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Hay gente realmente convencida de que Cataluña está en peligro de extinción
Muchos independentistas creen que ya no es solo España quien se les pone en contra, sino todos los cambios culturales y tecnológicos que se están produciendo en el mundo occidental
Para muchos catalanes no independentistas, el objetivo de las elecciones del domingo es dejar atrás el 'procés' y jubilar a sus protagonistas. No será fácil. Para muchos independentistas, con todo, el objetivo es aún más agónico y apenas se entiende fuera de Cataluña. La independencia quizá no sea posible a corto plazo, reconocen. Para ellos, el reto consiste ahora en salvar la identidad catalana mientras siguen formando parte de España.
Demografía, inmigración, tecnología
El catalanismo tradicional siempre ha basado sus reivindicaciones en la idea de que la lengua catalana, y por lo tanto la identidad catalana, están amenazadas. En las últimas décadas, ha sostenido que era por culpa de las políticas hostiles de los Gobiernos de Madrid y de la inmigración del resto de España. Pero muchos independentistas actuales parecen si cabe más pesimistas. Esas razones permanecen, afirman, pero se le han sumado otras que son difíciles de contener con medidas políticas tradicionales.
“Tenemos la demografía en contra”, escribía hace unos meses en el diario 'Ara' Toni Soler, un productor televisivo y activista por la independencia que resumió mejor que nadie esta sensación. “Los catalanes de origen no debemos culparnos por no tener más hijos, ni debemos culpar a los [inmigrantes extranjeros] recién llegados por querer una vida mejor. Pero es absurdo negar el daño que este fenómeno está haciendo al catalán”.
Pero no es solo la inmigración. Pujol estaba convencido del poder de los medios de comunicación y la cultura para influir en los jóvenes y los inmigrantes y generar adhesiones al nacionalismo. De ahí que la Generalitat haya estado obsesionada con los medios públicos solo en catalán y con la subvención de casi cualquier expresión cultural en lengua catalana que tuviera usos políticos. Pero muchos independentistas viven hoy con temor el advenimiento de las nuevas tecnologías y la posibilidad de que no puedan replicar en ellas ese modelo.
“Los adolescentes consumen solo internet. Entonces, si en internet no hay catalán, no hablarán catalán, así de sencillo”, contaba Juliana Canet, una joven 'instagrammer', 'titktoker' y 'youtuber', que reconocía que sus vídeos en castellano podían llegar a las 100.000 reproducciones, pero que los que hace en catalán no pasan de las 30.000. Parte de la nutrida nómina de lingüistas independentistas de Cataluña propone repetir el modelo tradicional adaptándolo a la nueva era: subvencionar a los 'influencers' para que hablen en catalán o darles una visibilidad extra en los medios tradicionales en catalán. “Con 50.000 youtubers en catalán tendríamos una salud de hierro”, dijo Andreu González, un técnico del servicio de normalización lingüística.
Pero muchos independentistas saben que eso difícilmente funcionará. Y a ello se añade una frustración muy profunda ahora en el nacionalismo: la sensación de que las cuestiones más importantes del mundo actual, entre ellas las vinculadas a la tecnología, se dirimen en la Unión Europea, que es quien tiene capacidad para regular; pero Cataluña no tiene ninguna voz ahí y, por tanto, está a expensas de lo que decidan otros que son indiferentes a su identidad.
Lo mismo sucede con la música. Las administraciones públicas catalanas llevan décadas apoyando con visibilidad extra, subvenciones o contrataciones a los grupos de música en lengua catalana. Era fácil cuando la música dominante entre los jóvenes eran el rock y el pop, o incluso el folk o el tecno. Ahora muchos independentistas temen que el auge de algunos géneros de música latina, como el 'reggaeton' o el trap, induzca a los jóvenes catalanes a escuchar básicamente música en castellano, e incluso a tocarla con sus grupos. Y que no haya nada que el dinero público o la educación puedan hacer al respecto.
La agonía
En su artículo, Soler sostenía que, ante el fracaso del 'procés' y en este contexto, son necesarias leyes mucho más estrictas. “Que quienes quieran dar la espalda al idioma [catalán] lo tengan realmente difícil”, decía. En parte, eso es lo que han propuesto los partidos independentistas en la campaña: Junts promete acabar prácticamente con las subvenciones a quien no utilice el catalán, ERC dice que creará una Consejería para la Lengua Catalana; Alhora, el nuevo partido de la exconsejera Clara Ponsatí, pide un sistema educativo segregado en el que los catalanoparlantes puedan educarse sin siquiera oír el castellano.
Pero, en el fondo, esas iniciativas son el reconocimiento de una impotencia: muchos independentistas creen que ya no es solo España quien se les pone en contra, sino todos los cambios culturales y tecnológicos que se están produciendo en el mundo occidental. Y eso hace que ese independentismo esté adoptando una retórica cada vez más semejante a la de la derecha radical europea, cuyo argumento ideológico principal es, también, que su identidad está amenazada por la inmigración, la UE, la tecnología y fuerzas impersonales que destruyen las particularidades nacionales.
El futuro del nacionalismo
“Si en los primeros años del pujolismo nos preguntábamos cómo integrar a los recién llegados, ahora también debemos preguntarnos cómo evitamos el arrinconamiento cultural de los autóctonos”, decía en su artículo Soler, que, pese a advertir contra la xenofobia, utilizaba el argumento de la identidad amenazada que suelen utilizar los xenófobos.
Por eso me temo que el destino del catalanismo es un agravamiento de sus fuertes instintos identitarios y autoritarios, que muchos de sus instigadores, la mayoría de los cuales se ven a sí mismos como personas de izquierdas, no son capaces de advertir. Por eso Aliança Catalana, el partido de derecha radical de Sílvia Orriols, no solo obtendrá escaños este domingo. Sino que muy probablemente está destinado a ser el futuro de la política catalana tras las elecciones: sea protagonizándola, sea obligando a los demás partidos independentistas a adaptar su mensaje. Si el objetivo es preservar una identidad amenazada, como cada vez reconocen más independentistas, será muy difícil evitarlo.
Para muchos catalanes no independentistas, el objetivo de las elecciones del domingo es dejar atrás el 'procés' y jubilar a sus protagonistas. No será fácil. Para muchos independentistas, con todo, el objetivo es aún más agónico y apenas se entiende fuera de Cataluña. La independencia quizá no sea posible a corto plazo, reconocen. Para ellos, el reto consiste ahora en salvar la identidad catalana mientras siguen formando parte de España.
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