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No solo Vox: toda la nueva derecha se está quedando sin ideas
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Ramón González Férriz

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No solo Vox: toda la nueva derecha se está quedando sin ideas

La mayor parte de los partidos y los líderes de la nueva derecha que han triunfado en Europa y Estados Unidos en la última década se están quedando sin gasolina intelectual. Y eso les vuelve erráticos

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Chema Moya)
El líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Chema Moya)
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La moción de censura planteada por Vox se ha considerado un intento de llamar la atención y seguir apareciendo como un partido con iniciativa ante el nuevo ciclo electoral. Y es cierto. Pero ha sido también un síntoma de algo más general: la mayor parte de los partidos y los líderes de la nueva derecha que han triunfado en Europa y Estados Unidos en la última década se están quedando sin gasolina intelectual. Y eso les vuelve erráticos.

Lo cual no significa que no tengan porvenir o no vayan a formar parte de Gobiernos, como es probable que suceda con Vox. Pero las causas que motivaron su ascenso se han ido desvaneciendo. Vox nació en 2013 como reacción a la subida de impuestos de Rajoy y su renuencia a endurecer el aborto, y se disparó a partir de 2017, en respuesta al referéndum catalán y, más tarde, en 2018, al Gobierno de coalición con el apoyo de los nacionalistas. Alternativa por Alemania también se creó en 2013 para oponerse a las ayudas fiscales a los países del sur de Europa durante la crisis del euro y creció sobre todo a partir de 2015, tras la decisión de Merkel de dejar entrar en el país a un millón de refugiados. En Italia, La Liga también se disparó tras la crisis de los refugiados, que llegó a las costas italianas; esa crisis también hizo que los Gobiernos de Hungría y Polonia se convirtieran en lo que son hoy. Marine Le Pen pasó por primera vez a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas en 2015, tras los atentados en París. Trump consiguió el poder en 2016 tras ocho años de presidencia de Barack Obama, a quien buena parte del Partido Republicano consideraba no solo un comunista peligroso —suelen pensarlo de todos los presidentes demócratas—, sino un racista antiblanco… Esta nueva oleada derechista tuvo orígenes claros y fáciles de identificar: ciertos acontecimientos que resultaron indignantes para muchos votantes y descolocaron a la derecha centrista. Cataclismos que era posible identificar como auténticos cambios de época que requerían un liderazgo completamente nuevo.

Una ideología para mantener el impulso

Estos movimientos supieron forjar una ideología alrededor de esos acontecimientos. Pronto adoptaron el antiglobalismo; los que no eran antieuropeístas, se volvieron; algunos compraron teorías de la conspiración; el auge del feminismo les vino muy bien para identificarlo como la nueva máscara del totalitarismo de izquierdas, e hicieron una relectura de la historia de sus países: habían sido grandes naciones, pero una mezcla de cosmopolitas, liberales y universitarios urbanos las habían convertido en sociedades derelictas en las que las mujeres no tenían hijos y los hijos no obedecían a los padres. Y todas sus ideologías económicas sufrieron una transformación parecida: pasaron del darwinismo moralizante —que los pobres trabajen y así, además de ganar dinero, adoptarán los valores morales correctos— al proteccionismo chovinista —hay que proteger a los nuestros, porque los mercados no lo harán—; en los casos más extremos, adoptaron el antisemitismo.

Foto: Una imagen del asalto al Capitolio protagonizado por seguidores de Trump. (EFE/Michael Reynolds) Opinión

Por supuesto, esto fue cambiando con el tiempo y varios partidos emprendieron lo que la propia Le Pen llamó “desdiabolización”: una conversión mitad cosmética y mitad real hacia la respetabilidad. Pero esos ropajes ideológicos sirvieron para prolongar el impulso de los sucesos que les habían permitido despegar, aunque muchas veces eran innecesarios: ¿por qué Vox no se centra en Cataluña, el feminismo y Sánchez, y se olvida de las teorías de la conspiración?, se preguntaron incluso algunos miembros del partido que no entendían a qué venían las alusiones a Soros de la moción de censura anterior. ¿Por qué Alternativa por Alemania se autodestruyó al acercarse a fuerzas neonazis cuando le bastaba con reivindicar el marco alemán para hacerse con un lugar respetable entre cierto electorado alemán? ¿Por qué demonios el Gobierno polaco tenía que enfrentarse a la UE cuando, en gran medida, el país debe su espectacular crecimiento económico a su entrada en ella? ¿Para qué tanto esfuerzo ideológico que, en muchos sentidos, contradecía la simplicidad del mensaje que les había permitido surgir y, en algunos casos, triunfar?

El declive intelectual

Curiosamente, en los últimos años se han producido acontecimientos tan extremos y trascendentes como los que en la década de 2010 dieron lugar a esta nueva derecha: una pandemia, un gran giro económico de la UE, una guerra en Europa, el afianzamiento de una nueva guerra fría; en España, la ley del “sí es sí” o los cambios en la sedición y la malversación. Sin embargo, ninguno de estos partidos los está capitalizando como, sin duda, habrían sabido hacer hace solo unos años. Si bien pueden seguir creciendo e incluso gobernar, ahora la retórica ideológica de estas formaciones ya solo sirve para enardecer a los afines y resulta incomprensible o aborrecible para todos los demás. La comunión entre el líder carismático y sus seguidores, básica en esta particular versión de la política del infotainment, ha ido desapareciendo: a estas alturas, Santiago Abascal o Matteo Salvini parecen cualquier cosa menos hombres capaces de mantener una relación especial con el ciudadano común; Le Pen es, simplemente, una máquina de perder elecciones que aun así parece que no va a dejar de intentarlo nunca; Trump puede volver a ser presidente de Estados Unidos, pero su movimiento se ha convertido en una gran teoría de la conspiración.

Los hechos que motivaron su ascenso están perdiendo tracción; las ideas con las que se vistió ya no seducen. ¿Es eso un indicio de muerte?

La nueva derecha autoritaria ha entrado en un declive intelectual e ideológico que le lleva a ser errática y a oscilar entre el deseo de ser establishment y la pasión insurgente. La moción de censura que acabó ayer ha sido el caso más extravagante de esta nueva deriva, aunque no el único. Los hechos que motivaron su ascenso están perdiendo tracción; las ideas con las que se vistió ya no seducen. ¿Es eso un indicio de muerte? En absoluto. Pero sí lo es de una paulatina, constante y no sabemos si irremediable pérdida de atractivo.

La moción de censura planteada por Vox se ha considerado un intento de llamar la atención y seguir apareciendo como un partido con iniciativa ante el nuevo ciclo electoral. Y es cierto. Pero ha sido también un síntoma de algo más general: la mayor parte de los partidos y los líderes de la nueva derecha que han triunfado en Europa y Estados Unidos en la última década se están quedando sin gasolina intelectual. Y eso les vuelve erráticos.

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