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Basta ya de falacias hablando de análisis técnico
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Carlos Doblado

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Basta ya de falacias hablando de análisis técnico

Los miembros del club de amigos del gráfico aritmético desprecian el pasado, que queda disminuido hasta niveles irrisorios

Foto: Bolsa de Madrid. (EFE/Vega Alonso Del Val)
Bolsa de Madrid. (EFE/Vega Alonso Del Val)

Este pasado fin de semana me sentí obligado a contestar en Twitter a alguien que parece ser analista técnico. El mediático Alberto Iturralde. Según este señor, la escala semilogarítmica es la forma de lograr que aparezca en el gráfico aquello que deseamos, pero que en el precio no asoma. No es la primera vez que me siento obligado a defender lo que creo necesario defender, ya sea el buen nombre del análisis técnico, ya sea los mejores usos del chartismo. Y me da igual que lo mancille Agamenón o que lo haga su porquero, que haya que confrontar a un genio como Álvaro Guzmán o a un populista financiero.

De entre todas las formas que podría haber para hablar sobre este tema, Alberto Iturralde escogió la más arriesgada de todas: desacreditar a aquellos que analizan de un modo distinto a él. No conozco el trabajo del señor Iturralde, podría ser el mejor 'trader' del mundo y yo no saberlo. Ignoro si es capaz de ayudar a las personas a ganar dinero de forma consistente en el largo plazo. Sí puedo decir que he conversado telefónicamente con él, en una ocasión, sobre algo evidente para mí y sobre lo que he dado mucho la brasa —la necesidad de considerar a los gráficos ajustados por dividendo y ampliación en los valores, y a los gráficos total/net return en el caso de índices, cuando de renta variable hablamos, como los mejores gráficos que conocemos para acercarnos a la acción del mercado—, llegando a la conclusión de que Alberto Iturralde podría llegar a defender que la tierra es plana porque patatas.

Todo el mundo puede hacer o decir lo que quiera en su casa, pero no en el Ágora. Y no me voy a callar cuando uno afirme que el análisis técnico no sirve para nada u otro que estoy trasladando mis deseos a un gráfico. Viví durante mucho tiempo únicamente del análisis técnico, y mancillarlo o degradar su nivel con idioteces es algo que me tomo de forma personal.

La discusión viene de muy atrás, y hay demasiado ego para cerrarla.

Nunca ha sido más necesario matar a nuestros padres que en el análisis técnico, y es especialmente necesario en el caso español

Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy lejana, Robert D. Edwards y John Magee, escribieron un libro llamado 'Technical analysis of stock trends', a la postre el libro que muchos chartistas consideran su biblia. No es un libro especialmente bueno en mi opinión, pero hay que entenderlo como la obra de unos pioneros, un primer e inocente esbozo de sintetizar algunas ideas sueltas que vagaban por allá y acullá, realizado por hombres que no tenían computadoras. En mi opinión, esa falta de computadoras explica otros errores de concepto en las ideas más tradicionales de los analistas técnicos. Desde luego no era tan complicado mantener los gráficos en una escala racional como ajustados por dividendo y ampliación, por lo que parece que la pulcritud racional fuera un primer impulso de los chartistas.

Pero Magee y Edwards, aunque tímidamente, ya intentaron dejar claro el terreno de juego. Lamentablemente, lo hicieron con una tibieza que no ha evitado que se hayan hecho carreras muy conocidas cabalgando sobre gráfico aritmético. Servidor, para su propia desolación, ha tenido en sus manos los gráficos del mismísimo Ralph Acampora. Nunca ha sido más necesario matar a nuestros padres que en el análisis técnico, y me temo que es especialmente necesario en el caso español: Sáez del Castillo, Hódar, Gutiérrez Laso… Hombres valientes que se atrevieron a hablar de algo que la academia consideraba una cosa de chalados, pero que lo hicieron de un modo que hace comprensible que nos tomen por analfabetos matemáticamente hablando cuando no por dementes.

