependiendo de la calidad del nivel educativo de cada país. Desafortunadamente, la élite que tiene capacidad para sostener un buen periodismo en España no es muy grande. No lo digo yo, lo dicen algunos gestores de medios apesadumbrados.

Todos criticamos con rapidez (y gratuidad) a nuestros medios y a nuestros políticos. Pero ¿hasta qué punto estamos dispuestos a sostener un mejor periodismo y una mejor política? La gran reflexión que creo que debemos hacernos todos los españoles tras esta campaña es hasta qué punto estamos dispuestos a sostener nuestro periodismo para minimizar los estragos de la tiranía de esta posverdad algorítmica.

*Elena Herrero-Beaumont es profesora adjunta en IE y cofundadora y directora de Ethosfera

En esta bochornosa campaña electoral de la posverdad se ha visto más claro que nunca lo imprescindible que es el buen periodismo. Y también hemos sentido el vértigo de tenerlo a medias. El aluvión de críticas tuiteras a Ana Pastor y Vicente Vallés por la falta de una buena moderación periodística en el primer (y único) cara a cara en Atresmedia comenzó a poner sobre la mesa la necesidad de que alguna autoridad verificara las mentiras políticas. No recuerdo yo semejante petición colectiva en todos los años de democracia española.

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