Dice el Magee en sus primeras páginas algo como lo que sigue: …hay una característica del gráfico que puede considerarse aquí. Hasta los años recientes, casi todos los gráficos se guardaron en una forma común de papel de gráfico que se conoce como de escala aritmética. Pero recientemente —¡estamos hablando de 1948!— los chartistas han venido cada vez más a utilizar otro formato, conocido como papel semilogaritmico, o a veces como papel del cociente o de porcentaje. Nuestra propia experiencia indica que el papel de escala semilogaritmica tiene ventajas definidas. La mayor parte de los gráficos reproducidos en este libro la emplean.

La escala semilogarítmica permite una comparación directa de los precios altos y bajos de los activos, facilitando las elecciones

Prosiguen Magee y Edwards: "Las relaciones de porcentaje, es evidente, son importantes a la hora de negociar títulos. La escala semilogarítmica permite una comparación directa de los precios altos y bajos de los activos, facilitando las elecciones. Facilitando la colocación de órdenes 'stop loss'. Facilitando la colocación de órdenes de compra de acciones. Los patrones de área parecen muy similares en cualquier tipo de papel, pero ciertas las líneas de tendencia se desarrollan más ventajosamente por la escala de proporción —en realidad todas si pasa suficiente tiempo—". Alguien puede acostumbrarse rápidamente a la fabricación de entradas en papel semilogarítmico. Recomendamos su uso.

Horas más tarde, el mismo amigo que me había hecho llegar las afirmaciones de Iturralde, me mandaba el exabrupto de otro tuitero con un buen número de seguidores en relación a este tema. Alegaba el iluminado que cada cual puede hacer lo que le parezca en el ejercicio de su libertad. Que no hay camino caminante, que se hace camino al andar.

Una mente mínimamente científica se vería obligada a descartar la escala aritmética por refutación. En este momento, un gráfico en escala aritmética sobre el bitcoin sugiere un objetivo mínimo teórico de caída en la zona de los -7.000 puntos. Obviamente el bitcoin nunca caerá por debajo de cero, luego el camino para llegar concluir algo imposible debería ser desechado. Y esa es la cifra que proyecta en este momento el método chartista si se toma el camino por el que aboga Iturralde: un camino de gráfico aritmético en lugar de un 'chart' semilogarítmico.

La libertad entendida como el derecho a mantenerse en la propia cámara de eco. Porque yo, en mi superioridad moral, lo valgo. Obviamente, fui bloqueado tras hacerle notar que ya estamos mayores para ir por la vida soltando mantras.

La libertad no es hacer lo que uno quiere. Cada acto de libertad implica una gran responsabilidad. Sobre todo si lo que se proclama va a ser leído o escuchado por miles de personas. Tolerancia es dejar a los demás pervivir en lo que consideramos sus errores, pero eso no significa que tengamos que reírles las gracias. Para nada, debemos combatirlas. No, no podemos ni debemos impedir hablar a quien quiera convencer al mundo de que Putin está en una operación especial, mucho menos silenciar a quien intente explicarnos por qué en el campo de la geopolítica se producen inevitablemente ciertas cosas que nos parecen inmorales y repugnantes. Pero tampoco debemos dejar de afirmar que Rusia ha declarado la guerra a una nación soberana cada vez que alguien intente hacerlo. Sobre todo, si lo hace alguien a quien mucha gente escucha.

Estamos ante un ejemplo de los endebles cimientos sobre los que se fue construyendo el chartismo

¿Y qué más quieres bonico? Pues no es bastante…

Para los aritmeticófilos, que vienen a ser nuestros terraplanistas —al fin y al cabo sus 'charts' se aplanan por abajo hasta hacer el suelo indistinguible en muchos casos, conviene dar el mismo valor a un movimiento de 1 a 2 que a uno de 60.000 a 60.001—, porque libertad oiga, libertad, libertad colectiva.

Parece evidente que muchos de nuestros popes del pasado, y algunos de los que, más recientemente, han sido encumbrados por Twitter —ese mundo tan real a la espera del metainverso— y los medios de comunicación —en general poco interesados en abrir la mente de sus lectores porque lo que quieren es que no se sientan incómodos y sigan visitándoles—, no se han sacado el carné de conducir antes de ponerse a circular.

Y no puedo reprochárselo sólo a ellos. Nuestros ancestros, increíblemente, SÓLO “recomendaron” el uso de papel semilogarítmico. Y por si fuera poco, después afirmaron que sus ventajas no son tan grandes como para “requerir” el cambio en quien debido a una larga familiaridad y práctica, prefiera papel artimético. No poseíamos ordenadores personales, recuerde.

Pese a afirmar, Edwards y Magee, que 'stops', zonas de posicionamiento y líneas de tendencia se ven beneficiadas del uso de gráfico semilogarítmico frente al aritmético —sucede también con algunos patrones, como evidencia el archifamoso suelo durmiente, una pauta inexistente como se dará cuenta cualquiera que use gráfico semilogarítimico—, y aunque cualquier persona puede acostumbrarse rápidamente al papel semilogarítmico… Haga lo que le parezca, oiga. Siéntase libre, disfrute de su pereza mental.

Estamos ante un ejemplo de los endebles cimientos sobre los que se fue construyendo el chartismo. Para ilustrarlo merece citarse la siguiente frase de los autores: para el hombre con memoria fotográfica, ningún trabajo de gráficos es necesario; su mente archiva todos los datos necesarios de tal forma que él lleva sus gráficos en su cabeza. Amén.

¿De dónde salieron estos tipos?

Nos revelan también en su “biblia” Magee y Edwards, que en Wall Street cuentan que no hay nada malo en los gráficos, que el problema está en los chartistas. Dicho de otro modo, que no es el gráfico en sí mismo sino su interpretación lo que importa. El análisis de gráficos, no es fácil ni infalible. Ciertamente el análisis técnico no es infalible, pero sí, es fácil. Siempre que respetes que 2+2=4 en base 10 y tengas algo de experiencia, el análisis de gráficos es MUY FÁCIL.

Lo que es seguro es que veremos cosas diferentes si observamos los datos como nos da la gana

Podemos sacar conclusiones diferentes observando lo mismo. Pero lo que es seguro es que veremos cosas diferentes si observamos los datos como nos da la gana, aceptando las cosas que la tradición nos dio por defecto sin hacernos preguntas sobre si esa forma de observarlas es más o menos sensata.

Haga la prueba. Observe a Scarlett Johansson o a Brad Pitt de tal modo que sus pies casi no se vean y sus pectorales sean más grandes que sus piernas, véalos con unas orejas mucho más grandes de lo que son, o con bocas ridículamente pequeñas, y a ver si le apetece llevárselos al huerto con la misma convicción que antes de hacer tal atrocidad. Pues eso es lo que pasa cuando hacemos uso de un gráfico aritmético en lugar de uno semilogarítmico, produciendo más y más distorsión a más tiempo de cotizaciones tomemos para observar datos. El análisis técnico pretende hacer algún tipo de proyección hacia el futuro desde el conocimiento del pasado, pero los miembros del club de amigos del gráfico aritmético desprecian precisamente el pasado, que queda disminuido hasta niveles irrisorios cuando pasan décadas a la hora de considerar lo que puede esperarse en el futuro.

Afirmaron E&M que el análisis técnico es la ciencia de la grabación, por lo general en forma gráfica, de la historia pasada y actual de los cambios de precios, volumen de transacciones, etc., deduciendo luego de aquella historia el futuro probable de la tendencia. La simple pretensión de predecir ya debería desacreditarles. Hacerlo ignorando que los precios y la acción del mercado no son necesariamente lo mismo, ergo que esa es una mala definición de análisis técnico la que tradicionalmente nos hemos dado, o hacerlo considerando, al final del día y pese a haber sugerido lo contrario, que tampoco importa demasiado una escala o la otra —no vayamos a pisarnos las mangueras— permite entender lo sucedido. Y de aquellos polvos, estos lodos.

Este pasado fin de semana me sentí obligado a contestar en Twitter a alguien que parece ser analista técnico. El mediático Alberto Iturralde. Según este señor, la escala semilogarítmica es la forma de lograr que aparezca en el gráfico aquello que deseamos, pero que en el precio no asoma. No es la primera vez que me siento obligado a defender lo que creo necesario defender, ya sea el buen nombre del análisis técnico, ya sea los mejores usos del chartismo. Y me da igual que lo mancille Agamenón o que lo haga su porquero, que haya que confrontar a un genio como Álvaro Guzmán o a un populista financiero.

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